Sabana Williams una chica hermosa, egocéntrica, manipuladora, prepotente y testaruda.
Una abogada con una vida vacía, dueña de su propio imperio.
A sus 26 años, una mujer decidida, segura de sí misma, pero algo falta en su monótona vida.
Jack Miller...
Sabana miró de nuevo los documentos y miró a Jonhsom que la miraba impaciente. -lo siento, esto ha sido una perdida de tiempo, no sé puede hacer nada- dijo la pelinegra y miró al empresario Miller que sonreía con arrogancia y eso la ponía furiosa. No iba a negar que era guapo, cabello rubio, piel blanca, sonrisa perfecta, cuerpo de infarto y esos ojos azules que te hipnotizaban, ojos que ella sentía que había visto antes, pero no recordaba.
Él la miraba y está vez ella no bajo su mirada. -¿te conozco?- preguntó extrañada aunque no lo recordaba algo le decía que lo había visto antes. -tal vez- contestó él sonriendo con malicia al ver la expresión de ella. -bueno creo que ya los puntos están claros y bueno no hay nada que hacer- dijo Tyler para que se acabará la guerra de mirada que se tenían ellos. -bueno mi cliente y yo nos retiramos- dijo Sabana levantándose de la silla al igual que Jonhsom. -un gusto conocerlo doctor Wilson- dijo la pelinegra estirando su mano y el castaño se la acepto e hizo lo mismo con Jack. -señor Miller- dijo pero su mano quedó en el aire y la quitó un poco avergonzada por culpa de ese prepotente, idiota y sinónimo de animal.
Sabana iba rabiosa, uno porque había perdido, dos por sentir curiosidad por ese tipo y tres por que la humilló frente a Jonhsom y su abogado.
Llegó a su penhouse, se dio una ducha y luego se tiró en su cama, ese día había sido muy largo.
Estaba quedándose dormida y una mirada se apoderó de su mente, esos ojos azules llenos de odio que la miraban fijamente. Abrió los ojos y se levantó eso había sido raro.
Agarró el frasco de pastillas que su psicóloga le recomendó y tomó dos para luego quedar completamente dormida sin pesadillas.
Jack llegó a su departamento, sacó su corbata y su madre lo recibió con una sonrisa. -¿comó estuvo el trabajo hoy?- preguntó sonriente. -algo estresante, pero maravilloso- dijo recordándola a ella, esa mujer que desde su adolecencia lo volvía loco aunque el odio por ella se apoderó de su cuerpo tensando sus músculos. -¿estás bien?- preguntó su madre al ver su estado. -estoy bien quiero estar solo- dijo y luego caminó hasta su habitación encerrándose en su cueva. -una vez me dañaste, ahora vas a suplicar para que te ame, mi querida princesa- dijo sonriendo con malicia.
Miró de nuevo esa foto que siempre traía con él, esa foto de su graduación y el día en el cual ella le rompió el corazón.