Cap.18 (+18)

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Eliza sujetó a Alicia.

-Tú vienes conmigo... -espetó ella-... tenemos que hablar.

La voz de Eliza resonó ruda en su cabeza. ¿Estaba enfadada? ¿En qué momento había metido la pata?
Alicia se quedó muda.
La siguió por todos lados aunque más que seguirla solo se dejó arrastrar, a través de toda aquella gente, con una urgencia que la sorprendía tanto para bien como para mal.
Mostrarle delante de todo el mundo lo que pensaba y lo que sentía parecía estar causando su efecto o sólo el efecto contrario.

Su postura era seria y decidida, al igual que sus movimientos, y aunque no la miró ni un segundo mientras la guiaba por entre los árboles, sabía que más allá de su plante, conservaba intacto ese resquicio de deseo que los ojos de Eliza le habían confesado cuando estaba sobre el escenario. O
¿Acaso ese deseo se había esfumado?

Miró atrás al grupo, al que habían dado esquinazo, dirigirse decidido hacia una de las fogatas, y el que parecía no haber percibido su ausencia, o no por el momento; salvo por Berta que había dado buena cuenta de la reacción de Eliza y las descubrió alejarse apresuradas y en silencio y en sentido opuesto al esperado.
La expresión que se dibujó en su cara  llamó la atención de Alicia pero eso era algo de lo que no podía preocuparse en ese momento.

Sentía el corazón acelerado bajo su pecho, saltándose varios latidos por segundo cada vez que Eliza apretaba con más fuerza su mano, lo que para ella solo podría significar una cosa.

El deseo de Alicia empezaba a arder más intenso al imaginar lo que podría estar a punto de suceder y no le importaba, ni cómo ni a donde la estuviese arrastrando, si podía decirle las cosas que no se podían decir solo con palabras.

-Eliza... -susurró-... ¿a donde...? -preguntó tanteando la situación.

Eliza se frenó en seco y observó a su alrededor, consciente de que había echado a andar por un impulso incontrolable que no quería, ni necesitaba entender muy bien, hasta salirse totalmente del sendero.
En realidad no sabía que es lo que pretendía conseguir con arrastrarla en mitad del bosque.
¿Llevarla? ¿A donde exactamente quería llevarla?
Se estaba volviendo loca. Quería besarla y tocarla y no había pensado en que aquel sitio podría ser de todo menos romántico.

Se giró para mirar a Alicia, justo a dos pasos por detrás de ella, y la encontró iluminada de forma caprichosa por la luz de una luna intensa entrando por entre las ramas de todos aquellos árboles, regalándole una imagen digna de ser inmortalizada.

Le sorprendieron las ganas de dibujarla y pintarla porque, desde el accidente, eso era algo en lo que no había pensado ni siquiera después por la curiosidad de saber si podría hacerlo o no, pero en su defecto, y a falta de las herramientas necesarias,  hizo un captura visual de cada detalle que almacenó rápidamente para no perder el momento, como si su mente fuese una computadora en su máximo rendimiento.
Tal vez intentaría volver a hacerlo, lo de pintar, porque no tenía duda de que Alicia era una musa, su propia musa.

-Ni siquiera puedo pensar con claridad... -musitó.

Alicia sintió alivio con aquellas palabras, y con la forma que ella las dejaba escapar de su boca, comprendiendo que Eliza, lo que menos, estaba enfadada  y sintió que si le hablaba con esa expresión una vez más no podría contenerse, incluso después de haber consentido ir despacio.
Porque Eliza se contradecía.  Todo en ella era una auténtica contradicción.
Sus ojos se mostraban confusos, tristes en el fondo, pero ardientes de deseo, un deseo al que Alicia correspondería sin dudarlo ni un segundo, si ella se lo pedía e incluso si no se lo podía.
Pero había soñado y revivido, y esperado tanto ese momento, cientos de veces desde la primera vez que ocurriese, que ahora se sentía demasiado torpe y nerviosa como para actuar con decisión dando el primer paso.

VOLVAMOS A VERNOS [[FINALIZADA]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora