Capítulo 8

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Doutzen siguió sus palabras, no volvió a insistir, y en parte lo agradecía. Necesitaba tiempo para pensar en cómo iban a salir a la luz las cosas. Aunque sólo era una cosa, un suceso que marcó un antes y un después en mi vida. Porque si yo hubiera contado lo que pasó en ese momento nada sería igual. Él me vería de otra forma, estoy segura de eso. No es una noticia que se deba tomar a la ligera. Debe procesarse, el dolor que trae es uno de los más fuertes que puedan existir. Y no quiero que él pase por eso, no quiero que viva lo que yo viví.

Evidentemente esa no es mi decisión, él ahora mismo está lleno de muchas dudas y el no saber qué pasó hace que este inquieto y siempre esté viéndome. No ha vuelto a hablarme pero está pendiente de todo lo que hago. Estamos a la mitad del antepenúltimo día. Anoche no baje a ver las películas y me quede en mi cuarto durmiendo. Hoy sí quise ver películas y todos se apuntaron de nuevo. Elena se ha encargado de traernos las palomitas de maíz y las bebidas, ella es increíble. Doutzen y yo estamos cada uno en una esquina diferente. Los chicos notaron eso pero no hicieron preguntas.

La tarde se ha ido entre risas y anécdotas de parte de todos. Compartimos este tiempo que nos queda y tratamos de fortalecer lazos. Algunos se van mañana por la mañana, aunque les dije que podían quedarse hasta el último día. Cuando la película se acaba nos dividimos. Jezabel, Haziel, Lionel y Lía se van para la piscina. Izan, Aledis, Jerald, Doutzen y yo nos vamos para una feria que queda cerca de aquí.

Nos cambiamos y nos vamos todos en un carro. El camino de la casa a la feria dura más de treinta minutos. No estaba tan cerca como pensé. Ese tiempo en el auto la música y las risas de Izan y Aledis son las que llenan el silencio. Jerald se paso todo el camino viendo algo en su teléfono y Doutzen prefirió mirar por la ventana. Cuando llegamos a la feria la fila duro aproximadamente diez minutos. Desde antes de entrar se podían ver las montañas rusas y se podían escuchar las personas. Nuevamente nos dividimos, Izan y Aledis se fueron juntos y Jerald dio una vaga excusa de que se iba a encontrar con alguien, aunque viniendo de él se puede esperar cualquier cosa.

Doutzen se me quedó mirando y pude ver que dudo un poco antes de hablar, pero terminó haciéndolo.

—¿Qué quieres hacer?

—Ir a esa montaña rusa.— dije señalando una que estaba delante de nosotros. Él asintió y tomó mi mano, esa acción me sorprendió pero no dije nada.

Caminamos hasta la montaña rusa y cuando llegamos la fila no duró mucho, por lo menos. Cuando nos montamos hubo un corto silencio que fue interrumpido por el sonido de la montaña rusa cuando se movía. Desde donde estábamos se podía ver todo el lugar y más. Las personas se veían tan chiquitas y así mismo era como yo me sentía. Tener a un Doutzen callado, que evidentemente no tiene intenciones de hablar puede ser muy incómodo e intimidante.

Él tenía su mano en el tubo, lo estaba apretando tanto que sus nudillos estaban blancos. Los nervios se apoderaron de mí y casi por instinto estiré mi mano para ponerla encima de la de él. Se dio cuando del acto antes de que ocurriera y sacó su mano. Eso hizo que mi corazón se encogiera y mi mano quedó suspendida en el aire. La baje y la puse en el tubo donde anteriormente estaba la de él.

— No quiero que estemos así.

—Tú cáusate esto, tú y tus secretos.

Cierro los ojos cuando escucho eso. Él de verdad estaba enojado. Y aunque él no sepa y no entienda eso me duele.

—No es tan sencillo contar algo que va a causar mucho daño.— intente explicarle

—No es tan sencillo querer estar con alguien que no confía en ti.

—No estamos hablando de confianza.

—Todo tiene que ver con la confianza. Hace un año no me dejaste explicarte lo que realmente pasó, y ahora me ocultas algo que parece un secreto de estado. Qué es tan malo que no me lo puedes decir.

—Si yo decidiera contar lo que pasó, sería como desatar una serie de eventos que no quiero que ocurran. No quiero contar nada porque no quiero vivir lo que viene después.

—Me dejas en el mismo punto, pero está bien. Si no quieres decirme nada lo comprendo, no voy a insistir más, ya lo dijo.

Mientras hablábamos él miraba la vista. Y se mantenía alejado. Y no quiero eso. No quiero que se aleje ni que me deje de hablar. Me gusta estar con él, me gusta lo que siento cuando estoy con él. Y es ahí cuando me confundo más que nunca porque lo quiero a mi lado pero lo que me atormenta lo va a alejar más. Sé que de alguna u otra forma va a enojarse conmigo más de lo que está ahora. Pero aún así decido que si este secreto ya nos está alejando, cuando salga a la luz no tendría nada que perder.

—Te lo voy a contar todo, sólo dame esta noche.

Por primera vez desde que estamos aquí arriba él me mira.

—¿Por qué necesitas una noche?

Lo miro directamente y trato de transmitir la seriedad del asunto.

—Porque no sé qué vas a hacer cuando sepas lo que ocurrió. Por si está es la última noche que me quieras a tu lado.

Al parecer si funciono y él comprendió que sí es algo muy grave lo que pasó. No dijo nada durante unos segundos que parecieron eternos.

—Entonces, qué quieres hacer esta noche.

Mi mente imagina un sin fin de cosas pero aprovechando que estamos en la feria debemos disfrutar al máximo.

—Seamos nosotros mismos esta noche. Seamos los de antes, que se buscaban para todo y disfrutaban cada momento juntos. Seamos lo que siempre quisimos ser pero no pudimos.

Una sonrisa se formó en su rostro y se acercó a mí. Puso su mano sobre la mía que aún estaba en el tubo y dejo un beso en mi mejilla. Yo reí y volví a dar el paso, junte nuestros labios en un beso que decía mas que mil palabras porque si está era la última noche que podría disfrutar de esto tenía que ser como se debe. Nuestro beso fue complicado, guardaba anhelo, deseo, enojo y tristeza. Con algo de felicidad porque con todo y eso se sentía bien, se sentía correcto.

Nos fuimos separando y juntamos nuestras frentes. Para cuando nos separamos nos dimos cuenta de que la montaña rusa había parado y el encargado estaba abriendo la puerta. Bajamos y caminamos tomados de la mano. Fuimos por un algodón de azúcar que terminó por toda nuestra cara por nuestros juegos.

Subimos a más montañas rusas pero estas eran más extremas y llenas de adrenalina. Luego de varias vueltas y una bolsa de palomitas de maíz. Vimos a lo lejos a Jerald con una chica. Los dos nos quedamos sorprendidos en cierta forma, no creíamos que de verdad se viera con alguien. Pero al parecer sí. Ambos sonreímos como si tuviéramos que guardarle el secreto. Aunque no estuviera haciendo nada malo, más que comer nachos con queso a su lado.

Nos tiramos muchas fotos y entramos a una casa embrujada. Y realmente sí me dio mucho miedo. Todo el camino fui abrazando la espalda de Doutzen y técnicamente no vi nada. En ocasiones la espalda de él se tensaba pero supongo que es porque también se asustaba.

Al final de la noche, cuando ya estábamos en mi cuarto y nos mirábamos al espejo. Veía como nuestros ojos brillaban y como sonreíamos. Sí, se sintió como antes. Fuimos eso que quisimos ser, eso que debió ser. Y valía la pena el riesgo, tenía que contar todo si de verdad quería tener algo con él.

Pero de no ser así el caso y él decidiera que no quiere tener nada conmigo, luego de contarle todo, podía tenerlo estas pocas horas que quedaban de la noche.

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