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Amy recordó una cosa. Fue un recuerdo fugaz, que apareció en su mente en un momento.

Andaban por un parque cogidos de la mano. La vegetación era abundante fuera del camino de piedra que daba curvas e iba en muchas direcciones. Las rosas, amapolas y margaritas eran las flores que inundaban aquel lugar, además de frondosa vegetación. Arbustos verdes, con hojas grandes y frondosas. Era primavera, tiempo de amor. Se sentaron en uno de los bancos de color negro, con las terminaciones redondeadas.

Las palabras resonaban en su mente, era como si estuvieran teniendo esa conversación en el momento. Era confuso, era como si estuviese sucediendo. Los chicos movían los labios, pero resonaba dentro de su cabeza. Ella se veía a su misma desde fuera, con una camisa blanca, y pantalones azul marino. El chico llevaba unos pantalones negros, y una camiseta del mismo color.

 —Te quiero —dijo el chico el su oreja.

Sus labios tocaron su oreja, y sintió un escalofrío por toda su columna. Las palabras, su aliento en su oreja...

Ella sentía las cosas, pero lo veía desde fuera.

—Y yo. Te quiero de una forma en la que no he querido a nadie.

Lo quería de verdad. Se querían de verdad. Su amor era palpable incluso por la gente que pasaba por ahí de vez en cuando. El sol se ponía rojizo por el horizonte. Las nubes eran moradas, y el cielo estaba pintado de tonos anaranjados y un violeta tan oscuro que podría confundirse fácilmente con azul marino.

Amy se acercó a el chico, y sus cuerpos quedaron a centímetros. Él tenía un brillo en los ojos, que ella interpretó como amor. Era real. El joven rozó los labios de Amy con los suyos propios, y Amy pudo sentir su aliento cálido, su respiración entrecortada. Finalmente la besó. La joven metió la mano bajo su camiseta. Quería tocarlo. Quería sentirlo. Olía a su colonia que se acostumbraba a echar, y que tanto le gustaba. El chico le miró directamente a sus ojos. Ella se estremeció. Sus ojos avellanados le miraban con un brillo especial.

—Nunca me dejes —dijo la chica en sus labios, entre beso y beso.

—Estás jodidamente loca si piensas que te voy a dejar alguna vez.

Se besaron, hasta que el alba dejó paso a la noche oscura.

Recordó otras cosas:

La llamada de la madre de Taylor, diciéndole que había muerto, y como casi se desmayó.

Su funeral. Algo emotivo, todos de negro. Amy le dedicó unas palabras, pero sus fuerzas decayeron mientras hablaba, y se echaba a llorar.

Unos meses de depresión en el que su vida se resumía en: helados, cama, música triste, cama y cama.

Cuando por fin pudo superarlo gracias a sus padres y sus amigos.

Otras citas con personas que no eran Taylor. Recordó aquella cita que tuvo con Chris. Los dos estaban en el cine viendo una película que no recordaba. Como Chris intentó besarla, y como ella se apartó, y salió de la sala echa una furia y con las lágrimas quemándoles los ojos.

Como dejó a todas aquellas personas diciéndoles que no podía estar con ellos, que no lo había superado. Que eran geniales, pero que no.

Y un remolino de imágenes de ellos dos. En la playa, en el campo, en una fiesta, cuando él le hizo una fiesta sorpresa por su cumpleaños; y que le regaló aquellos zapatos que tanto quería.

De vuelta a la realidad, Amy se estremeció. Se quedó en el rincón que había estado, con lágrimas saliendo de sus ojos.

La Noche Eterna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora