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Lanzó las cartas, rompió los dibujos, lanzó lejos las últimas cosas que le quedaba de su madre.
El cristal reventó en el suelo y los filosos materiales se regaron por todo el lugar.

—¡Cállate! ¡Cállate! —boziferó activando su Quirck.

Los toques leves en su puerta lo hicieron gruñir. Abrió la puerta.

—¿Está todo bien?

Afiló la mirada. —Ah, si —pasó de largo ignorando al joven de ojos verdosos.

—Creo que no deberías andar fuera de tu habitación en ése estado —dijo frío—, eres peligroso.

Kaminari se detuvo —... Qué te valga mierda pecoso ¿Por qué no vas con tu perro rabioso? ¿Ah?

Giró su cuerpo y lo miró a los ojos sin ningún problema, su mirada altanera lo desconcertó, parecía que él no era del tipo problemático. —Escuché por ahí que odias la sedación, mi deber como visitante es dar la alarma de que un sujeto peligroso anda por ahí exponiendo a la muerte a todos.

—¿Qué mierda quieres? —le dijo dando la vuelta. La cabeza le estaba punzando y el sentirse enojado le hacía sentir un jodido hormigueo.

—Nada, nunca quiero nada —dijo sonriendo— tu escándalo molestaba a Kacchan para dormir. —culminó y se marchó de ahí.

—Tsk.

Continuó caminando hasta llegar a donde estaba Kai. Abrió la nevera, quedaba poco. Lo tomó y mientras avanzaba lograba escuchar el mormullo de los demás pacientes.

—¿Has visto a la señorita Ochako?

La voz lo hizo mirar al techo, había un ducto de ventilación y se asomaba la pequeña niña de cabello blancuzco.

—No.

Dispuesto a avanzar su cuerpo comenzó a doler.

—Llevo buscándola por horas, ayudame monstruo.

—¿No tienes miedo?

—Aquí arriba quizá tú eletricidad no me alcance, además puedo inmovilizarte.

«Tu madre murió por drogadicta, igual tú»

—No. No pienso ayudarte.

«Mataste a tu madre»

«Mataste a lo único que te amaba»

—Por favor, tengo un frasco de pastillas.

Su mirada se crispó y la miró detenidamente. Los necesitabas, los necesitaba.

Caminó por los pasillos y escaleras buscando en la obscuridad, su rostro se sentía caliente y eso lo llena de desconfianza. Al menos Kai el encargado de su sector nunca estaba cumpliendo su trabajo.

Entonces dió la vuelta al pasillo donde se dan los tratamientos de sedación para quienes no pueden controlar su Quirck y se autodañan.

La niña se asomó por la ventilación:
—Ahí no hay más ductos, ve solo, yo iré a la sala de espera.

Denki apretó los dientes, odiaba ese lugar y avanzó algo temeroso.

Y ahí estaba, tirada en el suelo boca abajo. Sintió un inmenso terror al verla así, pero no podía tocarla.

—Hey, hey, Ochako —llamó ansioso—, ¿Estás? ¿Qué sucede?

La imagen de su madre en su última noche ultrajó su mente.
Respiró hondo y con los dedos movió sus mechones castaños para descubrir su rostro.

La nariz de la chica sangraba y su labio estaba roto.

—Mierda —masculló preocupado.

Se levantó de inmediato y fue en busca de la niña.

—¡Niña! ¡Niña! —dijo ansioso.

El crujir en el techo le indicó que esperara, y la pequeña se asomó desde arriba.

—Está en el pasillo de la anestesia, pero--

—¿¡En verdad!? ¡Se esconde muy bien! —la niña bajó de un salto y corrió alegre al pasillo.

Denki miró consternado ¿Qué hacía Uraraka jugando a esas horas con una niña? Joder, tenía mala espina.

Eri regresó corriendo y lo esquivó aterrada con las lágrimas a mares.

—¿Q-qué pasó? —preguntó nervioso.

—¿Qué le hiciste? —chilló desapareciendo en los pasillos.

—¡Eh! ¡Te equivocas yo no le hice nada! —intentó seguirla. —¡Cuando la encontré ella ya estaba así!

Pero ella corría más rápido, y se detuvo cuando la niña abrió la habitación del cenizo. Ni un minuto pasó cuando Izuku salió rápido.

—¿Qué mierda hiciste? —gruñó—¡¡Te dije que te quedaras en tu puta habitación!! —corrió al lado de Eri.

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora