Once II

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Segundo round

Y el luchador de Merchant, giró una vez y media en el aire antes de caer al suelo. La multitud gritó. Era un grito de gente enloquecida a tal grado que Bruce Banner debía sostener la mano de Natasha como ancla, no es como si alguno se quejara. Su adversario se golpeó dos veces el pecho, llamando a su contrincante a combate. Aquella era la tercera vez que Merchant besaba el suelo.

Merchant se levantó y varias mujeres gritaron, hombres incluidos. Agitó los brazos e hizo girar los hombros en estiramientos improvisados. Tenía la visión debilitada y sentía un ligero gusto a sangre en la boca. Sabía que era a causa de los dientes rotos. Comenzó a saltar, con la intención de traer un poco de ligereza a aquel combate.

—El de Merchant es muy delgado. ¡El otro tipo es más pesado!

—No estás entendiendo—le contesta Clint a Sam—. El tipo de Merchant es tan ligero que su golpe parece el de una hormiga para el grandote.

—¿Cómo los golpes de Scott sin traje?—alza una ceja.

—Exacto.

Merchant se lanzó a un ataque menos suicida. Pegaba un jab y se retiraba. Otro y de retiraba. Y otro y otro y otro. Y otro. Y se retiraba. Y se retiraba. Aquello comenzó a irritar a su adversario. Volvió a golpear su pecho llamando a su oponente. Merchant golpea y se retiraba. Golpeaba y se...

De pronto su contrincante se le echó encima como un toro, en un movimiento mucho más de rabia que de conciencia. Merchant lo esquivo y entonces jugó con todas sus fichas.

¡Un jab y directo, directo, directo, directo, uno, dos, tres, cuatro, cinco, esquiva y uno, dos, tres, esquiva y uno, dos, tres! El contrario intentó dar un golpe con el codo. Merchant lo esquivó y golpeó con violencia en un costado. Su contrincante se dobló, sintiendo una punzada.

Las mujeres enloquecieron.

—¿Sabes...—Merchant hubiese querido decir aquella frase más rápido—lo que hacemos con hombres como tú en Merchant?

Su contrario avanzó en busca de arrancarle la cabeza, que lo esquivó una vez más pero no reunió las fuerzas para golpear de vuelta. Sonó el gong que anunciaba el final del round.

Antes de ir a su esquina, Merchant concluyó:

—¡Usamos su grasa para freír papas!

Frustrado, su contrincante se dirigió a sentarse, pero lo hizo con tanta brutalidad que la silla se quebró y algunas cuantas personas rieron. Él se levantó despacio para escuchar a su entrenador decir:

—¿Qué significa un hombre de tu tamaño?

—Un hombre que tiene tanta fuerza dentro de sí que se desborda del cuerpo para caber dentro de él.

—¡Entonces toma esa fuerza, entra ahí y borra la sonrisa de ese patán y de toda esa gente! ¡Ahora!

Sonó el gong. Él bufó. Merchant imaginó que continuaría aguantando aquella secuencia sin perder el aliento de una vez. Y cuando el pesado y furioso pugilista que fue objeto de burla avanzó contra él, descubrió la respuesta.

No.

Merchant se escapó del primero. Y también del segundo. Y del tercero. Y golpeó de regreso. Una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Pero en la sexta...a partir de ahí sus puñetazos ya no hicieron efecto. Su aliento estaba débil y cada vez más sentía que enfrentaba a un adversario que no se inmutaba ante sus golpes. Al menos no en aquel estado de furia en el que él mismo lo había puesto.

White WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora