Epílogo

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Su mirada estaba perdida en el espejo en frente. Sus ojos canelas reflejaban un brillo tan especial, un brillo que creyó nunca tener.

La imágen del espejo aún no la podía creer. Su cabello negro estaba enrrostaco en un moño con algunos mechones sueltos y rizados, sus ojos resaltaban el delineado perfectamente hecho de manera sutil y delicada. La estilista había hecho un gran trabajo. Sonrió al mirar el resto de su reflejo, ese vestido hecho a su medida, que resaltaba el blanco. Era perfecto, como un sueño hecho realidad. Aún no podía creer lo que estaba apunto de cumplir jamás se imaginó en esa posición.

Su mirada se dirigió hacia la cuna que estaba en su habitación y sonrió con dulzura acercándose. En ella descansaba ese Ángel que llegó a su vida dándole esa luz que hacía falta, complementando su felicidad. Esos ojitos azules del niño de cuatro meses la miraban con curiosidad, sus cachetes estaban rojos y grandes, eran demasiado tiernos que hasta daban ganas de apretarlos. Ella sonrió y su pequeño hizo lo mismo, en su pequeña boquita apareció una sonrisa tan hermosa y adorable.
—Te amo tanto— dijo mirándolo fijamente y el niño solo volvió a reír. Ese pequeño se había convertido en su todo, era un guerrero que luchó por estar en esa vida, aferrándose con tanta fuerza y sentía su corazón latir al verlo ahí junto a ella. El niño era idéntico a Jack, tenía sus hermosos ojos azules que hipnotizaban a cualquiera. Lo único que había heredado de ella, era su cabello negro.
—¡Ay! Dios mío Sabana estás divina— dijo Gabriela entrando a la habitación. — Mí hijo es un afortunado— continuó la castaña con una sonrisa maternal. — Te he traído un obsequio especial— dijo la mujer entregándole una pequeña caja a la pelinegra. — Perteneció a mí madre, me lo dio el día de mí boda, así que quiero que lo lleves tú también— dijo su suegra mirándola con dulzura. En la pequeña caja había un brazalete con diamantes encrustados.
—No sé qué decir Gabriela ésto es demasiado— dijo ella con lágrimas en sus ojos. Agradecía que el maquillaje era contra agua.
—¡Oh! No llores pequeña, que vas arruinar el delicado deliniado— dijo Gabriela de manera maternal limpiando su mejilla. Ese momento se sintió como una madre encargándose de su hija. —Estoy tan feliz que mí hijo haya encontrado la felicidad con una mujer como tú— añadió su suegra sonriendo y luego su mirada viajó hasta la cuna. —¡Oh! Tú pequeño Angelito vendrás con la abuela para irnos a la iglesia y dejar que mamá terminé de alistarse— dijo la mujer alzando a su pequeño nieto, mientras ella colocaba el brazalete en su mano derecha. Ver a su hijo en brazos de su abuela  vestido con su traje perfecto para su pequeño cuerpo la hizo recordar uno de los mejores días de su vida. El día de su llegada.

Flash back

Ella miraba, su celular al ver que no tenía ninguna llamada del bufete, comenzó a ser su trabajo en casa, podía estar embarazada, pero no enferma y nadie la iba a detener. La puerta de su penhouse "sí, había regresado a su departamento, pero está vez no estaba sola" se abrió y de ella apareció ese arrogante, atento y hermoso chico. Miró a su prometido con una sonrisa y él inmediatamente se acercó robándole un delicioso beso enfundio de pasión.
—Te amo— susurró entre besos y ella sonrió. Se separaron por falta de oxígeno y porque sintió un pequeño dolor en su abultado vientre.
—Ahh— dijo agarrando su vientre e inmediatamente Jack la miró preocupado.
—Sabana ¿Estás bien?¿Por qué te estás orinando?— preguntó el rubio y ella lo fulminó con la mirada ¿Cómo podía preguntar eso sí su hijo estaba deseando salir?.
—No me estoy orinando imbécil, es tú hijo quién quiere salir— gritó desesperada por el dolor de las contracciones. — llévame a un estúpido hospital— volvió a gritar al notar que Jack se había quedado inmóvil y en shock.

Al reaccionar el rubio la agarró estilo princesa, dirigiéndose inmediatamente a la salida para llegar a su auto y arrancar con dirección al hospital.

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