La Noche Eterna [PAUSADA]

15

¿Taylor?

No, no podía ser él. No podía hablar; ¿cómo iba a ser él? Debería de tratarse de algún tipo de error. Simplemente no podía estar hablando en voz alta.

No era como las otras veces, las cuáles lo escuchaba resonar en su mente... No. Era mucho más nítido, y su voz tal y como la recordaba cuando vivía, cuando estaban juntos. Era una simple palabra: «Vale», pero a ella le recordaba a muchísimas cosas. Aquello no podía ser real.

«No puede ser Amy, no te ilusiones».

Incluso desde aquel estado en el que no podía con sus fuerzas pero seguía medio despierta, a la alerta de cualquier estímulo externo; se decía a sí misma que aquello no podía ser real.

Es que simplemente ella no lo podía asimilar.

Sentía al límite entre la consciencia y la subconsciencia como unas manos la subían hacia arriba bruscamente, y como andaba con ella poco a poco en brazos. Unos pasos por el suelo de su casa. Unos segundos después sintió como su cuerpo subía y bajaba levemente. Estaban bajándola por las escaleras.

También sintió como su pijama dejaba traspasar el frío de la noche, y sus bellos se erizaban levemente.

¿Taylor?

Nada. Ni un solo sonido, ya fuera procedente de su mente, o de su garganta salió.

Escuchaba el ruido de la noche, y como unas pisadas hacían crujir las hojas secas, que, según supuso, lo hacía quién la llevara.

Olía a naturaleza, árboles. Un olor que a Amy le gustaba, y le recordaba a su infancia; a como jugueteaba por ahí, entre los árboles con su padre cuando era pequeña.

Oyó murmullos. Una voz, dos...

Mantenían una conversación, pero no podía distinguir lo que decían. Escuchaba que articulaban palabras, pero no podía escucharlo todo, debido a lo bajo que mantenían aquella conversación. Eran tan bajo, que podía confundirse con el murmullo de la noche.

Pasos.

La luz de la luna era visible tras sus párpados cerrados, y poco a poco, fue abandonando la consciencia; quedando dormida.

Tranquila, la acción comenzará en breves. No tendrás tiempo de dormir.

Aquella voz retumbó en su interior, e incluso en sus ensoñaciones, la hizo retorcerse levemente, debido al escalofrío que recorría toda su columna vertebral.