❝Una decepción es un martillo que te golpea, si eres de cristal te romperá, pero si eres de hierro te forjará❞
. . .
Dante
Fue terriblemente doloroso verla colocarse de pie. Entre sollozos, quejidos y traspiés. Colocó las palmas sobre el suelo, sudaba, jadeaba y tenía la respiración agitada. Su cabello era una maraña empapada y su ropa se adhería a su piel sudorosa. Algunas sombras de contusiones manchaban sus brazos y una fina capa de sangre traspasaba la tela del vendaje sobre su pierna.
Estaba luchando muy duro contra sí misma, estaba luchando contra el dolor que no menguaba y yo solo fui un imbécil expectante de aquella escena. Si ella pudiese entenderlo. ¡Joder! Ha sido por ella, hubiese querido hacer más, lo juro que sí, hubiese querido incluso salvar la vida de su bebé, pero ya era demasiado tarde, lo sentía tanto, pero no había nada más que hacer y yo solo tomé la última carta que tenía y la arrojé sobre la mesa, fue por ella. Fue malditamente por ella, para salvarle, no había otro modo...
Se instó a caminar, pero solo consiguió tambalearse y que el dolor se intensificara. No soportaba estar cerca de mí, quería alejarse, incluso si se derramaba en sangre. Comprendí entonces que el odio que sentía por mí en ese instante, era más profundo que el dolor que la albergaba.
Mi hermana entró a la habitación, fue cuidadosa, incluso temerosa. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y las mejillas tintadas de rojo. Carlo siguió sus pasos, cabizbajo y con las manos escondidas detrás de su espalda, pero incluso así, mantuvo una distancia sana, esperando que nada se saliera de control en aquel momento y no tuviese que intervenir.
Camelia se percató de su presencia y el contacto visual que se ofrecieron fue íntimo y silencioso. Gianna no demoró en ir hasta ella y envolverla en un abrazo. Compartieron ese instante, como si fuesen hermanas, se querían y compartían una pena muy grande.
—Sácame de aquí. —Susurró en voz baja, pero lo suficiente para que yo pudiese escucharla—. Aléjame de él, por favor...
— ¡No! — Cerré los ojos y ahogué un jadeó antes de lanzarme por ella, pero Carlo tomó acciones que interrumpieron mi arrebato y se colocó en frente de mi con una expresión de pena—. Camelia...
Ella no se inmutó, sollozaba en silencio y tenía la mirada fija sobre la puerta. Gianna la sostenía alrededor de su torso, porque supo que no podía mantenerse de pie por su propia fuerza.
Una parte de mí se desprendió y dolió de sobremanera cuando comenzaron a alejarse.
— ¡Camelia! —Grité su nombre intentando apartarme de Carlo, esté me colocó las manos sobre el hombro pero yo me alejé de un salto—. ¡Camelia! ¡Joder, Camelia! ¡Lo hice por ti maldita sea!
No me sorprendió que se detuviera, de hecho lo esperé, pero que se girara y me viese de aquella manera, fue como una oleada salvaje que me arrastró y golpeó con fuerza.
—Si... —Ella asintió con una risa nerviosa que se mezcló entre sus lágrimas—. ¡Lo hiciste por mí! —Estalló calculando el volumen de sus palabras—. ¡Por supuesto que lo hiciste por mí! ¡Porque me odias demasiado y lo disfrutaste!
Sus palabras me golpearon.
¿Qué? ¡No, joder!
—Estas equivocada...
— ¡¿Estoy equivocada?! —Bramó con impotencia—. ¡Te largaste de Roma odiándome y regresaste haciéndole! ¡Me humillaste! ¡Me declaraste la guerra! ¡No ha habido un solo instante desde que regresaste en que no hayas sido déspota, arrogante y cruel conmigo! ¡¿Vas a decirme que estoy equivocada?! —Se detuvo un instante para tomar aire—. ¡Atrévete a negarlo! ¡Atrévete, miserable!
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Camelia +18 ©
ChickLit❝Era dueña de una cascada de ondas rubias que crecía hasta la curva de su diminuta cintura y, de dos joyas azules que bajo aquel intenso parpadeo perpetuo electrizaban. Era dueña de un vaivén de caderas, que provocaba erecciones en miradas perversas...