Capítulo 9 [parte 3]

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Para cuando termine de contarle todo él era un mar de lagrimas al igual que yo. Esperé de todo, que me gritara, que se enojara y no quisiera verme, espere muchas cosas negativas menos que me abrazara y llorara conmigo durante horas. Estuvimos ahí sentados sufriendo la pérdida como si hubiese sido ayer. De vez en cuando me atraía más hacia él, como si así pudiera demostrarme lo que con palabras no puede. Le temí tanto a su reacción que ahora sólo puedo abrazarlo más cada vez que él lo hace.

La noche estaba bastante fría y por más que yo no quisiera despegarme de él, teníamos que entrar a la casa si no queríamos enfermarnos. Puse mis manos en sus hombros y lo moví un poco. Hice fuerza para despegar su cuerpo del mío y moví mis manos hasta su rostro.

—Ya está haciendo mucho frío, debemos entrar.— dije en un susurro.

Él asintió levemente y luego se levantó. Yo seguí sus pasos y cuando llegue a su lado él paso su brazo izquierdo por mis hombro. Caminamos en completo silencio hasta llegar a mi habitación y allí nos encerramos. Doutzen fue a la cama y se acostó boca arriba pero con su brazo derecho tapando sus ojos. Yo por mi parte decidí dejarlo solo y me fui al baño. Me quite la poca ropa que llevaba y me acosté en la bañera. Mientras se llenaba deseaba de todo corazón que Doutzen no dejara que el dolor lo consumiera, como me pasó a mí. Deje que mi cuerpo y mente se despejaran porque después de haber revivido todo lo necesitaba.

El sonido de algo rompiéndose en el piso hizo que me sobresaltara. De inmediato más cosas impactaron contra el piso y sentí miedo a la hora de salir del baño. Me envolví con una toalla y caminé hacia la puerta, luego la abrí lentamente. Asome mi cabeza para ver como Doutzen continuaba tirando cosas al piso. Estaba enojado y triste, se veían las lagrimas en su rostro y las venas marcadas en sus brazos. Salí y caminé hacia él, amaré bien la toalla y me acerqué más. Tenía otra cosa en su mano lista para tirarla, antes de que pudiera hacerlo me paré delante de él. Me miro y mis ojos se aguaron de sólo verlo así. Estaba destrozado, justo lo que quería evitar estaba pasando. Le quite el objeto de su mano y lo dejé en la cama. Luego lo abrace, dejé caer mi cabeza en su pecho y aspire su aroma. Mi abrazo logró tranquilizarlo, él me abrazo más y bajó su cabeza hasta mi hombro.

—No sé cómo soportaste esto, siento que me estoy muriendo.— soltó con la voz rota.

—Sólo aprendí a sobrellevarlo, no creo que algún día lo supere.

—Me mata saber que en este momento pudiéramos ser una familia. Me mata saber que ibas a ser la madre de mi hijo y ya no. Podríamos estar tan felices ahora mismo. Nuestra relación era tan estable que a mi tampoco me hubiese importado que fuéramos padres jóvenes. Eres una mujer fuerte que fue capaz de guardarse todo y continuar. Y te amo, de verdad te amo.

Sus palabras y confesión hicieron que volviera a ser un mar de lágrimas. Sabía que ambos sentíamos algo pero hasta ahora le damos nombre, amor.

—Yo también te amo, Doutzen.

Más tarde cuando Doutzen ya se había bañado y yo me había puesto una bata para dormir. Estábamos acostados mirando el techo.

—No voy a ir a la escuela mañana.—dijo Doutzen, después de haberse volteado hacia mi y haber entrelazado nuestros dedos de las manos.

—Podríamos quedarnos aquí, pero sólo hasta mañana. Sabes que estamos en la recta final, ya casi nos graduamos. No nos podemos dar el lujo de faltar.

—Está bien, sólo hasta mañana.—estuvo unos segundos callado hasta que volvió a hablar— ¿Cada vez que me veías en la escuela pensabas en eso?

Solté un suspiro antes de contestar.

—Pensaba todos los días en eso, y todavía cada vez que veo a un bebé me imagino lo que pudo haber sido. Pero ahora no duele, el recuerdo es uno muy doloroso pero aprendí a manejarlo. Él está bien y con eso me basta.

—Íbamos a ser padres, Luna.

—Íbamos a ser unos grandiosos padres, no tengo duda de eso, pero ya no pienses en eso. Como dije, él está bien, es en lo que tenemos que pensar para que la herida deje de abrirse con cada pensamiento.

—Necesito que me regales de esa madurez que tienes. Me siento un niño al lado tuyo.

Su comentario me saca una sonrisa. La primera sonrisa de la noche. Él logra esas cosas, después de todo.

—Tú eres más divertido. Nos complementamos.— volteó mi cuerpo en su dirección y acarició su rostro. Él se acerca a mi y deja un beso en mis labios. Luego otro y otro y otro. Se coloca encima de mi y deja un camino de besos desde mi cuello hasta el escote de mi bata. Cruzo mis manos detrás de su cuello y lo atraigo hacia mí para volver a besarnos pero con más intensidad.

—Debemos detenernos.— dice sobre mis labios

—Por qué

—Porque no hemos comido nada y ya es muy de noche. Además, estas ganas que nos tenemos implican mucha energía que ahora no tenemos.— él termina de explicarme pero yo sigo dejando besos en su cuello.— Luna.

—Yo no tengo hambre.

—Como quiera tenemos que comer algo. Te prometo seguir después. Estoy seguro de que tenemos mucho tiempo.

—Espera, admitiste que nos tenemos ganas.— digo alzando una ceja.

—¿Estoy equivocado?

—No— ambos sonreímos.

Luego de comer algo que Elena nos había dejado preparado volvimos a subir a mi habitación. Recogimos las cosas que habían tiradas en el piso y botamos las que estaban rotas.

—Lo siento.

—No te preocupes, pase por lo mismo.

—Soy consiente de que para ti fue peor, mucho peor.

—Ya no quiero hablar de eso, Doutzen.

—Esa frase la había escuchado antes.

—Ahora no tengo nada que esconder, lo sabes todo, pero aún así no quiero hablar del tema.

Siento como él se mueve hasta llegar a mi espalda y abrazarme. Recuesta su cabeza en mi hombro y deja salir un suspiro.

—Ya no vamos a hablar más del tema.

—Gracias.

Deja un beso en mi cuello y después se aleja.

—¿Vamos a dormir?— pregunta con algo de doble sentido. Me volteo y le sonrío.

—Sí

—¿Sí?

—Ahora quiero dormir.— digo mientras camino hasta la cama y me meto bajo las sabanas.

—Como quieras.— dice siguiéndome. Apaga la luz y llega hasta donde mi. Siento su respiración en mi cuello y suspiro.

Por nada del mundo pensé que este día terminaría así. Pero ahora estoy más que agradecida de saber que no lo perdí ni me odia. Al contrario, estamos más unidos que nunca.

Una Noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora