Capítulo 21. Blanca asesina

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Edelina y Roland habían platicado por un largo rato y en el momento que la mente de Edelina se fue redirigido a otro tema todo se volvió más sensible y extraño.
-Cuando estaba... -la palabra le parecía difícil de encontrar, pues como podría describir su situación, si ni siquiera sabia si todo era real, quizá ella podría estar muerta y ni siquiera lo sabría
- ¿En tu mundo?- exclamó Roland cerrando el tema en una seca expresión para literalmente levantarse a abrirle la puerta a Edelina.
Ella le miro sorprendida, ¿Cómo asi? Grecia estaba en las mismas tierras que su ciudad. Roland se quedo allí, solo presenciando la mirada confundida de la mujer que esperaba su respuesta hasta que esta salio corriendo, escabullendose de su propia mente y buscando entre la aceleración de su pecho alguna manera de esconderse igualmente de sus sentimientos, de esconderse de todo. Queria voler, quería volver y no sabia como hacerlo.
Y es que en realidad cada uno de los mitos se habían transformado y de una manera u otra era como si las aguas del rio Leteo se hubieran expandido a la tierra y explotado desde su nucleo para hacer olvidar el preciso momento en que todo empezó, nadie podría saber donde se encontrarían estas aguas y sin embargo beberlas no eran más que un pizque de todo lo que sucedia en los alrededores, estaba en todos lados, desde el centro de la tierra donde rodeaba el Hades, hasta las montañas que acompañaban a los cielos, dejándose caer en torrentes por las cascadas prodigiosas de la tierra. El Leteo no era solo un objeto, era un arma, un medio, era el punto central que evitaba las rebeliones y levantamientos provocandos, una mentira piadosa a las mentes de cada uno de los individuos que la tocaban; El Leteo era la segunda oportunidad de vivir.

Los campos elíseos estaban contaminadas por esas aguas y nadie lo sabía, nadie más que aquellas que podían estar largos períodos de tiempo en el interior de ella, sumerjidas, notando como pequeñas partículas adjuntadas en forma de gusanos recorría todo el rededor buscando entrar a un cuerpo como un virus, solo para hacerte olvidar que existía y volver a repetir el proceso hasta que finalmente borran tantos recuerdos como para olvidar como respirar, como ver, como vivir y entonces mueren como un enfermo de Alzheimer.

Sin embargo aquella tarde estas aguas estaban pasivas, algo que en realidad no evitaba que fuera acorralado y aturdido con la presencia de un joven, el cual, oculto entre los leves rayos luminosos que el sol ejercía, se escondia de forma irracional incluso cómica pues verle no era para nada difícil, sus ojos saltones miraban a Roland desde su posición y habia visto como Edelina corria mientras el solo le dirigía su atención a él, a su cuerpo que salía de las sombras y espiaba sin cuidado.
- Morirás- dijo transmitiéndole las palabras a su mente y cuando el nombre de ese chico volvió a aparecer en su cabeza él ya no estaba.
- Tobías - el mounstro dijo y maldijo al aire sin saber que aquella distracción le había metido en un lío tremendo, Moros salió por su espalda y se acerco lo suficiente como para causarle escalofríos.
- Corre- hablo el amenazando, solamente inclinándose hacia él, amenazando a su pecho que saltaba a brincotones cada segundo y al escuchar sólo aquellas palabras fueron lo suficiente para tener la capacidad de huir; Roland sin siquiera tomar aliento salió despavorido casi reconociendo el poder de aquel hombre, pero claro Moros no tuvo que tomarse la molestia de perseguirlo pues Roland había estado rodeado por si mismo desde un principio. Roland era el fantasma que lo acorralaba, Roland estaba maldito y el ser original le encontraría.

*

Edelina yacía en su habitación jurando que las cosas allí nunca mejorarían, sentía que su cuerpo temblaba, sentía escalofríos por todas partes y de cierta forma la paranoia de ser perseguida y observaba se multiplicaba. Edelina estaba en medio de un círculo de desesperación, uno de aquellos en los que sólo podías estar tu y tus pensamientos, tus ojos se ciegan y el corazón se acelera exigiendo cada vez más oxígeno hasta que finalmente el aire ya no es respirable, tu olfato y oídos dejan de funcionar, no hay nada que sentir, nada que oír más que el fino "biip" que asemeja a la sangre caliente y espesa.

Pero ella no era la única que estaba enloqueciendo en su habitación. Roland después de correr sin sentido por toda el área regresó a sus aposentos donde se arrojó a la abandonada alfombra acurrucandose en su cuerpo y mirando al interior del fondo del colchón.
Había basura que nadie había notado, restos de cosas que nadie había recogido y limpiado; y entre todo aquello estaba un placa como la que adornaba su puerta.
"Astreo Sallow"

Cuando le miro paso su dedo por la mugre que acompañaba el material metálico y como tal su reflejo se estableció allí, su rostro no se llenó más que de desepcion pues por alguna razón las cosas siempre terminban así, con uno de sus amigos temiendo por su vida solo por verle cerca a unos metros. Se sentia un animal mutado de la ciudad de Chernobyl y todos lo trataban como tal, no necesitaba esforzarse para ser temido o considerado, bastaba más que su olor para ser reconocido. Y ni siquiera los sueños eran mejores que la realidad, la noche explotaba como a muchos sus mayores miedos y el subconsciente explotaba su presencia en la cabeza de todos los jóvenes de allí, y eran esos momentos que la honestidad era mas que una tortura, era un peligro para el humano que las escuchaba, las palabras duelen más que los golpes y duelen aún más cuando eres tu quien te las dice.

Al dia siguiente como cada amanecer parecían encontrarse en un baño de vapor y como dicha cosa, el agua condensada se evaporaba y llenaba el edificio con su cálido humo, era un escenario que daba la ilusión a la realidad: estaban en el cielo, rodeados de nubes y el paraíso virgen en color. Pero por la noche que había pasado esa mañana era mas sombria, era más una neblina que disfrazaba al edificio, era más bien un obstaculo, una neblina que no te dejaba ver más alla y esta cuando les rodeó a todos no se sentía igual que lo normal. Y todo eso se debía a las múltiples personas que habían llegado al edificio, esas que se escurrían junto a Jenell y sus secuases en el interior de los tuneles del subterráneo.

"Ojos que no ven, corazón que no siente" pudo haber dicho cualquiera y habría descrito la situación completa, nadie puede defenderse de aquello que no existe. Y entonces cuando Roland salió al exterior podía ver como múltiples personas se asfixiaba en el venenoso aire, muchos de ellos yacían en el suelo inconcientes y cuando pudo pensar correctamente su ayuda había sido innecesaria pues mientras el esperaba a salvo Moros le miraba desde las sombras sonriendo, allá desde el fondo del establecimiento pues las cosas salían como era de esperarle, había tenido la más efectiva manipulación y nadie se había percatado de ello. Su plan seguiría a la par de que Tanatos se enamorara de Edelina.
En ese momento toda la neblina se contrajo y se comprimido a una enorme barrera que se extendía por el centro para mostrar la imagen de la única chica que importaba lo suficiente, Edelina estaba allí frente a Moros y entonces toda la magia oscura de él entró por sus ojos, nariz y boca dejando a Roland en un transe para luego manipular sus movimientos como un zombie.

Moros no tenía la capacidad de dañar sin matar, no con magia, pero si tenia la habilidad de convertir el tiempo en un juego, de manipular acciones, personas y objetos sin que nadie lo evitara, era rápido, audaz y avaricioso, tenia la capacidad incluso de apoderarse de un cuerpo ageno asi como de engañar a lo las ojos de un cuerpo, él plasmaba imágenes por todas partes y no podían diferenciarlo. Podía volar y regenerarse a una velocidad impresionante, era un Dios y nadie podía quitarle el lujo de aprovechar sus dones. O al menos los dones que había adoptado a lo largo del tiempo.

En el súbito ataque Roland comenzó a expandir nuevamente el manto de bruma y fue cuando atrapó entre ellas a Edelina, se movió hasta ella y fue observaba igualmente por sus compañeros e incluso los Oniros que estaban atrapados en su red, sus ojos se tornaron más blancos y entonces la misma baba pegajosa que había adoptado antes comenzó a adquirir a su cuerpo, ese color negro como petróleo se expandió por toda su piel hasta que incluso las orillas de la niebla comenzaban a tornarse oscuras. Nadie había experimentado el daño que eso podía causar y Roland no lo sabía, sin embargado había dos personas allí que sabían como funcionaba su juego y una de ellas estaba observándolo.

Antes de que le fuese posible dañar a su querida Edelina, algo intervino, alguien que había permanecido en las sombras de la historia, alguien que solo Edelina había notado.
Verneria, la chica en silla de ruedas expulsó una ráfaga de agua disfrazada en fuente, empapando en agua la piel de Roland, atenuando así la peligrosa neblina y así igualmente levantando la mirada del apenado joven... quien estando frente a ambas salió corriendo con la última imagen que establecía a Edelina en el suelo, apenas respirando con los ojos abiertos y los labios morados, expulsando el poco aire que había podido aspirar. Sin siquiera poder sentir la punta de sus pestañas para saber que estuvo a punto de morir.

Añeja fantasía: Evocación Del OrbeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora