12. "Vacío"

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No merezco tu amor y de todas formas me lo das


. . .

Camelia

En sus facciones se reflejaba la absoluta exaltación. Una mezcla entre calma e inquietud. Sin embargo, por todo ese instante, todo en él se reducía a nada. Algo que me provocó una sensación escalofriante de ansiedad.

Dante se mantuvo incierto todo ese tiempo mientras permitía que mi mirada le consumiera de forma violenta. El uno frente a la otra, convirtiéndonos en solo sombras que se decían todo con la pupila de los ojos. Una sensación arrebatadora me arraigó, haciéndome sentir poderosa ante el evidente golpe de mis palabras sobre su cara. No me enalteció, sin embargo, me refugié en la cantidad de veces que me humilló.

—Que llevo a tu sobrino en mi vientre, Dante. —Solté calculadoramente—. Eso he dicho.

—Te creí más inteligente. —Susurró, como si estuviese tratando de mantener su tono.

—Y tú crees saberlo todo... ¿No es así?

Escuché como su respiración, en medio todo el silencio que alrededor se propagaba, se mezclaba con los desorbitados laditos de mi corazón. Estábamos solo a medio metro de distancia, espacio suficiente para que la tensión en torno a nosotros, nos delatara. Me ardieron las piernas, una sensación fugaz que me arrancó un aliento.

—Puede que sí. —El color de sus ojos se enaltecieron—. Pero dime, Camelia. ¿Realmente crees que al embarazarte tomaste la decisión correcta?

—No lo sabía. Recibí el diagnóstico del doctor ayer.

Soltó una risa seca que carecía de humor.

—Supongamos que te crea. —Se pasó la lengua por los labios y se acercó a mí un paso. Algo que me hizo contener el aliento—. Todo este espectáculo, un equipo completo de seguridad... ¿Crees que se trata de ti? —Una sonrisa lobuna se le asomo y negó con la cabeza—. Lo quiere a él. —Señalo mi vientre como si se tratara de algo aberrante. El gesto solo provocó que me sintiera temerosa—. No tengas expectativas demasiado altas con Silvano.

— ¿A qué te refieres? —No me sorprendió que mis palabras trastabillaran. Estaba más preocupada por el bienestar de mi bebe, que de mis propios sentimientos.

Dante solo se limitó a encogerse de hombros y avanzar en dirección a la puerta. No sin antes dejar una hilera de alcohol en el aire y rozar mi hombro con prepotencia.

—Solo te sugiero que te mantengas siempre despierta. —Se detuvo y me observó por encima de su hombro—. Mi padre nunca ofrece nada, si no obtiene beneficio de ello.

—Señora Rinaldi... —Alguien habló del otro lado de la puerta y soltó unos leves golpecitos sobre ella.

Deduje de inmediato que se trataría de alguno de los hombres que me había impuesto Silvano.

Los ojos de Dante me escudriñaron en espera de mi respuesta, sin embargo, me mantuve callada. No sé por qué, pero presentí algo malo si lo descubrían de este lado de la puerta y, a pesar de todo lo que me había dicho, aquí la mala persona no era yo.

—Señora Rinaldi, he escuchado ruidos y he visto movimientos a través de la ventana. —Soltó mientras insistía otra vez sobre la puerta—. ¿Está todo en orden?

— ¿No vas a delatarme? —Mi cuñado preguntó con una sonrisa de triunfo en sus labios.

—No si eso implicara dañarte.

Camelia +18 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora