Desde que acepté cuan peligroso era Sungmin, inicié una feroz ofensiva contra mis instintos descontrolados, tornando la guerra contra mà mismo más violenta de lo que nunca fue en batallas pasadas.
"No puedo besarlo, no puedo besarlo" Me repetÃa incesantemente.
Besarlo serÃa asumir definitivamente que me gustaba y yo no iba a admitir tal cosa, y muchÃsimo menos admitirÃa la verdad, que estaba perdidamente enamorado de él. Eso era impensado, eso no pasarÃa, no en este universo.
O era lo que trataba de meterme en la cabeza.
Como he dicho antes, para ese entonces mi voluntad estaba débil y totalmente corrompida ante sus encantos, lo único de mà que aún luchaba era mi enorme, estúpida y casi admirable terquedad, la que me siguió proporcionando planes, aunque ya no tan buenos debido a todo el desgaste mental antes ejercido. Pensé y descarté muchas ideas ridÃculas, como ponerle una bolsa de papel en la cabeza cuando estuviera en el dormitorio o cegarme el resto del semestre con chile habanero, y lo mejor que se me ocurrió para evitar besarlo sin alejarme de él fue lo más obvio, es decir, reducir a cero la mirada hacia su rostro. Resultó ser un arma de doble filo. En adelante, resentà cada momento en que hablamos, cogimos, dormimos y convivimos sin mirarnos, pues obstruÃa notablemente esa magia de nuestra relación que no querÃa perder. Por una parte, debÃa recurrir a formas muy impersonales de hacérselo: Pegado de cara a la pared, ponerlo sobre sus cuatros extremidades, sentarlo de espaldas sobre mÃ. Una a la vez y con su cabeza lo más alejada de la mÃa. Eso en estricto rigor, no eran cosas que estorbaran mucho en el sexo. Sungmin seguÃa pareciéndome sensual, sus gemidos todavÃa contaban con ese tono agudo que me volvÃa loco y empalarlo era aún lo mejor que habÃa probado en mi vida; nada debajo de su cuello me estaba prohibido, podÃa tocarlo y marcarlo a gusto. Eran ventajas que seguro habrÃan sido suficiente para cualquiera, pero para mÃ, no poder conectarme con su mirada luminosa, no poder besar sus tersas mejillas y no sentir pegados a mis oÃdos sus labios gimiendo mi nombre y suplicando por más, era terriblemente desalentador, tanto como para que la frecuencia con la que tenÃamos sexo disminuyera. Por otra parte, Sungmin no era tonto. Notó desde el principio que algo ocurrÃa conmigo y que trataba sobre él. Nunca preguntó al respecto, quizás temiendo una mala reacción, sin embargo, no pudo ocultar que le afectaba. En nuestras conversaciones dudaba antes de hablarme y establecÃa incómodos silencios entremedio.
Rápidamente, hice a la guerra tornarse tan cruda y letal que arrasaba con todo sin discriminar. Paso que daba, algo morÃa, el suelo se volvÃa estéril y las cosas sobre él se reducÃan a ceniza. No iba quedando nada que ganar, de hecho, ya no recordaba que querÃa ganar, sólo sabÃa que estaba perdiendo todo lo que me importaba. La única cosa maravillosa que habÃa obtenido de ese infierno la estaba dejando ir de mis manos voluntariamente. La bella conexión que tenÃa con Sungmin estaba pendiendo de un hilo otra vez, porque no era capaz de admitir que no querÃa lo que tenÃa de él, sino que lo deseaba todo, todo lo que él pudiera darme y lo que yo pudiese robar. No, no era capaz, estaba demasiado asustado y era demasiado terco para deponer las armas por mi cuenta, alguien, o más bien él, debÃa quitármelas y tirarlas al suelo.
Asà sucedió.
Al cabo de 2 tortuosas semanas, la resistencia llegó a su fin con nuestro esperado viaje de estudios. Por tradición, cada año los alumnos de último grado tras terminar el primer semestre y antes de iniciar las vacaciones de verano se embarcaban en un viaje de 10 dÃas. Para incentivar la igualdad (Más no la equidad), los 3 cursos viajaban al mismo destino, el cuál siempre era un paÃs desarrollado, donde los estudiantes se hospedaban en un hotel de 5 estrellas y cada dÃa visitaban lugares históricos privilegiados. Ese año se escogió Japón, lugar que a pesar de ser trillado para muchos, contaba con un itinerario muy movido que nos asegurarÃa aprender y conocer más de lo que lograrÃamos viajando por cuenta propia, pues a nuestra disposición habÃan buses, helicópteros y un par de enormes yates.

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El acuerdo
Fiksi PenggemarDespués de 10 largos y melancólicos años, en medio de una prestigiosa convención de empresarios hoteleros, Cho Kyuhyun vuelve a encontrarse con Lee Sungmin, quien fuera en el pasado su compañero de habitación en el prestigioso internado "Dr. Kim You...