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Ella se tapaba el rostro entre sus manos, para que él no lo pudiera ver; a la vez que sollozaba, y las lágrimas acababan en sus manos.

¡Vete! ¡No quiero que me veas así!

Eres guapa incluso cuando lloras.

¡Mentira! —dijo ella.

El joven, se acercó a ella, y pudo sentir su presencia. Lo dejó. Estaba sentado junto a ella con una ropa parecida a la que tenía en su recuerdo del parque. Una camiseta gris y pantalones negros. Sus cabellos frondosos los llevaba de cualquier manera peinados, y la miraba. Quiso tocarlo, abrazarlo, sentirlo. Le tocó el brazo, y lo notó frío como el mármol. El joven hizo una mueca.

Es lo que pasa —se disculpó en su mente.

La joven quería hablar con él. Hablar de verdad. No de esa forma. No se sentía cómoda hablando así. Intentó formar una frase. No lo consiguió.

¿Por qué no puedes hablar?

Los muertos no podemos —aclaró el joven.

Ah. ¿Y por qué yo no hablo?

Está todo en tu mente.

Taylor se levantó, ajustando sus pantalones hacia arriba. Amy notó que le quedaban grandes. Recorrió toda la habitación. La chica lo siguió con la mirada a la vez que salía. Gritó y se levantó, siguiéndolo hasta la puerta.

¡No te vayas! —exclamó.

Me tengo que ir —comenzó— dentro de poco llegará algo en lo que no te puedo ayudar.

Cuando dijo aquello, el joven salió de la habitación, y la puerta se cerró con un sonido estridente y molesto para sus oídos. Oyó otro sonido, que quería decirle que el pestillo estaba echado desde fuera. Se derrumbó en una esquina del cuarto.

La Noche Eterna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora