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¿Hace frío ahí?

¿Tienes hambre?

¿Te gustaría un pastel de tus favoritos?

¿Estás sola?

El vacío siempre a estado detrás mío, siempre tomando cada fragmento de mi y engullendolo con placer.
Desde que te fuiste madre, todo es de noche para mí. No están tus lindos ojos iguales a luceros para decirme que todo está bien.

¿Estás triste?

¿Estás feliz?

¿Qué sientes?

¿Ya no sientes?

Puedo aguantar la respiración, pero es demasiado estar dentro del agua del retrete. Pero ni siquiera puedo hacer algo, ellos son más fuertes, más afortunados, al menos más que yo.

Todo empezó porque te llamaron drogadicta mamá. Tu no lo eras, lo sé perfectamente, sólo era que tú jamás lograbas consolidar el sueño por preocuparte por mi.
Lo sé perfectamente.

Es mi culpa.

Mi piel arde en el cuello y es demasiado, y abro la boca dando una buena bocanada de agua asfixiando mis pulmones. Mi ritmo cardíaco se altera, y es cuando entro en pánico, siento los impulsos eléctricos querer salir desde mis dedos que sujetan con fuerza la orilla del retrete para que no puedan zambullir más mi cara en el agua.

Todo el suelo está lleno de ella y ellos están empapados.
Son tres, son los de intercambio que supieron de mi desgracia y ahora se burlan de ella usandote en mi contra.

Dicen que el tiempo cura todo, pero llevo años intentando no mirar tu fría sombra en el suelo, y jamás se cura esa enorme grieta en mi pecho. Ellos la abrieron más, de manera cruda dijeron cosas crueles sobre ti, te dijeron drogadicta, loca y un sin fin de mierdas más.
Y por empujarlos estoy ahora ahogándome con agua sucia y maloliente.

Entonces todo resuena, como sí tomarán un telón de cuero y los rompieran de un lado a otro de un sólo tirón. Todo se ilumina, y los gritos rechinan en mi cabeza con gran agudeza.

El agua, es lo único que logro pensar, y levanto la cabeza del agua escupiendo y tociendo.
Miro a mi lado y, aún puedo escuchar el gorgoteo de su piel por el calor que cruzó todos sus cuerpos.

El mundo se me cae encima en ese instante, me atan una soga al cuello y la aprietan conforme voy mirando a los otros dos. El agujero en mi interior me dice que seguro estás preocupada por lo que he hecho.

En cuanto miro como entran los profesores aterrados es cuando me doy cuenta de que si tenían razón mamá, jamás cabré en un lugar, jamás tendré un lugar a donde pertenecer porque he sido maldecido.

El temblor comienza a sacudirme, debo controlarme o la chispa se volverá a encender, pero me es imposible cuando pienso en la dura verdad que impacta como agua helada sobre mi cuerpo. No sólo te mate a ti, sino también a varios más.

El aparcamiento estaba lleno de ambulancias y autos policiacos.
Me tiene con la vista abajo, y han vaciado dos gerinjas en mi brazo para adormilarme.
Lo único que veo es a Eijiro asustado intentando llegar a mi.

No, no debe hacerlo, nadie debe tocarme, lo que toco lo destruyo, así a como calciné tus delicadas alas mamá.

El negro se adueñó de toda mi vista.

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Han sido dos largos años, dos largos años en los que me mantienen en este frío lugar.
Me siento algo acogido, todos aquí tienen problemas con sus bendiciones que son más maldiciones que nada. Errores de control, dones fatales y con efectos secundarios catastróficos.

Hombres con el don de pulverizar lo que tocan, mujeres que con la mirada pueden arrebatar vidas. Niños que lo que tocan se incendia, niñas que cuando lloran crean espacios interdimencionales y transes de los que jamás se vuelve. Jóvenes que materializan sus pesadillas y más.

Si, me siento cómodo.

Son a las siete de la mañana y hoy tengo visitas. Así que bajo ansioso de las escaleras esquivando a los que pueda y entro por el gran umbral plagado de flores.
Y entonces es cuando el aroma a medicinas, a fármacos y a veneno destilado se aleja y aspiró el aroma a canela roja:
Eijiro siempre viene a verme junto a su madre.

—Denki ¡Te vez genial! —sé que miente. Mi cabello rubio está desordenado, mis ojeras son más grandes que mis párpados y mis labios están resecos. —Te hemos traído muffins.

Sonríe esa mujer como sí en verdad me amara como a su propio hijo.

—¡Hombre te vez bien guapote! — Habló Eijiro mostrando esa sonrisa que es capaz de hacerme olvidar que lo que toco puede morir en unos cortos minutos.

No puedo abrazarlos, no puedo darles una caricia, no puedo demostrar cuan agradecido estoy de que estén ahí sentados bajo un árbol a un metro de mi; perdiendo el tiempo en algo tan poco productivo como yo.

—Bien —me llamó mi hermano. —¿Saldremos este fin?

No me gusta esa idea.

Niego con la cabeza, y observo cómo su madre suspira triste y me da un muffin de plátano: los odio, pero el amor sabe tan bien.
Le regalo una sonrisa cuando lo muerdo y suspiro simplemente disfrutando de sus presencias.

Después de varios años e aprendido a valorar la existencia sin contacto físico.

Miro como los encargados del lugar corren en una dirección en especial.

—¿Qué sucederá? — preguntó Eijiro mirando con curiosidad.

Es de nuevo el sujeto que tiene una psicosis explosiva. No todos son cuerdos en sus 5 sentidos. Hay pacientes ahí que están por no estar conscientes de su realidad.

—¡¿Dónde está!?

Los tres miramos a la chica que gritó eufórica a uno de los uniformados de blanco.

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora