Prefacio.

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-¡¿Acabas de decir que no puedes?!

-No, ya no quiero continuar -Estoy agotada, hacer esto es demasiado para mi y apenas soy una flacuchenta chica de 17 años, no puedo con tanto -¿Sabes lo cansada que estoy?

-¡Vamos Paris! Solo nos faltan cuatro hamburguesas más, si ganamos tendremos un año de comida gratis en nuestro restaurante favorito -Joe me anima, pero ya nada hará que cambie de opinión, mi estómago empieza a doler y eso no es buena señal -¿Por favor?

-Joe, me duele mucho el estómago -Siento como mi celular inicia a moverse y vibrar al rededor de la mesa -Dame un momento.

Atiendo la llamada, es la quinta vez que recibo una de mi madre. Está de visita donde la abuela en Corea y eso significa que quiere saber lo que hago cada cinco minutos.

-Mamá, sigo en el mismo lugar -La corto antes de ser bombardeada por la misma pregunta.

-Hija, no quiero que llegues muy tarde a casa, tus hermanos salieron y la señora Brandon no puede quedarse sola tanto tiempo -Escucho con atención cada indicación que me da, pues no quiero que enfurezca conmigo por pensar que la ignoro nuevamente -Y que no se te olvide los frutos...

-Mamá, ya entendí, hago lo mismo todas las mañanas -Ahora que lo pienso, lo único que quiero es colgar y seguir con ese estupido reto, un año sin pagar no me vendría para nada mal -Debo irme, hablamos luego.

Me acerco a Joe, debemos pagar todo esto antes de que lo terminemos, ese fue el trato que hicimos con la mesera -Ya vuelvo, no me tardo.

El cajero que está atendiendo hoy no es mi preferido, la verdad, lo odio, no sabe absolutamente nada y cada vez que me da el cambio debo regresarle o pedirle lo que falta, no entiendo como pasan por la universidad sin saber matemáticas.

-Buenas tardes, voy a pagar el reto extremo -Saco la billetera de mi bolso -¿Cuánto es?

-30 dólares -¿Podría devolver mi saludo al menos? -¿Efectivo o tarjeta?

-Efecti... -¿Por que esa maldita campana existe aún? No saben la cantidad de veces que me he quejado por ese ruido que hace.

Rebusco los billetes y para mi mala suerte no tengo preciso lo qué hay que pagar, y no me gusta pasarle mi tarjeta a ese tipo, como ya dije, es muy extraño.

-Buenas tardes -¿Esa no es la voz de... levantó mi cabeza para asegurarme de lo equivocada que me encuentro pero mis ojos me demuestran lo contrario -¿Tiene soda de dieta?

-¿De botella? -El blancucho tiene la cara fija en la pantalla de su celular que está literalmente pegado al mostrador, no le muestra su rostro a Blake en ningún momento -Niño ¿En qué la quieres?

Ay Dios, no me gusta ver su cara de incomodad cuando le suceden cosas así, no sabe que hacer, cuando le pasa esto, él nunca sabe cómo actuar.

Sin pensarlo dos veces le hago señas preguntándole lo mismo que el chico le dijo hace unos segundos, aprendí el lenguaje de señas por internet cuando en la preparatoria me di cuenta de la condición de Blake, lo hice para que cuando estuviera conmigo no se sintiera incómodo o algo similar pero hasta ahora no habíamos tenido una larga conversación.

-¿Como sabes hacer eso? -Me pregunta mientras hace las señas correspondientes -¿Eres muda?

-¿Que? Claro que no -Me atrevo a responder sin saber que aveces hablo muy rápido -Lo aprendí hace un tiempo.

-¿Podrían quitarse de la fila o hablar donde quieran pero lejos de mi? Necesito que desocupen el área -¿Acaba de interrumpir mi perfecto momento? -¿Vas a comprar o no? -

-¡Blake! ¿Por que cojones tardas tanto? -No puede ser, la chica más insoportable acaba de llegar parándose justo frente a él -¿Sabes cuánto llevo esperando en el auto?

-Mi amor, lo lamento, no he podido conseguir la soda de dieta que me pediste, ya he ido a todos los lugares en donde... -Y ahí es cuando decido irme, no puedo escuchar como una persona tan increíble esta con alguien tan repulsiva.

Me siento sin ánimos en mi mesa y me doy cuenta, después de tanto años finalmente me doy cuenta.

Blake nunca será para mi.

Mesa para dos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora