3.

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Después de un par de Gin-Tonic le dije a Miriam que tenía que ir al baño, no era mentira, pero mis ojos habían perdido a Mimi hacía rato y se empeñaron en dar una vuelta por la discoteca para ver si la encontraba. Mi sorpresa fue cuando me la encontré en el baño, subida en el lavabo, con la espalda pegada a la pared, arqueada, con su cuello al descubierto mientras un tío la devoraba. Cerré la puerta y sus ojos se volvieron a clavar en los míos, me volvía a mirar con rabia, sobre todo cuando notó que el chico sacaba la mano de debajo de su falda.

-Sigue- Le ordenó

Con esa voz como para no acatar sus órdenes. Me metí en uno de los cubículos sin vergüenza ninguna, la escuché gemir desde allí, no se cortaba ni un pelo, y mi piel se erizó al escucharla decir:

- Eh, eh, no te equivoques, mi boca no es tuya, puedes seguir por donde ibas.

Joder con Mimi, me estaba poniendo mala y ni siquiera la estaba viendo. Tuve que salir de allí y fui directa a lavarme las manos. Cuando sintió mi presencia, el tío se apartó de ella, murmurando que así no podía y que no había forma, dejándola allí con las ganas. Se bajó del lavabo y se colocó la falda, me miraba, podía notar cómo sus ojos me atravesaban, cuando levanté la mirada volví a ver la rabia en sus ojos.

- Definitivamente, ¿a ti no te han enseñado a llamar a la puerta?

Borde, otra vez esa rubia borde y descarada. Esta vez no me iba a dejar con la palabra en la boca, me negaba, así que puse mi mejor sonrisa y le contesté:

- Es un baño público. ¿A ti no te han enseñado a poner el pestillo?

Esta vez fui yo la que la dejó con la palabra en la boca, y se ve que no estaba acostumbrada ya que cuando salí del baño, me agarró del brazo, me pegó a la pared y con su mirada clavada en la mía me dijo:

- Que no se vuelva a repetir.

Se marchó dejándome allí, aún pegada a la pared e intentando que mi cerebro diera las órdenes para que mi cuerpo comenzara a moverse y a que mi corazón volviera a latir con el mismo ritmo de siempre, no de esa manera tan desenfrenada. la había tenido a escasos centímetros de mi, y su mano había estado en contacto con mi piel, no sabía porque me provocaba esas sensaciones cuando lo único que podía hacer era odiarla por sus constantes aires de superioridad. Como pude volví a donde estaba Miriam, no sin antes echar una ojeada por toda la discoteca, pero esta vez sí que no la encontré por ningún lado, lo más lógico después de haberle jodido el polvo es que se haya marchado de allí.

Estuvimos hasta las tres de la mañana en la discoteca, al día siguiente no tenía clases ni que ir a trabajar así que aproveché para disfrutar hasta que decidí que me llevaba a Miriam ya a casa o luego no podría con ella. Cogimos un taxi y creo que el taxista agradeció cuando nos dejó en nuestro destino, Miriam no dejaba de berrear un intento de canción en la cual de sus labios sólo salía ruido, la llevé a su habitación y como pude la metí en la cama, antes de meterme en la mía decidí darme una ducha y mientras el agua caliente caía sobre mí, no podía borrar una imagen de mi mente, Mimi, Mimi sobre el lavabo, Mimi con la espalda arqueada, Mimi con su cuello al descubierto, Mimi y sus gemidos...

Esa noche, fue la primera noche en la cual Mimi se adueñó de mi subconsciente, y de mis sueños....

Me sonó el teléfono a las 7 de la mañana, ¿qué día era? ¿No era sábado? Yo no tenía clase hoy, tarde unos segundos en reaccionar y darme cuenta de que era una llamada telefónica

- ¿Si?- Contesté adormilada

- Ana, menos mal que te encuentro! – Era Noelia, ¿Qué demonios quería a estas horas? Pero las siguientes palabras me hicieron reaccionar y levantarme de la cama en medio segundo.

- La señora Doblas está en el hospital.

Fix YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora