Capítulo 3

32 13 2
                                    

Me doy la vuelta para acomodarme mejor en la cama, pero un cuerpo me lo impide. Me remuevo y paso mis manos por mis ojos. La luz del sol traspasa las cortinas haciendo que la habitación quede iluminada. Intento moverme de nuevo pero no puedo. Giro mi cuerpo sobre el mismo lugar y entre abro los ojos. Veo unos ojos cerrados, una nariz y unos labios. Cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos. Sigue estando ahí.

Alzo la sábana para asegurarme de que nada pasó y efectivamente por lo menos ambos estamos con ropa. Yo con mi bata que prácticamente no cubre nada y él en ropa interior, dejando a la vista sus abdominales.

—¿Cómo llegó este aquí?— susurro

Él se remueve y su brazo rodea mi cintura. Aguanto la respiración por unos segundos hasta que él vuelve a moverse. Su brazo se mueve y sus ojos se van abriendo. Cuando me ve una sonrisa se forma en su cara.

—Creo que te equivocaste de cuarto, Luna.— dice con la voz ronca.

—¿Disculpa?

—No te hagas la inocente, no me molesta.

—Eres tú el que está en el cuarto equivocado.— digo con evidente disgusto.

—No me digas...— mira a su alrededor y luego vuelve a mirarme. Su sonrisa crece y se da la vuelta. Lo muevo con mis brazos y él me ignora.

—No puedes seguir durmiendo, vete a otra habitación.

—Déjame dormir, Luna, la cama está cómoda.— murmura

—No me importa, este es mi cuarto.

—Pues vamos a compartirlo.— estoy segura de que dijo eso sonriendo.

—Ni lo sueñes búscate otro.

Doutzen se sienta en la cama y estira sus brazos. Mis ojos hacen un recogido por su piel expuesta hasta su rostro, pero me está mirando. Ahí va otra sonrisa.

—Una foto dura más.— asegura. Me siento también y su mirada baja a mis pechos. Rápidamente me tapo con la sabana.

—Quiero que te vallas.

—Ya cálmate, no sabia que era tu habitación.— trata de disculparse. Lastima que yo sé que no es sincero.

—La habitación de doble puerta es la mía. Claro que lo sabes. Siempre lo has sabido.— digo de mala gana.

Doutzen se acerca y yo no me muevo. Se acerca un poco más hasta casi estar sobre mi cuerpo.

—¿Estás hablando de lo que creo que estás hablando?— hace una pregunta retórica, puesto que ya sabe la respuesta. — Lo siento, de verdad lo siento.— dice, esta vez si es sincero pero eso no es suficiente.

—No hay disculpa que valga, Doutzen.— susurro

—Fue hace tiempo, podemos continu...

—No te atrevas a decir eso. Lo que hiciste me lastimó. Yo no puedo solo olvidar...— él se acerca un poco más y nuestras narices prácticamente están juntas. Sus ojos bajan a mis labios. Se acerca más y su intención es clara. Besarme. Antes de que logre su objetivo muevo mi rostro y sus labios terminan en mi mejilla. Cierro los ojos disfrutando esa fracción de segundos hasta que él se aleja, pero sigue estando muy cerca.

—Puedo hacerte olvidar. Hagamos que funcione.— su voz está cargada de tantos sentimientos que me abruma. Me confunde. Mis ojos siguen cerrados y no quiero abrirlos.— Mírame— no quiero. —Por favor, déjame ver eso hermosos ojos. Sabes que son míos.—

Su comentario me regresa al pasado. Una historia jamás contada. Algo inédito, que sorprendería a muchos.

Abro mis ojos y lo miro. Veo los suyos que son igual de hermosos y míos. Y entonces pasa, lo beso. Muevo mis labios sobre los suyos que aún están sorprendidos. Cuando se da cuenta de que lo estoy besando sus manos se mueven a mi cadera y las mías se unen detrás de su cuello. Inclina su cuerpo hasta que ambos caemos al colchón de nuevo. Se acomoda encima de mí y una de sus manos sube a mi rostro. El beso se vuelve menos hambriento para luego volverse nada.

—Todavía tenemos química. Después de tanto.— dice sobre mis labios, mirándolos.

—Esto no significa nada.— digo mirando hacia otro lado, que no sean sus ojos.

—No te atreverías a decir eso mirándome a los ojos, no puedes. Sé cuando mientes, Luna. Sé todo.

Y lo odio. Odio que sepa todo. Odio que siga provocando cosas en mi. Después de tanto.

—Quiero que te vayas.— digo

—Tú fuiste la que me besó, recuerda eso.— me da un último beso en la mejilla y luego coge su maleta que hasta ahora veo y se va. En ropa interior.

Me quedo ahí. Sola, porque así lo quise.

Una Noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora