UN AMØR INFERNAL

VEINTISIETE° Prometo hacerlo muy feliz

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—Es mejor que entremos a la fiesta —Me alejó y puedo apreciar el sonrojo que tienen sus mejillas.

—Esta bien.

A lo lejos veo a mi amiga que con algo de torpeza trata de caminar con esos tacones.

—Aquí están, al fin los encuentro.

—Veo que no estás cómoda con esos zapatos si prefieres puedo ir a conseguirte unos tenis.

—Tú siempre tan caballeroso Alexander pero para que complicarnos la vida —Me quitó estos zapatos y listo ahora ando descalza.

—Te vas a enfermar.

—No exageres Elí deberías hacer lo mismo este pasto artificial hacen que mis hermosos pies se sientan de lo mejor.

Veo a lo lejos que uno de los guardias me hace señas para que me acerque.

—Chicos los dejo, que disfruten la velada. 

Por como me mira se lo que insinúa quiero decirle que no esta en lo cierto cuando ni siquiera sé que hubiera hecho si él me hubiera besado.

—Mira quien ha llegado.

Volteo a ver donde ella señala y veo a Anderson quien esta a gusto platicando con unas chicas que no paran de reírse.

—Debo admitir que tienes buenos gustos.

—¿Qué cosas dices?

—Pues lo que escuchas además me alegro por ti aunque a la hora de elegir si la veo muy difícil.

—Angie...

—¿Qué? al menos sonríe no todos los días tienes a dos galanes que babean por ti.

Decido ir adentro, ella toma mi brazo y ambos volvemos al salón.

—Sabes deberíamos de viajar a la playa tal vez eso te haga bien.

—Estaría bien pero no puedo dejar a mi padre o la empresa.

—Entiendo además te debo lo de la pelea ¿cómo sigue tú herida?

—Esta cicatrizando.

—Me alegro estuve muy preocupada no era mi intención...

—Solo se más cuidadosa.

—Tenlo por seguro.

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Me acercó saludando a ambos hombres, el guardia decide retirarse dejándonos solos.

—Imagino que tienes muchas preguntas sin embargo me alegro que hayas investigado por tu cuenta.

—Te alegra ¿no es así?

—Un poco.

—Lo supuse —Agarró una copa de vino que el mesero va ofreciendo.

—¿Y qué harás?

—Eso no te incumbe.

—Solo quiero ayudarte.

—¿Ayudarme? claro Anderson ni tú mismo te lo crees.

—Sé que es doloroso saber que no podrás tener una vida a su lado pero no te preocupes prometo hacerlo muy feliz...

Se aleja con una sonrisa en los labios la furia que siento es tanto que lo termina pagando la copa de vino la cual se rompe en mil pedazos provocando que la gente a mi alrededor se centre en mí.

No dejaré que se salga con la suya.

—¡Hijo! —Me acercó y agarró uno de las servilletas que hay en la mesa.

—No finjas ser una madre a la que le preocupa mi bienestar.

Me alejó de ella dirigiéndome al baño.

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