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Las escaleras eran incómodas. Hacían ruidos cuando Amy apoyaba un pie. Se agarró en la barandilla para facilitar la bajada, y alumbró a el suelo con la luz de su móvil, que no contaba en aquel momento con cobertura para poder llamar. No había luz. Por eso hacía todo aquello en lugar de encender la luz. Amy se dijo que era muy oportuno, y maldijo entre dientes, asqueada. Ella sabía que estaba relacionada aquella voz con la pérdida de la luz.

Maldijo de nuevo vivir en aquel lugar, y llegó a la conclusión de que se tenía que defender por ella misma. Cuando hubo bajado unos peldaños, la luz de la luna se podía ver. La puerta estaba completamente abierta, de par en par.

Su casa era un absoluto laberinto. Comenzó buscando en la cocina. Nada. Cogió un cuchillo tan largo como su antebrazo, limpio y brillante. Ni en el salón. Ni el cuarto de baño de abajo. Ni siquiera había nada en la planta de arriba. Ni en el cuarto de sus padres ni en el suyo, ni en el cuarto de baño grande.

También echó un vistazo en el estudio de su padre, pero solo encontró unas librerías con libros de todos lo tamaños posibles, una mesa en el centro y una silla detrás de esta. Estaba convencida de que estaba loca.

«Estoy loca» —se dijo, sentándose en el suelo, y apoyándose en una de las estanterías.

Se guardó el teléfono en el bolsillo de su pijama, y pasó las manos por este repetidas veces para tranquilizarse.

No lo estás —dejó claro aquella voz.

¡Cállate!

No me voy a callar.

¿Quién eres? —preguntó la chica, desesperada por saber quién era aquella voz. No podía hablar, y decidió preguntárselo también:

¿Y por qué no puedo hablar?

Está todo en tú mente.

La chica se puso las manos en la cara, y se dijo que se tenía que tranquilizar.

Me gusta cuando te pones nerviosa —escuchó una risa en su cabeza, y le perturbó.

¡He dicho que cierres el pico! ¡Fuera de mi mente!  

Cuando gritó aquello en su propia cabeza le dolió durante un segundo. Cogió uno de los libros de su padre y lo tiró en dirección a la puerta.

No puedo irme. Te necesito  —pidió la voz.

¡¿Quién eres?!

Lo sabrás pronto.

Algo duro le golpeó en la cabeza, y la chica se quedó inconsciente, ahí. También le quitó el cuchillo; y a Amy le embargó una sensación fría en la mano. También le embargó esa sensación cuando una mano entró en el bolsillo de su pantalón de pijama y le quitó el móvil. Y se quedó ahí, en el estudio de su padre, echa un ovillo en el suelo de lozas blancas de su estudio, inconsciente.

No sabía quién era, pero tuvo la sensación de que no era nada bueno. Y su presentimiento fue correcto.

La Noche Eterna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora