Capítulo 10.

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                                                                                       Abraham

Las lágrimas cesan sin parar en un berrinche de carrera acabando en la comisura de mis labios.
Cada una de ellas son tan saladas, dejando huellas en cada parte de la habitación.

Arrancaría cada raíz de mi pelo a cambio de su vida.

Han dejado ir a mi mejor amigo, la única familia que tenía. ¿Qué sería de mí?
Ahora no tengo a nadie para que me haga reír el día de nochebuena; siempre contaba su chiste de las uvas.

Ni siquiera tengo voz ni voto en estos instantes, quitaron un pedacito de mí. ¿Qué es lo que tendría que hacer?

Tomás, amigo. Dame una última palabra o tonterías de las tuyas, y si hace falta te dejo comer en mi coche.

- Abraham, vamos - dice Miguel en un nuevo intento-

Él me entrega su mano, apoyo la mía con la suya. Sin evitarlo lo abrazo.

- Venga, ya está - dice dando respuesta a mis sollozos con unas palmaditas en la espalda-

- Necesito pillar al asesino, quiero destrozarlo como lo hizo con Tomás - cada palabra suena a odio, y es así. Me encantaría tenerlo en mis ojos y partirle sus sucias manos-

- Mateo, no te distraigas ahora con eso. Hay un caso por delante, te puedes distraer y...- nada más oír la primera frase salto a la defensiva-

- ¿Me pides que deje de lado el homicidio de mi amigo y siga con el caso? ¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! - sus ojos verdes se convirtieron en agua ardiente-

- No me grites - dando relevancia a todo presente-

- Te puedo permitir que me digas de  todo, pero, algo así jamás - la última palabra que sale de mi boca escapa conmigo por la puerta de la casa-

Ahora mismo muchas miradas van hacia mí, me es inferior en estos instantes.

Subo al coche, doy varios golpes de impotencia encima del volante y arranco el motor.
Antes de conducir, cierro los ojos y veo a ella. Malú. ¿Por qué carajos está siempre en mi mente?

[.....]

Dos horas después de tanatorio, llegó el momento en ver como entierran a mi amigo.

El esmoquin que llevo puesto se cubre con cada lágrima que derramo. Aunque las gafas de sol disimula los ojos hinchados de tanto llorar.

Antes de irme dejó su cazadora del trabajo.

De camino al coche un señor de tercera edad interviene en mis pasos.

- Disculpe señor Mateo, don Tomás dejó esto para usted - inclina sobre mi una caja-

- Gracias - digo en una voz ronca-

Él se despide con una sonrisa tímida dejando ver su pelo canoso.

Al estar en la altura de mi vehículo dejó dicho objeto en el portabultos.

Al subir arrancó el motor, y se pone de inmediato Bruno Mars. Sin duda uno de mis ídolos, a pesar de serlo también MJ salta alternativamente a You are not alone.

Mantengo mi compostura frente al volante, agarrándolo con firmeza.

Sin saber a dónde estoy conduciendo me estoy dejando llevar por la canción.

Narra Malú:

La pulsación del teclado va a un ritmo constante, y a la vez rápido.

Acto seguido a ello voy escribiendo notas en la libreta.

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