Cap.23

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Eliza, estaba nerviosa. Por primera vez en mucho tiempo se sentía  ansiosa por subir a un avión en un recorrido que había hecho muchas otras veces.

Se dirigía a Vancouver.
Los rodajes se reanudaban en varios días y aunque tenía ganas de ver a todos sus compañeros, era a ella a quien más ansiaba ver.

Después de su vuelta de Australia, de su conversación con Rachel, de la confesión que ella le había hecho sobre su parentesco, todo había sido una variable constante en su pensamiento formada por sentimientos contrapuestos sobre cómo se sentía y cómo debería sentirse; unos sentimientos que además ondeaban a la par de otra reiteración mucho mas fija y constante y que tenía nombre propio.

Alicia...

Demasiado tiempo desde la última vez que se habían visto Eliza y ella, demasiados minutos contados día a día de forma mecánica e inconsciente.
Recuerdos que volvían a ella como el agua golpeando la roca en una marea alta, en un vaivén desenfrenado de un recuerdo que no podía olvidar por más que la tristeza intentara instalarse en ella.

Tan solo pensar en esa noche, en las palabras que dijeron y no dijeron, en esa canción muda y desesperada de sus corazones y de sus manos y de sus mentes, a contracorriente, como jamás nunca antes, en un intento de recuperar todo el tiempo en el que sus almas nunca amaron sinceramente; predestinadas a encontrarse de nuevo para amarse con un significado distinto y distante a todos los demás significados.
Solo pensar en la posibilidad de que volvería a verla y que volvería a pasar con total seguridad, la atracción y el impulso descontrolado de todas las células de su cuerpo queriéndose fundir en una simbiosis espontánea e irrefrenable, la acaloraba sobremanera y aunque no sabía como debía actuar la primera vez que se viesen en el trabajo, se conformaba solo con verla.

—¿En qué piensas... si se puede saber?... -Berta la miró con una nota de perversión en sus ojos—...espera... no quiero saberlo...

Eliza puso los ojos en blanco pero esta vez no la acusó de pensar en lo único porque en ese preciso instante en el que Berta lanzaba una de esas preguntas tan típicas de ella, Eliza era en lo único en lo que podía pensar.
Alicia.
Alicia entre sus brazos, estremeciéndose con cada toque, con cada beso, con cada caricia furtiva entre las sábanas enredadas por sus cuerpos.

Pero un segundo después, ese pensamiento se fue solapando con otro que se transcribió con cierta intranquilidad en su pecho.
La forma en la que se había ido, sin despedirse, aunque hubiese dejado una nota; sabía que de haberla despertado, Alicia no la hubiese dejado ir tan fácilmente.
Seguro que se había sentido demasiado brusco y distante y de golpe se arrepintió de haberlo hecho de esa forma tan repentina.

—Ni siquiera le dejé mi contacto... -dijo en voz alta. Berta la miró y luego miró por los ventanales a las pistas de aterrizaje cerciorandose una vez más de que ella sabía muy bien como meter la pata, hasta el fondo. Pero Eliza era así de impulsiva y de espontánea y esa era gran parte de su personalidad—...¿crees que estará enfadada?...

—Bueno... por una parte creo que ella debe estar odiándote, sin ninguna duda, por dejarla allí tirada...

—No la dejé tirada..! -espetó. Berta la miró y levantó una ceja incrédula.

—...Si tú lo dices...

—Ahh! En serio...! Soy un completo desastre ¿cómo no caí en eso...?

—Supongo que  después de una noche de locura... tu cerebro no dio para mucho más... -dijo golpeando la frente de Eliza con un dedo—...me debes una sesión de terapia con un psicólogo... eso fue demasiado hasta para mi...

—Dios Berta...! -le devolvió el golpe con el puño cerrado.

—¡Ay!... -gritó frotándose el hombro—...eso ha dolido!...  En serio... deberías haberle dejado algo más que una simple nota pero seguro que una vez que te vea y le des un par de mimos, la tendrás de vuelta en tu cama...

VOLVAMOS A VERNOS [[FINALIZADA]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora