Aquí residen los monstruos que me persiguen a mitad de la noche. Peor aún, los que me hacen creer que he despertado, para atraparme en eternos ciclos de pesadilla.
El amanecer se presenta rojo, pinceladas carmesí sobre aguas apacibles.
Incontables siglos de ver el sol elevarse en el este, corroboraba que rojo al amanecer solo anuncia instantes violento; antesalas de muerte. Aguas tranquilas enfurecen y se baten contra la orilla. Queda en manos de dioses saber lo que dejarán a su paso.
Rayos rasgan el cielo, las nubes se separan cual velo y un barco que minutos antes no se divisaba en la distancia, se alza contra el horizonte.
El barco arde inclinado, dejándose vencer por el peso del agua. Partes de la cubierta están siendo consumidas por las llamas, desde el punto de vista de la mujer elevada sobre las aguas, es un escenario que cada vez se hace más pequeño. Hombres que aún desconocen que están muertos huyen de la conflagración, sin dar tregua a su sed de violencia. Siguen peleando, gritando, cayendo al vacío de espuma blanca, abatidos por espada, bala o llamas. Eventualmente lo notarán. Todos lo hacen. Sus mosquetes no encontrarán objetivo alguno, su acero intentará una y otra vez cortar a enemigos inalcanzables. Agotados ante la impotencia, notaran que son fantasmas. Solo entonces su trabajo comenzará.
Aún queda algo de tiempo. Las marea anclará la embarcación en la orilla y el sol del mediodía dará a los muertos un último baño de resplandor antes de que ella los guíe al sueño eterno. La mujer desciende, y ahora pisa la playa, deseando que esa arena sea blanca y caliente bajo sus pies. Desafortunadamente su oficio la obliga a pisar sobre sangre.
Las almas de ayer llegaron de otro lugar y otro momento. Jóvenes soldados en acorazados de metal, los cuales como por magia se hacían a los aires, dieron fin a sus breves días bajo fuego enemigo, chocando contra las dunas cercanas. Cuerpos en agonía expiraban, cediendo ante el peso del hierro torcido. Ella trató de calmarlos lo mejor que pudo. No sabían quién era y no aceptaron su propuesta. La idea de transformar sus almas en cuervos negros no les trajo consuelo. Irónico. Ella pensó que amarían hacer un trato como ese, pilotos libres para volar a donde les llamara el viento. Pero estos hombres pertenecían a otra época, y tenían otro Dios. Ella simplemente bendijo su despedida y los envió a conocer a su creador.
El barco está a punto de llegar a su destino. Quedan asuntos pendientes por resolver.
Agrupados en una cueva cercana, un regimiento de escoceses de hace siglos se niega a capitular. Ya debería haberlos llevado a un eterno descanso, pero incluso ella reconoce que son irrefutablemente encantadores, difíciles de resistir. La habían cortejado durante días, cantando su nombre, un nombre antiguo que otros han olvidado. Pero ha sido suficiente. La mujer toma sus ofrendas: un arco largo, una daga plateada y un hacha de mango tallado en hueso pulido.
—Vamos muchachos, ya es hora. Tengo que ver sobre otros que han de cruzar tras el velo.
Eventualmente, todos aceptan de una forma u otra su propuesta. Aún cuando no vayan con ella, encuentran agradable entregarse a lo incierto. Su voz es dulce. Es como llegar al fin a casa. La mujer levanta su brazo, indicándoles a dónde ir. Hombres observan el destello plateado en su armadura, pero son cuervos quienes se levantan a su orden, volando camino a las esferas. Suyos por siempre.
Cuando sus pasos giran hacia la nave de tres mástiles, le es imposible no pensar ... no hay nada glorioso en la guerra. Es un negocio sucio. Como un virus arraigado, nunca desaparece, se muta en una forma más brutal. Duerme por un tiempo para despertar más fuerte.
Sin embargo, hay algo noble en la camaradería de armas, en la esperanza de sobrevivir juntos la lucha, o en el sacrificio que lleva a un hombre a luchar por aquel que está a su lado, como si lo hiciera por sí mismo.
Diosa de la guerra, misteriosa hermana de la misericordia, a la Morrigan no le importa lo que las canciones digan de ella. Todo lo que quiere, el motivo de su existencia, es lavar sus ropas ensangrentadas, besar sus párpados, y pronunciar el fin de la batalla.
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Este corto queda dedicado a MitologiaES , donde han de encontrar todo tipo de historias fantásticas en honor a panteones pasados.
Para los que estén interesados en ver mi interpretación de la Morrigan, los invito a leer Círculo de las Hadas, historia que aparece en las listas destacadas de ese perfil.
