Tres

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Decisión

Amaneció un par de días después en el palacio, hogar de la familia real.

Claro que amaneció también en otros lugares pues el sol no sabe ni le interesa como diferenciar entre un monarca y un plebeyo.

Como era una trágica costumbre primero se levantaban los últimas en acostarse, los diversos habitantes de Wakanda iniciaban otro día más de jornada para realizar su labor.

Poco después que los habitantes salían de su cama, el segundo grupo se ponía de pie. Cuando la reina despertó, en la inmensa cama matrimonial no había rastros de su esposo y de nueva cuenta tuvo que recordarse así misma que nunca más lo habría, otro día más tuvo el deber de despedirse de su amado rey en la soledad de su habitación antes de levantarse. Se vistió entonces con ropas ligeras aunque la indumentaria más ligera de una reina siempre resultará más pesada que el atuendo más ostentoso de un representante.

La reina pese a su recordatorio de cada mañana se encontraba de buen humor, su hijo estaba creciendo y ella por fin podía verlo con la claridad que merecía.

Una distancia considerable separaba su dormitorio del salón donde se degustaba el desayuno y a la reina le gustaba recorrerla con parsimonia, podía escuchar el parloteo de los héroes como eco por el pasillo donde ella se encontraba. Sin embargo, a medio camino escuchó unos sonidos rítmicos y poderosos, a intervalos muy parecidos, distando de ser el golpeteo de algún pobre animal ciego contra el muro.

La reina conocía el sonido de aquello y fue a su dirección con algo de orgullo pero también nostalgia.

Y pronto llegó ahí, al salón de entrenamiento donde su amado solía asistir con su hijo para enseñarle algunos movimientos.

Excepto que ahora solo estaba T'Challa atacando sin piedad un curioso muñeco de madera.

Había otra persona ahí también, y eso era raro, pues ver al rey T'Challa practicando ese deporte era una tortura para cualquiera. Pero ahí estaba, de pie a unos cuantos metros tan frívola y feroz, Okoye. Cuidando de su hijo como sabe que nadie más podría hacerlo. Pero ella estaba seria, un poco más que de costumbre y una interrogante nació en su cabeza acercándose a la líder de las Milaje. Ambas estuvieron quietas por unos segundos observando al rey Udaku realizar sus ejercicios.

T'Challa golpeaba al muñeco de madera y fingía ignorar la presencia de aquellas dos mujeres, entre ellas su madre. Sabía que ambas estaban ahí y, mientras aporreaba al muñeco aprovechaba para ratificar la posición que había tomado y en que breve les comunicaría. En realidad ya le había dicho a Okoye, razón por la cual tenía el semblante más serio que de costumbre y hubiera deseado que su hermana estuviera ahí pero ella había salido con el joven Stark. Pero una noticia sólo es de oficial dentro de la familia real cuando es del conocimiento del rey. Y el rey era él por lo que básicamente ya era oficial, pero pese a eso fue criado con mejores valores, enseñanzas que aprendió a lo largo de los años donde su madre tenía tanto peso como su padre.

—Mi reina, el rey tiene algo que decirle—dijo Okoye, mientras observaban al mencionado.

La reina sintió curiosidad y T'Challa comenzó a golpear con todavía más fuerza y más rapidez al pobre muñeco, con todas las partes del codo y de la mano como si supiera que ya no había tiempo de volver atrás con aquella decisión.

En realidad sí lo había. Siempre lo hay. Un pensador—con mayúsculas, como se escribe un pensador de verdad—dijo «Solo existe un callejón sin salida para quien no sabe mirar atrás». Pero en realidad T'Challa no quería volver atrás, lo cual cambiaba todo.
Cuando concluyó una serie de golpes se detuvo, completamente sudado y agotado, a sabiendas que era hora de comunicar su decisión, pues hasta un rey prefiere no arriesgarse a dejar a una madre en la incertidumbre por mucho tiempo.

White WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora