Capítulo 4

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Como cada vez que tenía un bloqueo, ya sea artístico o personal, Yuri buscó desahogarse, así que ese jueves en la mañana, poco después de despedirse de Otabek, a un mes de la boda, cogió sus cosas y se fue.

Se fue al lugar que para él era como su fortaleza impenetrable, su pequeño lugar prohibido. Llegó a la academia de ballet donde solía estudiar de adolescente, después de breves saludos con sus ex compañeros, hoy docentes, alquiló la sala 6, la más pequeña y a su parecer, la más hermosa y se encaminó por el iluminado pasillo estilo victoriano decorado con fotos de famoss artistas en el ámbito de la danza clásica, hizo una breve parada en su fotografía, esa que ya hace años, cuando fue invitado a pertenecer al ballet nacional, había firmado para ellos.

Empujo levemente la puerta y entró al salón de espejos, dejó su enorme bolso en el suelo junto a su enorme suéter y caminó por la estancia estirando sus brazos un poco hasta el gramófomo situado a un lado. Tomó un disco de vinilo y lo puso a reproducir, inmediatamente empezó la música y él tomó sus zapatillas para prepararlas. Era esto un ritual casi religioso que había extrañado tanto desde la última vez que lo había hecho ¿Cuánto había pasado desde entonces? No lo recordaba.

Bendó sus pies, esos que en sus tiempos habían estado maltrechos y muy heridos por las largas horas de entrenamiento. Sonrió al recordar como es que Otabek los masajeaba en las noches y curaba las ampollas que se habían reventado en el transcurso del día; tener un mejor amigo-novio médico era de gran ayuda en esos momentos.

Se puso el protector y luego ató sus puntas firmemente antes de ponerse de pie para calentar y estirar sus piernas. Minutos después ya estaba haciendo algunas postura apoyándose siempre en la barra dorada mirándose escrutadoramente, había subido un poco de peso, tal vez por la falta de práctica y su cuerpo estaba algo rígido también, algunas de las posturas le costaban un poco.

Se puso de puntas cuando Appalachia Spring comenzó para acostumbrarse nuevamente a esa sensación, descubriendo que era más doloroso de lo que recordaba su cerebro, pero siguió con sus ejercicios por un momento. Definitivamente volvería a practicar pues estando así, de puntas, con sus mallas puestas y el cabello recogido en una media cola se sentía más Yuri que en todo el tiempo que llevaba recordando; porque la verdadera escencia de Plisetsky vivía ahí, entre vendas, puntas desgastadas y discos de música clásica. Yuri era más Yuri sobre los tablones del escenario, cuando las cortinas del teatro se abrían.

Tragó pesadamente, pensando en si abandonarse a esa cómoda vida que Otabek le ofrecía estaría bien. Levantó su mano izquierda, donde reposaba ese hermoso anillo negro que lo unía al moreno, ese que representaba el lazo casi irrompible que Yuri había creado y él estaba aprovechando para beneficiarse. Definitivamente ese aro debía decorar otro dedo, y quién estuviera en esas puntas debería ser otro rubio.

Sus piernas no pudieron sostenerlo, cayó pesadamente en el suelo y quedó tendido en el parquet mirando la preciosa araña que decoraba el techo mientras La bella durmiente empezaba a sonar en el aparato.

Nuevamente sus ideas se hicieron confusas y las dudas asaltaron su corazón. Pero no podía arreglar nada o solucionar su existencia si no hallaba la parte más importante de todo ese asunto, la llave de todo el misterio que le rodeaba... Yuri Plisetsky.

Y por esa razón estaba ahí, tratando de pensar cómo hacer para encontrar al verdadero. De esa manera tendría el extremo del hilo para comenzar a desenredar esa telaraña donde estaba atrapado.

Se puso de pie cuando el primer acto del Cascanueces adornó con sus notas toda la estancia y, de puntas, comenzó la danza que muy bien se reproducía en su memoria ¿Cuántas veces la había interpretado en su vida? Haciendo tanto el papel de la dama como del príncipe por su apariencia andrógina y su delicada silueta que le ayudaban con los movimientos sea cual sea el rol al que era asignado. Otabek amaba ese ballet, solía ir a ver la premier siempre que se estrenaba y Yuri moría de felicidad al verlo entre el público o en el camerino cuando fue ascendido y frecuentaba los palcos más que el salón.

Experimento 27 [OtaYuri] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora