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Ella se sentó a la orilla de la cama y recostó la cabeza de Denki en sus muslos. Se veía aterrado, tanto que la hacía casi sentir el mismo miedo.

—¿Estás muerta?

No contestó.

Odiaba escuchar la voz de alguien a punto de quebrarse.
Él apretaba la mandíbula y negaba al gran agujero que intentaba tragarlo.

Ochako apretó los labios cuando comenzó a escuchar como el rubio sostenía una conversación con su madre en la lejana dimensión que estaba ahora.

—Mamá, por favor, no me dejes. No me gusta estar solo, no quiero estar solo.

Acarició más sus cabellos rubios, y comenzó a imaginar cómo sería su madre.

—Baja del cielo 5 minutos y ayúdame a ser fuerte como tú.

Sintió su corazón detenerse.
Miró como las chispas comenzaban a bailar por su cuerpo, leves descargas la hacían sentir un cosquilleo. Si el continuaba así podría matarla.

—¿Puedes oírme, Denki? —masculló suave.

El rubio no parecía mostrar señales. Se resignó.
Continuó acariciando su melena suavemente, peinando cada mechón rubio.

—Mamá por favor. Por favor mamá.

La eletricidad subía de nivel.

La amabilidad es una de las mejores características que puede poseer una persona. Le decían sus padres, antes de que la explosión de Bakugou los consumiera en las cenizas.
Ayudar es lo mejor que una persona puede hacer por alguien, debes tratar como deseas que te traten, nunca debes dejar a nadie lidiar sólo con una carga que tú puedes aligerar.

—Denki, el mundo no es perfecto, pero no es tan malo si alguien tiene a otra persona.

El seguía fuera de ahí. En un espacio helado y obscuro.
Desolado y solitario.

Las lágrimas bajaban de los ojos dorados, como si una parte de él en verdad estuviera perdida.
Ha intentando tanto salir de ahí, no puede aceptar su realidad. No le gusta saborear la soledad ¿A caso nadie lo escucha? ¿Nadie puedo sostenerlo?

No puede estar en los brazos de nadie.

Ochako apretó los dientes ante el hormigeo doloroso. Necesitaba calmarlo, suspiró pesadamente y se acercó a besar su frente.
Ella lo envolvió mejor en sus brazos, sonrió amable y adolorida.

El corazón de Denki se disparó cuando la sensación cálida y reconfortante del beso inundó su cuerpo y lo sacó del espacio frío y obscuro.
No quería estar más en la oscuridad, pero en ese momento no se sentía perdido por primera vez. Se aferró al abrazo de Uraraka.

No quería que lo soltara.
S

u corazón mandó sangre más rápido a su cuerpo. Su garganta comenzó a arderle entre sus alaridos.

No quiere estar solo,
nunca más.

Dejó salir todo, el hormigueo en su cuerpo lo abrumaba, logró aferrarse al pecho de Ochako.

¿Por qué la vida lo trataba de forma tan injusta?

¿Por qué?

Había nacido de un molde roto, y así morirá.

—¡No me dejes! —gruñó abrazando más fuerte a Ochako.

Sentir piel contra la piel era tan. Humano. Ochako olía a cafeína, ella era frágil y cálida. Suave y reconfortante.

—¡Por favor, no me dejes! —Ochako fue la única que se dignó a continuar insistiendo con él. Todos se cansaban rápido.

—N-no, aquí estoy —masculló. —Aquí estoy Denki.

—No te vayas, no te vayas. —
Chilló— por favor.

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora