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Una vez pude contar una historia, una historia larga y verídica, una donde tú y yo nos enamorábamos día a día, una donde tus ojos besaban mis tibias pupilas, bajo el alba que se vaciaba detrás de las colinas.
Una vez fuimos eternos, regábamos cariño en forma de besos, nos untábamos de torbellinos de pasión, nos bañábamos de deseos vestidos de ilusión.
Caminábamos por la senda del amor, nos refugiábamos en nuestro hogar lleno de candor, nos ensuciábamos de deseo en nuestras sábanas, nos limpiábamos de todo lo reprimido una vez saciadas nuestras traviesas almas.
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Ahora esa chispa se borró del pizarron, ya se fueron corriendo de la casa aquellas miradas llenas de fulgor, se escondieron como duendes por las tuberías, nadando como peces por las cañerías.
Corríamos por el puente de la lujuria, descarrilando locura sabor a perdición, oliendo a fragancias de rosas con un toque de seducción, falleciendo en nuestras caricias disfrazadas de amor.
Fue una historia larga, con un final precario, cargada de verdades con sabor amargo, vacía del universo que carga nuestros pechos nostálgicos, lamentos cristalizados, en el pasado quedarán guardados.
La historia se convirtió en relato, algo que con el tiempo no sabremos si fue real o algo inventado, nuestras mentes lo olvidarán, pero nuestros corazones siempre lo sentirán, aquel amor que algún día nos supimos dar.
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