9. El Sello

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Oscar notó de inmediato que Eliza no había dormido cuando ella fue de visita al día siguiente muy temprano en la mañana

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Oscar notó de inmediato que Eliza no había dormido cuando ella fue de visita al día siguiente muy temprano en la mañana. No quiso preguntar las razones de su extraña visita, supuso que era por algo de urgencia. La hizo pasar sin demora invitándole a beber un mate recién hecho al lado de la chimenea a leña de la casa para entrar en calor.

Eliza apenas tocó la calabaza con la hierba cuando se le fue entregada, tuvo que respirar y tomarse su tiempo para comentarle a su hermano del descubrimiento.

Se había traído el anillo encontrado y se lo mostró a su hermano. Oscar, como ella, no podía creer que ese objeto estuviera frente a sus ojos. Lo tomó entre sus manos revisando cada centímetro fabricado de plata de anillo evitando que se le vea el temblor de su mano ante la sorpresa..

— ¿Por qué lo habrá guardado ahí? — se dijo más para sí mismo que para que su hermana le diera una respuesta.

— Luciano piensa que era para que lo encontrara, pero... — Eliza tomó un suave sorbo del mate cebado antes de seguir— No lo se.

Oscar no habló luego de aquellas palabras. La idea de algo tan valioso escondido en la iglesia le generaba una mezcla de curiosidad y de miedo: curiosidad por las razones de su padre de guardarlo y miedo porque no recordaba algún momento de su vida sin que él no tuviera ese anillo.

Y extrañamente estaba guardado antes de su fallecimiento.

— ¿Crees que él sabía que iba a morir? — habló Oscar con cuidado — que tuviera un presentimiento de que su vida se acabaría.

Eliza lo meditó sin dejar de sentir un frío doloroso por su espina dorsal ante esa posibilidad.

— El murió en la iglesia con muchas personas más — habló la joven — Si hubiera sabido de su muerte mucho antes, tal vez pudo haber evitado que nuestra madre se fuera con él.

Quería creer eso, pero las palabras que salían de su boca carecían de confianza. Que su padre haya muerto por culpa del terremoto en la iglesia, con tanta gente e incluyendo su madre sabiendo eso desde un principio no la tranquilizaba.

Pensó que, tal vez, sentía una necesidad muy fuerte de esconder su anillo y el resto fue cosa del destino trazado por Dios. Pero ese pensamiento estaba lleno de dudas ante el hallazgo lo extraño y todo el pasado de la muerte de sus padres.

Se sintió completamente mal ante esas ideas, sabiendo que ella deseaba servirle con todo su corazón. Pero aquel anillo removió algo en ella que parecía que no existía: duda.

Oscar tomó nuevamente el mate en silencio y le acercó el anillo a su hermana.

— Quédate con él — comentó — Creo que Luciano tiene razón.

Eliza negó rápidamente.

— Debes tenerlo tú, porque eres el encargado del fundo — habló Eliza.

Abrazo de Alas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora