La Oscuridad

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Parte 1 : El regreso

No hay libro escrito sobre cómo reaccionar ante
lo inesperado.

En ese momento, Cameron tuvo que decidir si permitirse mantener la cordura o reprimir todo instinto que gritaba por el uso de la lógica.

Cinco años de duelo directo e indirecto, plegados sobre sí mismos como una casa de naipes caída por un mover al azar. Un dolor de cabeza agonizante, producto del conflicto y el trauma y el galopar de su corazón tuvieron que ajustarse, dando paso a lo que podía ver por encima de lo que entendía, dejando que sus sentidos superaran la razón.

Tony-su hermano-,había regresado a casa tras haber desaparecido un otoño, cinco temporadas atrás.
No había cambiado para nada. Parecía congelado en sus doce años, sin el mínimo asomo del estirón de la adolescencia. Seguramente su crecimiento se había atrofiado por la experiencia. Cinco años desaparecido en los pasos montañosos entre Carolina del Norte y Tennessee. Psicológicamente el cuadro era de esperarse. El chico estaba aterrorizado, desnutrido, sin duda marcado por las circunstancias y las consecuencias de su desaparición.

Más, contra todo pronóstico y posibilidad, había regresado.

Cameron extendió su mano, invitándole a pasar. Su hermano parecía parte de un tapiz de pesadilla. Sus delicadas manos ardían al tacto.

—¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?

Se sintió estúpido en cuanto hizo la pregunta, pero hubiese sido peor abrir con un ¿qué haces aquí? Cinco años y como un perrillo, encontró el camino a casa. Tiempo en el cual todo había cambiado, donde sus padres no le recibirán, porque su ausencia creó una brecha tan profunda y dolorosa en la familia, que les arrastró a la muerte.

Tony, ajeno de todo, sonrió levemente. Sus labios estaban agrietados, la comisura de los mismos besada de tinte púrpura.

—No, no fiebre. Creo que tengo frío. Quiero dormir y comer. Todo a la vez.

Cameron abrió la puerta y le permitió entrar. Los lazos de sangre pesaron más que la razón. El chiquillo se arrojó a sus brazos, anidando en su cuello. Era tan liviano que el mayor encontró inquietante la facilidad con la que pudo levantarlo del suelo.

—Hueles diferente, Cam. Hueles a papá.

Algo tan sencillo como esa observación inocente volvió a perturbar al mayor. Cómo explicar el tiempo de ausencia? ¿Qué tanto podía decir sin afectar lo que podía ser la frágil y fragmentada psiquis de su hermano?

Mientras Cam le cargaba en brazos, Tony se mostraba más desorientado. Reconocía uno que otro detalle en la casa, pero pareció aterrarle lo que consideró un cambio inesperado en el color de las paredes.

—Hace unos días eran verde menta— comentó.

—Sí, lo eran.

Un año atrás, Cameron había quitado todo rastro del verde, puliendo la superficie hasta borrar el recuerdo del doble suicidio de sus padres. Decidió entonces que la casa mantuviera el color natural de la madera, sin ningún tono artificial sobre el cual se acumularan alegrías, o desgracias.

Llevó a Tony hasta la habitación que una vez fuera de sus padres, la misma tenía una tina enorme de porcelana. Le despojó de sus harapos y talló su piel con jabón mientras su hermano se dejaba manejar cual marioneta. No fue sino hasta más tarde, después de que Cam limpiara la mugre y y el hielo de ventizca incrustados en su piel, que Tony reconoció que su hermano había crecido. Era un hombre. ¿Cuándo dejaron de tener poco más de un par de años de diferencia?

Fue la parte más difícil. Sus ojos sangrientos se enfocaron en la cara de un extraño en busca de respuestas. Acarició el rostro de su hermano, donde encontró el mentón de papá, los ojos de mamá, pero nada del Cameron que él recordaba.

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