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Sábado, me desperté en la misma posición en la que me había dormido. Mimi estaba justo detrás de mí, podía sentir el calor de su cuerpo en mi espalda, y aún tenía la cabeza apoyada en ella, su brazo abrazaba mi cintura y mis dedos entrelazaban los suyos, creí que era un sueño pero no, me acababa de despertar, y ella estaba allí. Intenté moverme sin despertarla, pero se aferró un poco más a mí, conseguí colocarme mirando hacia el techo, y se acomodó con su nariz respirando en mi cuello. En estos momentos la observaba tan delicada, tan frágil...no era la misma persona a la que abofetee en el baño aquella noche, en ese momento volvía a ser la Mimi de la cual yo estaba completamente enamorada, mi Mimi...aquella a la cual yo no sabía que le estaba pasando, porque estaba actuando como lo estaba haciendo, porque estaba anoche en aquel callejón con aquellos tíos en aquellas condiciones...Besé su frente, y me quedé un momento ahí, intentando grabar su piel en mis labios, sintiendo su piel cálida en mi cuerpo, su aliento en mi cuello, sus dedos entrelazados entre los míos, sólo un segundo más. Me levanté de la cama a regañadientes, no quería dejarla allí, pero tampoco quería que cuando se despertara fuera yo lo primero que viese, porque seguramente no se acordaría de nada de lo que pasó anoche, ni de mí, ni de cómo llegó a casa, y espero que de lo otro tampoco se acordara, así que me volví a poner mi ropa, y me marché a casa dejándola tranquila entre sus sueños.

La semana pasó sin cambios, Mimi y yo ya no disfrutábamos de ningún momento a solas ya que no coincidimos en toda la semana, la señora Doblas se veía preocupada por su nieta y eso a mí me ponía más nerviosa. Pasé alguna tarde en la habitación de los espejos, sentada frente a aquel encendido Navideño que seguía dibujado en uno de los espejos, preguntándome que podía hacer para volver a acercarme a Mimi, para poder ayudarla, o más que sea poder entenderla, pero a pesar de las horas, no encontré respuesta.

Cuando entré en la discoteca el viernes por la noche, no encontré a Mimi, ésta vez no estaba subida a la tarima, ni la vi en la pista ni en la barra, pero sí que me encontré con aquel tío que la estaba molestando la noche de fin de año, no sé qué cable se me cruzó por la cabeza, pero fui directa hacia él y cuando lo tuve de frente planté mi mano en su cara, la verdad es que nunca había sido agresiva, pero últimamente me estaba luciendo. Me sacó a trompicones a la parte de atrás de la discoteca, a aquel maldito callejón, mientras yo me movía incomoda y le preguntaba por Mimi.

- Parece que tu amiga ya no se divierte tanto contigo...- Me dijo.

- ¿Qué le has hecho hijo de....?

- Eh eh...tranquilita... eres guerrera ¿sabes? Me gusta.

- Suéltame cabrón. Dime qué coño le has hecho.

- Yo no le he hecho nada....sólo nos divertimos juntos y bueno... – Me miró con una cara que me dio mucho asco – Ya que ella no está aquí...puede que me entretenga contigo hoy.

Me arrinconó junto al contenedor, mientras yo intentaba liberarme de él, mi rodilla acabó golpeando su entrepierna, pero no le importó mucho ya que me devolvía la bofetada que yo le había dado antes de comenzar nuestra conversación, sólo que el doble de fuerte. Intenté gritar pero me volvió a cruzar la cara por el mismo lado de la primera vez y agarró mi cuello mientras comenzó a meterme mano. Dejé de escucharlo, porque me paralizó el miedo, sentí sus manos sobre mi cuerpo pero no pude moverme, entonces la escuché:

- Eh tú, suéltala gilipollas!

Sentí como el peso de su cuerpo se separaba de mí, mi cuello quedaba liberado y el aire volvía a entrar en mí, con dificultad, pero volvía a respirar.

Fix YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora