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¿Cómo describir un sueño?
Cambio de chispas y de emociones,
de sentimientos y sensaciones. Tu eres un sueño viviente, sádica y buena, noble y humana, amante y hermana, estás presente y ausente.
Eres como un sueño, cercano y lejano, llegas y te desvaneces.

Lo sé porque esa tarde tú te limistaste sólo a preguntar mi historia y me mirabas encantada como sí mi mierda fuera buena.

“¿¡Eletricidad!? ¿¡Cómo los truenos!?” dijiste mirándome casi echando humo de la euforia. Me di cuenta de que te encanta la diversidad en las personas.

Te pregunté cuál era tu Quirck, y tú tocaste mi nariz sin aviso y me eleve en el aire algo asustado por saber si habías sentido la eletricidad correr por tu cuerpo, pero sólo hiciste un ademán borrando tus antiguas lágrimas.

Eres como yo, estás envuelta en una coraza.
P

ero la tuya es de chocolate y miel.

Te fuiste del lugar, me dijiste que comenzarían a venir a diario, que el amor hacia Bakugou te había hecho a ti y a tu mejor amigo vivir cerca para ayudarlo.

Al día siguiente te miré en el área del comedor intentando hacer comer vegetales a Bakugou, él parece estar perdido en alguna dimensión alterna, pero cuando pisa el suelo puede ser casi irreal.
Saludaste con una sonrisa, y yo sólo te miré, aún no sé cómo sentirme, es más, me abstengo de hacerlo.

Al día siguiente estabas en los patios sembrando con Bakugou en esa actividades de relajación. Izuku, como se presentó ante mi cuando, estaba sembrando rosas y tu tenías una cara harta junto a Bakugou. Me miraste y corriste hacia mi sonriendo como si fuésemos cómplices. De un gran paso me alejé de ti, y noté tu rostro herido.

Bakugou te llamó, con un apodo muy curioso “cara redonda” me pareció ofensivo.
Tú me miraste un corto segundo y te fuiste rápido hacia él. No me dió tiempo pedirte disculpas, ni de darte explicaciones. Pero quizá sólo quisiste dejarlo en el aire, en el olvido.

Al día siguiente estabas llorando en los pasillos junto a Izuku. No me acerqué, nunca lo hago. Pero tenías en rostro plagado de tristeza, apretabas tu pecho y suspirabas con fuerza, en cambio, Izuku apretaba los dientes y cubría sus ojos. Tuve que ir a buscar a Bakugou y lo encontré de la misma forma, se agarraba el cabello con fuerza y todo ahí en esa recóndita esquina olía a Nitroglicerina.

¿Qué había pasado?
M

e pregunté en cuanto te miré en la mañana, de nuevo sonriendo con Izuku corriendo con miles de pastelillos hacia la jardinera.

Los seguí con tranquilidad, tampoco era como si quisiera que lo notaran, y ahí estaban ellos dos, rodeando a Bakugou con los muffins mientras el cenizo bufaba tomándolos y comiendo.

Me fui a un chequeo médico, y cuando regresé frente a mi puerta estaba una pequeña cajita hecha a mano con 2 pastelillos de moras, con un moño color amarillo y una nota con una perfecta letra.

“¡Pregunté tu nombre, Denki! Espero te gusten las moras,
espero hables más, espero sonrías más, espero de nuevo se encienda tu chispa.
Con cariño ¡Ochako!”

Leí y releí, y el rojo calentó mis mejillas, mi pulso se aceleró y la eletricidad chirreó como metal corroído contra un metal liso. Ansioso mordí mi labio y tomé la caja para entrar a mi habitación.

Los lancé a la cama, abrí el cajón del pequeño mueble al lado de mi cama. Volteé el frasco, respiré hondo y engullí las 26 píldoras.

Todo se desvanece como un sueño. Miro la caja, y la lanzo al bote de basura, tengo un libro por terminar.

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora