6. Confesión

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— ¿Eliza?

La voz de Luciano la hizo volver a la realidad, al aroma de incienso, el frío de la capilla y la culpa en su cuerpo.

No reaccionó de inmediato, su cuerpo se paralizó como si el sueño de madera fuera un imán y ella una simple aguja de metal, La voz de Luciano la hizo pensar en aquella mirada de su sueño y se sintió cada vez peor.

— ¿Dónde está Phillip?— pudo hablar la novicia con un hilo de voz.

— Está dentro de la casa, descansando un poco — comentó Luciano desde el otro lado — Le subió la presión y me comunicaron que debía ayudar aquí ¿estás bien?

Eliza pensó el mal momento en que la salud del buen sacerdote le generó este impasse e inconscientemente se abrazó a sí misma.

¿Qué haría? Luciano estaba ahí en el confesonario y ¿debía decirle su tormento? Eliza se respondió sola y con una fuerza que no tenía, habló.

— Entonces esperaré a Phillip o lo veré otro día.

—¿No te ibas a confesar?— preguntó Luciano.

— Si — dijo secamente Eliza— pero esperaré a Phillip, nada personal Luciano.

Mentira.

— De acuerdo Eliza— habló con cuidado el cura— De seguro estará bien en una hora más — aclaró— Además, de lo que te conozco, tu pecado debe ser pequeño, puede esperar una confesión.

Las últimas frases de Luciano removieron la conciencia de Eliza, ¡Si supiera que parte de su confesión lo involucraba! No podía hablar de eso con el, ¡qué vergüenza!

Y luego pensó en lo mal que había estado todo este tiempo y la sensación de culpabilidad. Además estaba la salud de Phillip, si bien el joven cura había comentado que estaría en una hora más aquí, ella lo dudaba. No por nada, estaba Luciano trabajando en esto ahora. Phillip debía descansar y probablemente se tomaría más tiempo del que suponía. Estaba siendo egoísta.

Si Dios hizo que las cosas fueran así era por algo, fue lo que pensó Eliza en sus adentros. Había pecado en pensamiento con alguien prohibido y ella había decidido seguir a Dios, su ¡idea de serle infiel así era inaceptable! y si su penitencia debía ser confesarse con Luciano para estar bien con su Dios, debía hacerlo.

— Seguiré con la confesión— dijo agotada Eliza— Ave María purísima.

Luciano tardó en continuar la frase.

— Sin pecado concebida.

— En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo— recitó Eliza después de hacer la señal de la cruz.

— El señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.

Ella rogaba que así fuera y que Dios la acompañara en esto.

Abrazo de Alas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora