(C) Capítulo 13. Reglas rotas

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-Yo he estado aquí
-No - dijo Roland sin inmutarse, no esperando segundo alguno para negar lo que para él si era real.
-Es imposible pero… estoy segura.
- No lo creo ¿Cómo? -Sus expresiones mostraban todo menos sorpresa, y aunque aquello no le importase, le molestaba sentirse ciega. Le miró interrogante pero no recibió oportunidad alguna de sacar algo de esos labios, lanzó sus ojos asesinos y este le siguió mirando en silencio como si aquella situación fuera la más normal.
-¿Qué me estas ocultando?- dijo tratando de comprender que escondía, sentía la sensación de ser una ignorante, ¿Era tan obvio? ¿O él un mentiroso?- ¿Por qué tengo la sensación de que cada cosa que me sucede tú ya la sabias previamente?- continuó- ¡Incluso estás allí en cada ilusión!¿Por qué?
- ¿Coincidencia quizá?
- ¡No juegues conmigo! Tengo el derecho de saber que de todo esto es real y que es una ilusión, quizá incluso esté aún en el hospital y estoy debatiendo entre seguir viva o morir ¿O me dirás si me equivoco?
- Edeline
- Edelina - corrigió
- Es peligroso que aquello se resuelva tan fácil como una conversación
- ¿Entonces aceptas que me has estado ocultando la mitad de la historia?
- No - su respuesta entró en seco a su pecho y la hizo frustrarse aún más
- ¿No? ¡No! Maldita sea ¿Por qué no puede ser esto una muerte normal!¡Me habría clavado un cuchillo en el pecho si hubiera tenido que llegar aquí!
- Estas delirando
- ¿Por qué me tratas como a una idiota? ¡Por Dios tengo 19 años! Soy mayor de edad por ley!
-¿Por qué no te entra en esa cabeza tuya que todo capricho que hagas no se te va a conceder?
-¡Idiota!
- Para este lugar no eres más que otro sujeto

La frialdad en su voz era más que impresionante, incluso para ella, parecía haber quedado ofendidamente muda, por una persona que en realidad no se preocupaba por lo que pensaban.
Roland no estaba pensando en otra cosa sino en que Edelina dejará su papel de niña berrinchuda, nada de aquello era un juego y ella parecía practicar con dados cada respuesta.

- Estás muerta...- remató, y recalcó frente a ella, luego caminó hacia otra dirección, lugar y espacio en que ni siquiera había podido dar un paso más Edelina, estaba acorralada física y mentalmente.

Había perdido la lucha más simple de todo, confiar en sí misma, se había dejado aplastar e incluso manipular por sus palabras, había sido humillada.
Se quedó de pie allí mirando como Roland se alejaba, hasta que finalmente su vista no fue suficiente para seguirlo y desapareció en el doble de la esquina, lugar donde esté se paró con rapidez, agitado y agobiado por lo que acababa de hacer, su pecho le reclamaba la sensación de angustia, estaba destruyendose la vida de Edelina y él lo único que había hecho era pulverizar su ego y carácter, había arruinado la parte sensible que había recibido a pesar de cada suceso.

Roland no era capaz de pensar o incluso imaginar el rostro que tenía la chica que había abandonado, y aún peor, la imagen que ahora mostraba él, igual de destruida y afectada.

Se recargó en la pared, empujando su propio cuerpo al edificio con una fuerza tan impresionante que parecía que la pared se agrietaria. Sus dedos, cabeza y piernas las clavo al segmento y entonces el color de sus ojos cambio a uno más tórrido y oscuro, cosa que también se transmitió a sus extremidades que se tensaban hasta las orillas de su sistema. Las venas que habían resaltado verdes antes, se miraban moradas, como moretoneadas en un constante golpeteo interno hasta que finalmente el dolor que contenía con gran necedad escapó de sus labios en forma de neblina, blanca y disfrazada, inofensiva quizá pero defensiva de alguna manera.

Si alguien pudiese ver aquella imagen notaría la manera en que su cuerpo parecía desvanecerse, el poder que Roland tenía era casi incontrolable con forme el tiempo pasaba, muerte, temía tanto que en algún punto terminará siendo una amenaza para la persona que tanto deseaba cuidar, para todos los que confiaban en él.

-¡No!- se escuchó gritar. -¡Déjeme! ¡Roland!

Pero se negaba a escuchar, o al menos hasta que en realidad ya no hubo sonido alguno que le llamara. Mirando en dirección a Edelina ella ya no estaba y por ende tampoco los chicos, los oniros que le cuidaban.  Morfeo e Ikelos hijos del Dios que le vigilaba por detrás. Pascal estaba parado allí, mirándolo retorcerse cual gusano, para él en realidad era una ofensa que tal persona recibiera el poder y el alma de su hermano.
- Eres injusto y egoísta. Tú deberías ser quien esté muerto.

Y en ese momento hizo exactamente el mismo show que Roland le había plantado a los chicos, caminó en sentido contrario a él y desapareció volando entre las nubes hasta camuflajearse en ellas, esfumandose.
"Quédate en tu tortura" quiso decirle pero igualmente Roland sabía que aquel punto era más que obvio.

Edelina estaba acompañada de los chicos, ellos la miraban algo atareados pero con la compostura necesaria para no expresar ese sentimiento.
Ella por su parte ni siquiera sabía cómo había llegado a tal lugar, no percibió el tiempo ni camino que tomó para llegar ahí y se sentía desorientada.

*

La habitación era enorme y no solo ellos estaban allí, había muchos más jóvenes, unas cuántas decenas.
En ese momento del suelo escapo un humo que ardía como el fuego contra la piel, y está parecía formarse en agua en cuanto tocaba su piel; así que para el momento que todo terminó, todos estaban empapados en el líquido extraño que había emanado del alrededor.
Por obvias razones todos se vistieron con nueva ropa, prendas que les proporcionaron a la salida del lugar, está era blanca, tan clara como la promesa de los detergentes de la televisión y al usarla podrían casi confundirlos con las paredes del gran establecimiento, parecía estar hecho de luz, blanca y hermosa.

Finalmente pusieron un brazalete en la mano de cada uno. Edelina se sentía en una película de marginados donde los esclavos (ellos) trabajaban como perros mientras ellos podrían castigarlos con un shok o algo similar.
Miraba a su alrededor y no encontraba más que un millar de personas con una sola diferencia, sus ojos: Extraños y complicados, así como coloridos y complejos.
Y en ese momento llegó la idea más estúpidamente loca, ¿Esa reacción en el tinte de los ojos tenía que ver con la rareza del espíritu que el cuerpo contenía? ¿Acaso sus ojos eran diferentes ahora?

Quiso mirarse en el reflejo del agua pero ni siquiera tuvo tiempo de asomarse al gran lago. Alguien le tomó y la levantó de su lugar llevándosela lejos.
Todos los jóvenes formaban una fila hasta el punto de colisión en una habitación.
Edelina miró entre la gente hasta la puerta y se sorprendió con las palabras que escuchó.
-¿Qué poder tienes?- dijo el hombre- ¿Cuál dios posees?- le preguntó a Edwin
-Ninguno
El hombre le dio una descarga electrica y él cayo mirándola quedando inconsciente.
Edelina abrió los ojos grandes, ¿Cada fantasia que se le ocurría era real?
Pero no lo eran.

Disciplina, eso es lo que querían, pero los métodos que utilizaban no eran los mejores para cumplir con su objetivo; Ni tampoco tenían la información completa.
Intentar darles una vida normal a todos esos chicos, arrancandolos del ceno de su ciudad y borrando todo lo conocido.

Desconociendo igualmente que los hijos de Dioses también tenían esa singularidad, ojos heredados de padre o madre, pero nadie lo sabía ni lo sabría. Metiéndose con leyes irrompibles y arruinando el desarrollo de todo. Jugando con chicos que controlaban ya sus poderes de una manera impresionante y los cuales podrían hacer que vieras tú muerte estando soñando.
Adiós sol, te veré mañana...

Añeja fantasía: Evocación Del OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora