22. "Suya"

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"Bésame, muérdeme, incéndiame"

. . .

Dante

Había dejado a Camelia descansar un poco más, me consoló saberla dormida en mi cama, envuelta en mis propias sabanas, solo Dios sabia cuanto había deseado ese momento, cuanto lo había anhelado.

La mujer que había amado por tanto tiempo, ahora era mía y no había poder mortal sobre la tierra, que pudiese quitármela, no otra vez, no sin antes sufrir las consecuencias.

Me recargué sobre el borde de la baranda de la terraza, cuando la puerta del despacho se abrió. Carlo entro con sigilo por ella, algo le preocupaba, lo supe por la forma tan pausada en la que caminaba, como si quisiese alargar nuestro encuentro. Le conocía muy bien, algo le atormentaba, algo que llevaba faldas, un cigarrillo y llevaba por nombre Gianna.

—Mañana te convertirás en el comandante Vitale —Me apresuré a decir cuando le vi entrar a la terraza.

Un suspiro que se mezcló con la brisa helada allí afuera y una negación de cabeza.

—No vas a desistir de ello. —Fue una confirmación lo que salió de su boca, me conocía demasiado bien como para saber que mis decisiones eran incuestionables y, muy contadas veces, podría cambiar de opinión.

—Sabes bien. —Añadí.

—Me preocupa que quieras tomar esto por tu cuenta, Dante. —Carlo rodeó la terraza, su mirada se perdió en las luces que iluminaban la playa, desde esta distancia, se podía tener una vista impresionante—. No tendrás el respaldo de la comandancia.

—La mejor forma de hacerlo, es estando muy cerca de la mafia, compañero. —Le miré, esperando un reproche que no llegó—. Y para ello, no necesito el cuerpo de la comandancia inmiscuyéndose.

—Te cubriré las espaldas siempre, lo sabes ¿verdad?

Asentí.

—Lo sé, pero necesito que te mantengas al margen esta vez, no hay nada legal en lo que voy hacer y no voy a poner tu placa en juego.

—Eres como mi hermano, ¡joder! —Refunfuñó—. ¿Crees que una placa va a impedirme salvar tu culo si es necesario?

—Eres un cabeza dura, tío, —Sonreí porque parecíamos dos críos de escuela jurándose amistad eterna—. ¿No vas a decirme que esto es una locura y que debería desistir de ello?

Carlo negó con la cabeza y despegó los antebrazos de la baranda para mirarme.

—Lo haces por Camelia. —Aquello no fue una pregunta, pero yo asentí con la cabeza cuando le miré directo a los ojos, algo roto hubo en ellos que no tuve la necesidad de preguntar—. Yo también haría lo mismo por la mujer que amo.

Y por supuesto que la amaba...

Nadie se había jugado el pellejo así nunca, por mantener a salvo a mi hermana.

. . .

Gianna

La madrugada cayó sobre la ciudad cuando decidí que necesitaba fumar un cigarro, el tercero que había fumado en la ultima hora tal vez. Imposible que pudiese conciliar el sueño sabiéndolo a dos habitaciones lejos de la mía, le quería, estaba completamente loca por él, y no tenerle, se sentía como el ultimo cigarrillo dentro de la cajetilla en una noche condenadamente fría; imposible resistirlo.

Camelia +18 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora