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El aroma de la carne siendo quemada jamás saldrá de mis fosas nasales. Pero entonces fue cuando todo se suspendió en el aire y los dardos traspasaron mis piernas.

El sudor en mis manos fue secándose, y las lágrimas en mis ojos dejaron de nacer.

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Enfoqué el blanco de mi habitación, ansioso y con las manos temblando abrí el cajón de al lado. Tomé un frasco, y las secas píldoras rasparon mi garganta profundamente.

Miré nervioso la ventana pequeña a mi lado y comencé a llorar amargamente. Los segundos pasaban y todo se volvía constate, el dolor se fue y las manecillas se detuvieron.

La puerta fue abierta.

—¿Estás bien?

Miré su cabello, estaba despeinado y podía notar cuanto había llorado. Era molesto.

—Todos están bien.

La ignoré.

Lo mejor sería mantener resguardado todo ¿No?
Y eso hice, después de dos horas en las que intentó hacerme conversar con ella, se rindió. Se fue, y al día siguiente...

La mañana fría se colaba por mis cobijas, me levanté y abrí de nuevo el cajón.
Todo se anuló, todo se fue desvaneciendo en nada. Tranquilizando mi vacío, desapareciendo en la indiferencia.

El amor puede ser convertido en cenizas junto con todo un corazón. Lo supo en cuanto caminó hasta la sala principal y miró analizando el vendaje que portaba su hermano por todos sus brazos.

—No vuelvas nunca más, no quiero verte.  —No quería dañarlo, no quería apagarlo como a mamá.

El cristal resonó en todo su ser, él mismo rompió a una estrella. Eijiro se quedó estático e intentó acercarse a él.

Su mano quedó a centímetros del pecho de Kaminari.

Y éste sólo alzó una ceja. —Adiós.

Huyó, escapó, es un cobarde.

Caminó hasta las salas de recreación donde casi nunca había gente.
Golpeó la pared, su corazón seguía latiendo ¿¡Por qué!? No debe hacerlo, no debe mover sus engranajes ¡Las chispas joder! ¡Las jodidas chispas!
Buscó de inmediato entre sus bolsillos de su bata, el cosquilleo comenzó a recorrer desde su pecho a todo el cuerpo.

Los pasos lo hicieron mirar al frente:

—Denki. — Ella le arrebató el frasco —, tu hermano está mal, tú ¿Qué es esta mierda?

Frunció el ceño. —Nada que te importe, ahora dámelo.

—¿Qué son? —leyó rápidamente el empaque y después hizo una mueca indignada— ¿Te llenas con estas mierdas?

Se cabreó. —Dámelas.

Uraraka miró el frasco, y recordó el rostro del pelirojo llorando entre himoteos después de haber sido herido con el músculo más peligroso del humano; la lengua.

Infló las mejillas. —No puedes pasarte--

—¿¡Tu qué mierda te metes!? ¡Dámelas coño! ¡Eres una jodida entrometida Uraraka, lárgate de una vez! ¿¡A caso no ves que no te quiero cerca!? —la empujó fuertemente intentado quitarle las pastillas. Obviamente la eletricidad la hizo apretar los dientes.

El frasco rebotó en el suelo, ella lo había saltado por la corriente.
Le dolió, le dolió que le dijeran eso, porque tiene razón, es una entrometida que busca sanar su error de manera culposa.

—Adicto de mierda. — Masculló ignorando el malestar que le causaba la eletricidad en su cuerpo.

Salió de ahí, y miró hacia atrás para ver cómo miserablemente Kaminari recogía cada píldora con angustia. Algo se retorció en el estómago de Ochako, la lástima comenzó a surgir de su pecho.
Chilló, si, soltó un suspiro ahogado, le dolía tanto verlo así.

—D-denki, sé que estás asustado de caer... Pero, recuerda que el sol siempre limpia nuestros miedos, sólo tienes que llegar a la luz, sé que es muy difícil y yo pue--

—Vete a la mierda ¿Quieres? ¿Qué puta madre puedes saber? ¿Ah? ¿Crees que soy un loco estúpido como Bakugou? A él podrás lavarle el cerebro con tus porquerías pero...

Las lágrimas bajaban por las mejillas de Uraraka. Ella miró al suelo temblando, intentó sonreír. Lo hizo, la sonrisa quebrada relució con nerviosismo, y después salió corriendo en un alarido.

Kaminari se levantó del suelo donde recogía la píldoras, ir por ella era su objetivo.

Pero...
Los engranajes se moverán...
La chispa surgirá....
Y pasará lo mismo que con mamá...

Apretó los dientes con fuerza y se tiró al suelo resbalando por la pared; las chispas rodeaban bailando en su cuerpo y crujiendo al compás de las manecillas en movimiento.

Gruñó triste:

—Estoy cansado, sentado aquí esperando ¿Qué mierda espero?

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora