Misma mierda, diferente día.

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MMDD. Se había convertido en mi lema luego de haber leído esa frase en un libro de Stephen King y estar totalmente de acuerdo con lo que significaba.

Llegué tarde al trabajo, y aunque no me arrepentía para nada de haberme desvelado, sí que fue molesto oír al supervisor cagándome por los veinte minutos tarde.

Yo me preguntaba si ya me iba a dejar ir a mi cubículo a hacer lo mío o si iba a seguir haciendo que ambos perdiéramos el tiempo en una discusión inútil. Creo que leyó en mi cara lo que de verdad quería decirle porque se soltó a decirme que mejor fuera cambiando mi actitud si no quería que...

  — ¿Qué? —Respondí molesto y el vato dio un paso atrás.

  —Sólo cambia tu actitud, aquí no cabe la gente conflictiva.

Conflictiva mis huevos, pendejo.

  —Y en el receso nada más vas a tomar diez minutos.

El cabrón esperaba que me comiera mi lonche, estirara las piernas y fuera al baño en diez minutos ese día, pedazo de imbécil.

  —Está bueno, hombre.

Seguí de largo a mi cubículo. Encabronado tan temprano, pinche vato chaparro y feo, qué mierdas se creía, seguro había llegado a su puesto soplando pollas. Me relajé un poco y encendí la computadora colocándome acto seguido la diadema. Poco a poco fueron apareciendo las múltiples pestañas que desplegaba para realizar mi trabajo como asesor telefónico atendiendo clientes argentinos de la compañía Claro video.

  —Buenos días, está llamando a Claro video, le atiende Santiago Ramírez, ¿en qué le puedo servir? —Dije en el acento más neutro que pude al atender mi primera llamada del día. Para un norteño hacer acento neutro es una de las cosas más difíciles del mundo, a los que laburábamos en ese call center se nos ordenaba explícitamente usar acento neutro porque chinga tu madre, como diría el youtuber Chumel Torres. Ni que pagaran tan chido como para amonestarnos por sonar como El Piporro.

«Hola, disculpe, que shevo tres días llamando por un problema con mi señal y aún no me resolvén nada, ¿qué está pasando? Sho pago puntual mi servicio como para que...»

Y cómo hablan los argentinos, mano, no se callan ni debajo del agua. Ay, por la pata de Maradroga, digo, Maradona.

  —Entiendo su problema, señora, trabajamos para resolvérselo a la brevedad.

Bueno, esa conversación se prolongó por cerca de quince minutos en los que mientras la escuchaba yo tecleaba para llenar el cuarto reporte que se anexaría a los anteriores. En fin, cuando la gente de una empresa no hace bien su trabajo, los insultos nos los llevamos quienes tal vez en otro país, totalmente ajenos al organigrama de la empresa a la que le trabajamos de outsiders, nos sentamos por varias horas al día para resolver o al menos tratar de resolver las cagadas de los demás. No sé, mucha gente ha de creer que quien les atiende al otro lado de la línea está en la fábrica del producto que le salió defectuoso, o que el que atiende el teléfono es el mismo que lo manufactura.

Así pasé medio turno escuchando quejas hasta que llegó la hora del receso. Bloqueé la máquina para que nadie hiciera mal uso de esta en mi ausencia, sí, también había pedo si la dejabas desbloqueada, y me fui a la zona de lockers para sacar mi lonche y mi celular. Me dirigí al comedor mientras revisaba aquel trasto electrónico.

Ya que me robaba el wifi del edificio entré de inmediato a mis redes sociales. Tenía varias notificaciones, y dos mensajes en el Messenger. La burbuja del chat mostraba la foto de una chica con el cabello negro y lacio.

Las aventuras de la chica mágica y el luchadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora