15. "Efímero"

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❝En un mundo de oscuridad, incluso la luz más tenue es un faro ❞

. . .

Dante

— ¿Dónde y a qué hora?

Pigna, lateral al panteón. —Respondió jadeando, como si llevase demasiado tiempo corriendo o quien sabe... huyendo—Al medio día.

— ¿Cómo sabré que no es una trampa? —Pregunté quisquilloso.

—Lo sabrás.

Reí sin gracia.

—No me toques las pelotas.

—Y tú no me decepciones, Napolitano. —Al fin se detuvo y su tono se ablandó—. Creo que estamos jugando para el mismo bando.

—Te juro que si...

—No hace falta que me amenaces, se de lo que el comandante Napolitano es capaz. —Suspiró trémulo y hubo un instante de silencio—. Se de lo que tu familia es capaz.

Siempre había sido un hombre desconfiado, pero no sé porque en ese instante le creí. Tal vez fue porque cuando me dijo que Camelia estaba en peligro, mi corazón lo sintió.

—Bien.

— ¿Dante? —Inquirió con una mezcla de melancolía en su voz.

—Habla

— ¿Iras dispuesto a todo por ella?

Sucumbiría en el jodido infierno por ella... pero solo me limité a decir: —Sí.

Colgué y luego mire a Gianna.

— ¿Qué sucede? —Preguntó con la preocupación bailándole en las pupilas.

—Camelia... —No tuve que decir más, ella lo entendió todo y yo puse el auto en marcha.


. . .


No me sorprendió la rapidez con la que llegó Carlo, sino con la que mi hermana se le arrojó a los brazos y envolvió las piernas alrededor de su torso en un gesto desesperado

— ¡¿Estas bien?! —Le preguntó casi en un jadeo

Carlo sostuvo sus mejillas y asintió, fundiendo un beso corto en sus labios. Estaba sudado y con la camisa enmarañada, pero no había algún rastro de haber sido agredido o arremetido. Aquello me provocó un gran alivio.

—Estoy bien. —Lo alcancé a escuchar entre el susurro que le ofrecía a Gianna.

Entonces se abrazaron y lo único que pude ver en instante, fue a dos personas convertirse en una, se cuidaban y se necesitaban. Me di cuenta por la forma tan frenética en la que se ambos se buscaban. Hubiese sido conveniente dejarles solos y que compartieran aquel momento, pero tal vez si lo hubiese hecho, yo no tendría la oportunidad de volver a ver a los ojos a Camelia. ¡Maldición! El temor me arraigó.

Miré el reloj y luego observé a través de la ventana; el sol palpitaba en el horizonte cuando faltaba un poco más de una hora para que marcaran las doce y, de una forma abrumadora y violenta, estaba preparado para lo que fuera, estaba jodidamente preparado para darlo todo por ella.

—Realmente estas demasiado involucrado por tu cuñada, hombre. —Carlo soltó despacio y se unió a mi lado.

—Hasta el último pedazo de médula. —Suspiré. ¿Cómo iba a negarlo?

Camelia +18 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora