La historia - Parte 1

593 46 23
                                        

En mi vida, he encontrado muchas y variadas cosas que me molestan: La terquedad de algunos miembros de mi mesa directiva, los cabrones de "Nintendo" que a pesar de los años siguen siendo una fiera competencia en el mercado de los videojuegos, la i...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En mi vida, he encontrado muchas y variadas cosas que me molestan: La terquedad de algunos miembros de mi mesa directiva, los cabrones de "Nintendo" que a pesar de los años siguen siendo una fiera competencia en el mercado de los videojuegos, la intromisión de mis padres en mi vida amorosa, los resultados del fútbol nacional, entre otras cosas, pero sin duda, lo que me ha fastidiado más larga y profundamente es no saber que me depara el futuro. Bueno, soy Cho Kyuhyun, uno de los CEOs multimillonarios más jóvenes según la revista "Forbes", mi cuerpo de 29 primaveras tiene fuerzas y ambiciones, cualquiera con 2 dedos de frente creería que el motivo impulsor de mi anhelo es saber las acciones correctas para llevar mi compañía a la cima, o que tal vez, después de obtener tantas responsabilidades me volví un adicto al control. Más nada tiene que ver con eso. Mis desesperados deseos empezaron hace 10 años, cuando fundar una compañía de videojuegos era tan solo una idea demente plasmada en un cuaderno y recién había egresado del internado de niños ricos al que mis padres me habían matriculado. Fue ese pasado, melancólico y doloroso, el que me convirtió en esto, la desesperación lo causó. Desde ese instante, mi yo exterior se comprometió a un sinfín de labores para no reparar en el dolor y en los pensamientos que para un futuro e intachable empresario eran inútiles, pero el yo real, aquel escondido en el fondo de mi corazón y mi alma, esperaba ansiosamente, hasta hoy, sin descanso, analizando perfiles y paisajes, poder algún día predecir el futuro.

Predecir si en mi futuro él volvería a aparecer.

Lástima que nunca pude prever nada, ninguna sola cosa, y de tan concentrado que estaba en mi trabajo y en ese deseo enfermizo, ni siquiera una sola vez me preparé mentalmente para el día en que mis ojos volvieran a encontrarse con los suyos.

Cuando mi amigo Minho me persuadió de ir a una cumbre de empresarios hoteleros asiáticos para conocer mejor el rubro, imaginaba un desabrido ambiente lleno de viejos aburridos y antipáticos hablando sobre la forma correcta de atender a su arrogante clientela, sin embargo, el que estaba ahí animando la concurrencia con su encanto justo antes de verme era indudablemente Lee Sungmin, mi Lee Sungmin. En medio de la gran sala a unos metros frente a él, con los músculos rígidos, el celular que llevaba en las manos deslizándose y desarmándose sobre la alfombra no era nada comparado con la parálisis cerebral que estaba experimentando en ese momento.

—Sungmin...

Después de 10 largos años ahí estaba, observándome con un gesto que mezclaba varios niveles de estupefacción, el chico que nunca se apartó de mi mente luego de haber pasado juntos nuestro último año en el internado, el chico tan malditamente hermoso del cual no fui capaz de despedirme el día de la graduación. El primer y último hombre que amé.

Mudos, sin pensar en guardar apariencias ante la gente rodeándonos, nos observamos por una cantidad de tiempo que me es difícil precisar. No es para menos, la última vez que cruzamos palabra fue pocas horas antes de nuestra ceremonia de graduación mientras hacíamos el amor hasta el alba. Eso pondría incómodo a cualquiera, sobre todo si de un momento a otro los recuerdos de lo que habíamos vivido juntos se agolpaban en nuestras mentes como las lágrimas en nuestros ojos.

El acuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora