13. "Abismo"

6.7K 694 177
                                    



❝El amor es como la mafia, una vez que estas dentro ya no puedes salir

. . .

Dante

Miles de luces adornaban la ciudad aquella noche, yo la observaba perplejo a través del ventanal con un vaso de whisky a medio llenar. Roma por supuesto era una ciudad atractiva, aunque demasiado liosa para mi gusto. Siempre me sentí más atraído por la privacidad que me ofrecía Florencia ante la aristocracia que se le enchinaba la piel con la sola mención del apellido Napolitano. Mi padre se había encargado de hacer conocer su nombre hasta el puto culo de Italia.

Me quedé contemplándola un instante más a través de la terraza. Nevaba como si los copos de nieve pudiesen devorar la ciudad, algunos de ellos quedaban pegados sobre el cristal hasta convertirse en una capa y otros caían sobre el mar que se extendía a unos pocos metros más de la estructura del hotel y se deshacían cuando tocaban el agua.

Di un sorbo largo y recargué mis codos sobre mis piernas. Permitiendo que el alcohol me quemara la garganta un poco más. Cuan ridículo era aquello, como si algunos tragos demás harían que mis pensamientos descansaran, tal vez un instante y un poco más, pero de tanto en tanto el infernal azul de los ojos de Camelia, se me clavaban hasta la puta médula.

Cualquier excusa era buena para embriagarse, pero aquella me ganaba de sobremanera y, saber que llevaba a mi sobrino en su vientre, me sería un recordatorio constante de que Alessandro siempre estaría presente.

¿Cómo lidiaría con eso? Si después de su muerte, por más retrograda y perverso que fuese, me sentí aliviado. Era mi hermano, si, de jóvenes nos comíamos a Roma de un solo bocado, por supuesto que ambos aprovechamos ser los hijos del gran Silvano para hacer de las nuestras, pero éramos unos críos y a medida que íbamos creciendo nos fuimos distanciando, pero aún mucho más cuando escuchamos detrás de la puerta a Silvano decirle a mi madre que era Alessandro quien heredaría la industria hotelera. Eso siempre me importó una puta mierda, no era lo mío, sin embargo, yo también era su hijo, ¿Por qué no tomarme en cuenta? Puta mierda. Sorbí el fondo del vaso hasta que sentí un leve toque sobre la puerta de la habitación y, un instante más tarde, Carlo ya entraba por ella.

— ¿Por qué tan solo? —Hizo un gesto coqueto que me provocó una risilla cuando salió de las sombras.

—esperándote, vita mia. —Murmuré y le mostré la mueca de mi sonrisa.

Venia descalzo, con el pantalón arremangado por encima de los tobillos y algunos botones de la camisa desprendidos. Le lance la botella de whisky cuando entró a la terraza y se sentó a mi lado.

No dijo nada más, yo también me mantuve en silencio y así nos acabamos media botella hasta un poco más de la media noche, observando como la ciudad era engullida por una espesa nieve blanca que no cesaba.

Sabia porque Carlo estaba allí, quería darme todo su apoyo, sin embargo, no se atrevía a preguntar cómo me sentía con respecto a la situación dentro de la comisaria, por eso fui yo quien decidió romper aquel silencio.

—Si me dan de baja del caso de flor pálida...

—Me voy contigo. —Me interrumpió y por supuesto aquella respuesta me la esperaba.

—No. —Murmuré—. Abogaré por ti, pediré que seas mi relevo.

— ¿Qué? —Mi amigo mi miró como si hubiese dicho la locura más grande del mundo—. Eso no pasará. Ni de coño lo aceptaría.

Camelia +18 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora