❝Todo el mundo merece a alguien que lo mire como si fuese lo mejor que le hubiese pasado❞
. . .
Camelia
Tanto deseo, tanto anhelo, tanta urgencia en un beso.
Absorbí su aroma, saboreé su aliento. Me reduje a nada en sus brazos y me dejé llevar como pluma al viento; libre, sabiendo que, si no estaba en el lugar correcto, podría lamentarlo después, pero me aferré a ese instante, a ese beso, a ese intenso deseo.
Dante gimió dentro de mi boca, buscando mi lengua, saboreándola, disfrutándola y, como consecuencia automática, yo le devolví el gesto con una sinuosa respuesta. Su piel ardía, mis labios temblaban. Sus manos viajaban por mi espalda, buscando un contacto más íntimo, trazando las yemas de sus dedos por mi piel expuesta, acariciándola, limpiándola, cruzando el límite del borde de mi camisa, provocando erizarme de clamado deseo; profundo, intenso...
—Camelia... — Una súplica que acompañó mi nombre fuera de su boca—. Elia, mía.
Sentí una punzada en el vientre, como un tirón que me presionó la pelvis. Pocas veces había conseguido sentirme de esa manera; una sensación embriagante que me envolvió por completo, nublando mis pensamientos. Tenía los ojos cerrados, deduje que él también. Su frente descansó en la mía, acortando el beso, no sin antes darse tiempo de saborearme por un instante más, yo me deleité del momento. Separarnos ahora sería una completa tortura.
Su respiración me acarició las mejillas. Abrí los ojos y me encontré con los suyos; rojos, llenos de sentimientos, saber si eran buenos o malos no podría saberlo. Tuve miedo en ese instante, todo mi exterior pareció confesárselo. Tomó mi mejilla entre su palma y acarició el pómulo que ardía con ese ligero contacto.
—No tengas miedo. —Murmuró, la confianza que emanó de sus palabras me envió a confiar—. Esta vez es diferente, te lo prometo.
Tragué saliva y me mojé los labios.
—¿Por qué? —Cuestioné, necesitando de su respuesta.
Sus pupilas se iluminaron, una mueca le adornó los labios y acarició mi rostro con el suyo, acercándose a mi oído con suma delicadeza, como si aquel momento lo ameritara con urgencia.
—Porque ya no quiero contenerme. —Comentó, un hilo se volvió ronco en su voz—. Ya no puedo, he tenido suficiente. —Luego de eso, me miró, yo tenía el corazón atorado en la garganta—. ¿Y tú, Elia? ¿Has tenido suficiente de esta guerra?
Inhalé, llevándome todo su olor. Quería perderme en él, necesitaba hacerlo, pero debía asumir las consecuencias primero. Me alejé, no demasiado, ya no podía tenerle distanciado. Pero todo parecía tan absurdo, una mentira, como si fuese solo un vano espejismo.
—¿Podríamos contra esto? —Pregunté—. ¿Contra todo?
Dante supo leer el significado de mis palabras. Lo que esto significaba y hasta donde nos llevaba. Él, siendo un Napolitano. Yo, siendo la viuda de su hermano y un fantasma que se mecía entre nosotros.
—Yo puedo contra lo que sea. —Me miró con tanta intensidad que, el universo se hizo pequeño a nuestro al rededor—. Si tu te quedas a mi lado, el mundo entero puede arder un infierno, Elia.
Asentí lentamente.
—Cuando salgas por esa puerta... —Dante colocó las yemas de sus dedos sobre mis labios y los acarició, interrumpiéndome.
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Camelia +18 ©
ChickLit❝Era dueña de una cascada de ondas rubias que crecía hasta la curva de su diminuta cintura y, de dos joyas azules que bajo aquel intenso parpadeo perpetuo electrizaban. Era dueña de un vaivén de caderas, que provocaba erecciones en miradas perversas...