(C) Capítulo 3. Magia

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Estando finalmente en casa, los mensajes preocupantes de Nicole abundaban en el teléfono de Edelina, pues si se tratara de gastar el saldo que su teléfono contenía habia un millar de maneras distintas para hacerlo. Sus ojos adormilados se abrieron frente a la luz ardiente del sol, que aún brillaba con fuerza frente a la ventada de su habitación, su perro juguetón parecía sentir aquella sensación y chillando entre sus quejidos ella lo reconoció, acariciando sus orejas. 

Se levantó con lentitud hasta llegar a una posición relajada, miró a su alrededor como si nunca hubiera estado allí, reservándose el hecho de enumerar cada objeto que parecían no tener lugar en ciertos espacios, su cuerpo temblaba quizá con el recuerdo de la sensación de todo lo que había pasado.

"Mi señora" había dicho aquel ser maligno, aquel ser extraño que la había perseguido. Por consiguiente se tocó la piel de sus brazos, sus bellos se habían erizado de manera cruel provocando otro escalofrío.
Con desconfianza se levantó de la cama, y con sentido de un invalido se sostuvo de la mesita de noche, recobrando su equilibrio. Quiso llamar a su madre pero las palabras simplemente no salían de sus labios, algo seguía evitando que el retorno a los sucesos anteriores se eliminará. Se sentía marcada como a cualquier animal, una marca en su cuerpo que le provocaba una sensación de angustia y repulsión. Pero en esos instantes algo le hizo recobrar su carácter, algo que la había hecho sentir fuerte para levantarse y finalmente caminó fuera de aquel lugar hasta la cocina donde su madre se encontraba sentada mirando al vacío frente a unos utensilios de cocina casi debatiéndose entre si debía continuar como si nada o llamar a alguien para que le ayudase pues no era la primera vez que su hija llegaba en esas condiciones; el día de la fiesta, a pesar de que Edelina se debía quedar en casa de Nicole terminó en su habitación despertando como cualquier día sin aviso alguno y con la misma sensación que había esparcido en esta tarde a razón de que la noche anterior había sido por poco asesinada, pero claro ella no tenía ni idea. Temía que finalmente, había llegado al colapso de su relación con ella.

Cuando Edelina tenía ocho años había sufrido algo similar, algo que Krista su madre había justificado con el engaño de su marido, una sensación que parecía sufrir aún más ella que su pequeña niña. La angustia en su pecho quemaba al igual que la mirada de Edelina que perseguía sus ojos buscando una respuesta a su actitud afligida.
Segundos después está compartió una sonrisa modesta con su hija, indicándole que se sentará a su lado y esta se sentó frente a ella.
Sentía que su hija se rompería si intentaba siquiera preguntarle qué sucedía, tomó sus manos y con un rose amable las acarició.

-¿Qué está pasando? - preguntó Krista con angustia. - ¿Estás enferma?
- ... - aquella pregunta parecía tan complicada, que ni siquiera logro atravesar sus oídos
-¿Tienes algún problema en la escuela?
-... No... no lo sé,  no.- sollozó, como si aquel tema fuera a destruirla. Algo ocurría, era obvio, pero no tenía las palabras suficientes para explicarlo.
- Crees que fue un error que te haya traído aquí y no te hubiera dejado irte con... ¿Con tu papá?

"Papá" una palabra que parecía venenosa en aquella casa, ella se exaltó y en seguida temiendo que su madre creyera que había hecho algo mal negó aquellas palabras, amaba a su madre, lo era todo para ella.

- Estoy bien, ¿Vez? Estoy viva, no me ha pasado nada. -Exclamó ella con movimientos escandalosos.
Un silencio apagó las ideas de un mejor entendimiento en aquella conversación y finalmente Krista cedió.

- Si te tranquiliza- Habló Edelina- ¿Puedes acompañarme al doctor? Me haría bien verte allí.
Entonces sonriendo apretó las manos de ella y se levantó.
- Prepararé algo de comer y mañana a primera hora te llevaré al doctor, es tarde ahora pero si te sientes mal solo dime e iremos de inmediato.
- No, estoy bien, de hecho tengo algo de hambre.

La cena había sido silenciosa con solo ambas en la casa, incluso el ambiente se notaba sombrío como si su reacción se debiera a una copia exacta a lo que ellas expulsaban, una total confusión. Al terminar Edelina subió a su habitación en silencio y se recostó en su cama con la misma sensación, miraba el techo y como éste parecía cambiar de color de blanco a negro. Observó unos instantes aquella imagen hasta que finalmente se quedó dormida, quedando atrapada en un sueño tan ligero como profundo.

Abriendo los ojos se vio flotando en su habitación y a partir de sus manos unas pequeñas luces escapaban como llamas ardientes, llamas que se movían en el aire como una pluma que caía con lentitud o una gota de agua que se deslizaba sobre el picaporte, sus ojos se iluminaron fascinados de tal imagen y casi como si aquello fuera a desaparecer, a esfumarse, envolvió sus manos cerca de su cuerpo terminando casi abrazada de sus mismas piernas y sosteniendo con aún más paz la pequeña luz que se escapaba de sus manos conforme el tiempo avanzaba.

Estaba en medio de una lluvia de estrellas que caían de sus dedos como suaves lagrimas, y estas viajaban sin cuidado por todo el lugar como luciérnagas de manera tan hermosa.
Por primera vez en días, sintió que todo iba a mejorar.

En ese instante abriendo grandemente los ojos se miró en el reflejo de sus mismos ojos, algo tan sutil que parecía ser agua flotante y que si le tocaba este se aturdiría eliminando la hermosa imagen, su cabello se veía ondulado y aunque solía ser así por las noches, esta vez estos se veían mucho mas definidos y suaves, entonces sus ojos se tornaron en un color sumamente brillante como el de un androide personalizandose, tomando el color de las llamas que salían de su cuerpo y resplandeciendo de manera inexplicable. Finalmente acercó sus manos al gran espejo y al tocarlo con gran ilusión despertó.

Despertó sin poder respirar y tocio con tanta dureza que su pecho parecía querer expulsar más que algunos microbios de su sistema, se sentía como si quisiera sacarle el alma del cuerpo.
Luego de unos instantes su madre estaba allí junto a ella tratando de calmarla para poder siquiera pensar en lo que estaba pasandole, pero lo que estaba viendo era morir a su hija, a la única cosa que le quedaba.

Con aquel miedo en el pecho se apresuró a ayudarla a levantarse, para cuando sus pies tocaron el piso ésta cayó expulsando sangre de su sistema, dejándola finalmente inconsciente. Krista con la ropa manchada entre lágrimas y miedo la levanto como le fue posible y la llevo a su auto que se encontraba justo afuera.

A pesar de la falta de prudencia en su conducción, llego al hospital sana y salva y sin mas esperas atendieron a Edelina. Las pruebas y análisis parecieron insaciables, pues después de pasar con ella no tenían una razón con la cual justificar o tranquilizar a la demandante mujer.

Hasta que finalmente darían con el punto, de una manera tan eficaz como extraordinario.

Al día siguiente las palabras que el doctor habría de darle, destruiría con coraje el corazón de ambas.
-  Son síntomas de Cáncer

Añeja fantasía: Evocación Del OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora