La historia - Parte 8

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 *Geidai: Tokyo geijutsu daigaku o abreviado Geidai, es la Universidad nacional de bellas artes y música de Tokyo. Según he investigado, es muy prestigiosa y tiene muchos egresados famosos, entre ellos uno de los co-fundadores de Sony.

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Según la certeza ineludible mostrada por el calendario el día que volvimos de la finca del sr. Kang, nos quedaban 32 días para que Sungmin y yo nos separáramos -según creíamos- para siempre.

El efecto de esa sentencia que había tratado de ignorar con todas mis fuerzas durante tanto tiempo, acabó con mi estabilidad emocional, mi salud y mi felicidad de una sola ráfaga destructiva. Las consecuencias se hicieron visibles y empezaron a hacer estragos en nuestras vidas a lo largo de dos fases. Esto afectó nuestra percepción del tiempo e hizo que se enlenteciera, aunque eso no significó que la tortura de la separación fuese menos dolorosa. Que la primera fase estuviera enteramente centrada en la negación es evidencia clara de eso.

Estaba desesperado.

Sungmin se iba de mis brazos sin que yo pudiese hacer nada. Odiaba eso, quería tener el control, quería que todo volviera a ser como antes y dejarlo así para siempre, o al menos pretender que podía lograr semejante locura. Me entregué a la pasión intensa que producía dicha desesperación y busqué físicamente a Sungmin tanto como me fue posible. Las palabras se desvanecían en el aire una vez se pronunciaba la última letra y las conversaciones se empezaban a olvidar en cuanto estas terminaban, pero si yo le hacía el amor duro y prolongado a Sungmin, podía ver los estragos de su orgasmo por al menos 10 minutos en su respiración acelerada y embeleso, su piel estaría sudada por mis atenciones toda la noche y los chupones repartidos en su cuerpo durarían máximo 3 días. Aún si yo no estaba cerca de Sungmin durante el día, todas esas cosas me aseguraban que él seguía siendo mío y que no se apartaría de mi lado al menos hasta que los efectos pasaran, y yo estaba enteramente decidido a que eso no ocurriera. Apenas el entraba a nuestro dormitorio, yo lo acechaba e incitaba para que tuviéramos sexo. Era otro de mis razonamientos estúpidos, más no encontraba otra salida de esto. No había opciones, no una que no significara generar un cataclismo en nuestras vidas y en la de quienes nos rodeaban. Sungmin alcanzó un día a disfrutar plenamente de mi aumentado deseo sexual. Para él yo era un libro abierto y de nivel preescolar, y por tal, sabía que yo no era de actividades y acciones espontáneas. Siempre después del sexo, conversábamos y nos reíamos, a veces esas cosas propiciaban un segundo round, sin embargo, ya no era más así, ahora hacíamos el amor, de una forma tan apasionada que nos hiciera perdernos en el cuerpo del otro, y cuando no podía más, me refugiaba en sus brazos, atormentándome en silencio hasta caer dormido. Se dio cuenta de inmediato de que algo me ocurría. Día tras día me ametralló con preguntas y sólo cuando lo medio -convencía de que estaba perfectamente bien, accedía a mis insinuaciones, no obstante, al día siguiente al no ver mis habituales sonrisas y rebosante energía, las dudas retornaban con más fuerza a su cabeza.

"Estoy muy preocupado, Kyu. Dime qué te pasa, seguro tiene solución"

"No te preocupes, no me pasa nada"

Mientras estuve en esa fase, temía constantemente que esas conversaciones se transformaran en algo más contundente, que Sungmin enfadado por mi hermetismo iniciara una pelea y eso hubiese acabado con nuestra relación, sin embargo, nunca lo hizo. Quizás si lo hubiera hecho no habría resultado tan mal. Sabríamos claramente que lo nuestro acabó y tendríamos una base sólida para decidirnos y seguir libremente con nuestras vidas. Habría culpa y todo eso, pero sería más fácil, mil veces más fácil de superar, que saber que le permitimos a las nimiedades de la vida terminar con un amor tan hermoso e intenso como el nuestro, esa culpa es peor. Mas no fue así, y pasó mucho tiempo antes de que esas angustiosas conversaciones y los estragos de la segunda fase dejaran de atormentarme.

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