Chispas de Chocolate | Denki Kaminari

•5•

Ésta noche es fría y puedo sentir el aroma a Navidad.

Puedo recordar como el frío me envuelve cuando mamá se desvaneció. Puedo recordar su aroma a lavanda, puedo mirar la cocina cubierta de plástico ¿Por qué? Si tan sólo no hubiera seguido respirando tu estarías sonriendo.

Hay un enorme silencio en todo el lugar, así que decido salir a respirar antes de que el agujero crezca en mí y la eletricidad se acomule.

Ésta vez miro a Izuku recostado contra la pared, ellos tres se han vuelto los protagonistas de muchas cosas en el hospital.
Siempre andan de aquí a allá llenando de un poco de color las paredes y batas blancas de este lugar.

Él suspira y me lleno de inseguridad, temo a que me mire.

Pero entonces Izuku se rompe, como un cristal sometido a presión. Explota, de manera cruda. Arremete contra sus labios y me quedo pasmado en cuanto la sangre baja de su barbilla, sus lágrimas bajan con fuerza y trata de contener sus suspiros ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?

Entonces es cuando me doy cuenta de todo.

Ochako llega corriendo y se esconde contra la pared conteniendo el aliento. Me mira un corto minuto y de nuevo su mirada luce apagada.

Me quedo ahí, y lo que veo me hace ladear la cabeza.

Es la réplica de Bakugou, y con autoridad mira a Izuku con una ceja espetante.

—No pueden prohibirme ver a mi propio hijo —habló fría— así que dejen éstas mierdas, y no se reflejen en él.

Izuku se levanta y corre al pasillo detrás mío para empujar a Ochako. Abro los ojos cuando él me jala de la misma manera, las pastillas me las tomé hace menos de 20 minutos; sólo muevo las piernas.

Parecen niños, niños atrapados en su propia borbuja. Bakugou está escribiendo palabras al azar en una hoja de papel.

—No quiero verla, ojalá muera —soltó indiferente. —Sólo quiero estár con ustedes.

Miro como Izuku suspira y seca sus lágrimas para sonreír y sentarse a su lado. Estamos en una habitación hecha para contener ruido, seguro que los encargados los encontrarán tarde o temprano.

Uraraka me obliga a sentarme, y me mira con curiosidad.

—Y bien ¿Te gustaron?

Analizo su rostro. —No.

Bakugou se detiene al igual que Izuku. Y me miran sorprendidos.

—Los tiré.

Todas las estrellas fugaces se rompen y gritan a través de su brillo. Puedo saber que algo crujió dentro de ella. Pues sólo se queda con los labios entreabiertos e intenta sonreír.
Intenta sonreír, lo hace, sonríe, da una sonrisa quebrada.
Exactamente igual a la de mamá, fingiendo que todo está bien.

Me muerdo los labios porque no quiero llorar frente a ellos. Ya basta de llorar frente a los demás, eso contamina, infecta y en menos de un minuto todos sienten estrujar su corazón.

Ochako se rompe, y llora sonriendo. Me siento un imbécil, pues veo como Izuku mira incómodo la bolsa al lado de la mesa en la que está sentado él y Bakugou, puedo ver la caja amarilla y apuesto a que quizá era para mi.

—No me gustan las moras.

No es nada, me dije a mi mismo en cuanto Uraraka miró a Izuku diciéndole que era hora de dejar de insistir conmigo. Pero es verdad que quiero estar solo, lo que toco se extingue. Hoy es una podrida navidad, y simplemente observo cómo ella habla de manera dulce con Bakugou para que se levante y acceda a irse con ellos.

—Lo siendo Denki-kun, no lo sabía, perdón por molestarte. —Habló decidida y tomando la bolsa.

Las noches de Navidad siempre se me caen a pedazos.
Siento el cosquilleo en mi pecho, y saco el frasco de mi bata. Lo único que avanza es el tiempo y me arrastro con él. Me gustaría esperar a mi madre con pastelillos como antes y mirar la televisión hasta aburrirnos, pero la muerte a decidido llevársela. Quiero esperarla a que llegue del trabajo con uno Hot Cakes medio quemados y un intento de Chocomilck para darle la sorpresa de que obtuve un 7 en matemáticas. La extraño tanto...

Las pastillas hacen efecto, las sombras desaparecen. Y estoy solo.