Capítulo 4: "El parrillero hambriento"

202 33 15
                                    

Capítulo 4: "El parrillero hambriento"




Sabiendo que voy a tener a alguien de tanta importancia comiendo en mi nuevo lugar, me voy a asegurar de hacer el mejor asado de mi vida. Que arranque esto. Hora de echarle al gran fuego que va a ser este hermoso emprendimiento nuevo mío, pero primero...

—La puta que lo parió, calmá un poco la temperatura de esto, no me quiero cagar muriendo congelado. —Otra vez, estoy intentado entrar en la cámara frigorífica pero con la temperatura tan fría me re cago congelando. ¿A quien mierda se le ocurrió poner esto como a 50 grados bajo cero?

—Disculpe señor, ¿a cuanto lo necesita? —La borrega saca un palito de madera, vaya a saber de donde salió, y no me gustaría saber tampoco en donde estuvo eso. Ya saben, es la edad en que las pendejas están con las hormonas sexuales al mango, si hasta quieren garchar todo el tiempo.

—Dejala en cinco grados, así debería estar bien. —Espero que ahora la muy pelotuda no salte con la pregunta de si es bajo cero o no. Si sigue estando tan frío esto, ahí si que la mando bien a la mismísima concha de la lora.

—Pero esa es casi la temperatura en la que está, tan solo debería dejarlo en un grado mas frío. —Confirmado, tremenda mogólica, pajera, pelotuda, boluda, hija de re mil puta es esta piba de mierda y la concha de su reputísima madre que la re mil parió. Y yo que pensaba que un nivel tan alto de boludez era algo imposible de alcanzar, ya estoy viendo que no.

—Cinco grados bajo cero no, cinco grados sobre cero. —A ver si así me entiende esta flor de tarada profesional. Con decirlo, ella agita su palito de madera un poco y la cámara frigorífica pasa a tener la temperatura que le pedí. Ahora si puedo agarrar la carne tranquilamente sin cagarme de frío.

—Ahí tiene, señor. Ya con este problema solucionado, podemos pasar a empezar con la cocina. —Posta, no tenemos otra cosa de la que ocuparnos ahora, asi que podemos empezar a preparar la comida para la gran inauguración, pero antes...

—Primero tengo que prender el fuego de la parrilla, eso es algo que normalmente se me hace fácil, pero no se como serán las 'leyecitas' de acá. —Y por cierto, tampoco tengo fósforos ni un encendedor, mierda que está jodido empezar con esto. Me pregunto...si ella pudo controlar la temperatura con su consolador de madera, ¿podrá elevar tanto el calor en una zona para que se inicie un fuego? Hay que probar.

—Yo puedo ayudarte con eso. Con la ayuda de mi vara, puedo crear fuego en cantidades pequeñas o grandes en donde yo quiera. Déjame intentarlo. —La pendeja va hasta la parrilla y observa, con otro movimiento de esa cosa de madera que parece mas un consolador que una varita, hace aparecer un poco de fuego en la parrilla. Ahí es donde entro yo.

Agarré rápido el carbón y lo eché sobre el fuego para tratar de mantenerlo vivo y que no se apague. En poco tiempo la parrilla ya está lista para empezar a preparar un asado de concha de su madre. Me voy a la cámara frigorífica, y vuelvo con unas tiritas de asado que tiro sobre una plancha que cuelga sobre el carbón encendido a una distancia prudente para que no se incendie la comida. Genial, ahora solamente falta esperar. Como se está haciendo falta ahora mismo un buen disco de La Renga o de Soda Stereo.

Mientras esas tiras de asado se hacían de uno de los lados, voy a buscar unos chorizos, pero...

—Freixla, vení para acá o te re cago a trompadas. ¿Donde mierda están los chorizos? Todo buen asado tiene siempre los choripanes, decime ya que les hiciste. —Ah, lo siento, pero en donde se meten con los choris, se meten conmigo. SI queres, jugá todo lo que quieras con el chipá o las milanesas, pero no me toques el chorizo. ¡Ay!, eso sonó doble sentido.

—¿Chorizos? ¿Qué es eso? —¡Ah! P...po...por favor, que alguien me calme porque no aguanto mas las ganas que tengo de embocarle un sopapo en la cara de borreguita feliz que tiene.

—Un embutido, color medio rojito y alargado como las pijas que seguramente tanto te gustan a vos. —Al comentar eso, ella empezó a pensar algo. Lo supe por su mano apoyada en su mentón y sus ojos perdidos en el techo de piedra. Acá si que se va a llenar de bichos raros, piedra por todos lados.

—Primero señor, no me gustan las pijas. Me atraen mas las personas humildes. Segundo, ya se a que se refiere, nosotros usamos la variante hecha en carne de cerdo y lo comemos como golosina, y usted no sirve golosinas, ¿verdad? —Listo, es todo, me voy bien a la mismísima mierda...aunque, me gusta que no solo se fije en la gente concheta...ahora, con lo otro...

—¡Como mierda es que consumen el chorizo como una golosina!, y ademas...¿de cerdo? ¡Herejes! —grito como hincha en un partido Boca vs. River. Tan solo imaginen, estar recostado tomando sol tranquilamente en la playa, y tomar de tu heladerita...¡Un choripan! O en lugar de derretir una barra de chocolate en el café...derretir un chorizo...por favor, que boludeces son esas, casi como esas yerbas mate con no se cuantas hierbas raras.

—Tengo entendido que en su mundo comían chorizos de res y en parrilladas, pero eso la gente aun no lo sabe, por eso lo necesitamos aquí, para que nos guíe sobre como deben ser las cosas. —Está bien, pero que traiga un poco de eso, lo voy a necesitar porque justo ahora tengo un hambre que no lo aguanto mas, quiero comer algo ya.

—Tenés razón, a propósito...tengo hambre. —Señalo mi zapán poniendo mi mejor cara de perro callejero necesitado de amor. Perdón, pero no puedo hacer nada si no morfé algo antes, trabajar con comida es algo jodido, y mucho menos se puede laburar bien con hambre.

—Bien, iré por comida y por los chorizos que usted necesita. En seguida vuelvo. —Ella va hasta la puerta y sale del restaurante caminando de una manera muy de puta, sacudiendo el culo como si estuviera perreando mientras camina. Urgente denle algo de pija a esa piba que anda muy necesitada.

Mientras espero a que esa tarada vuelva, voy a revisar las tiras de asado que tengo en la parrilla. Bien, ya se hicieron de un lado, la carne está de un color marroncito perfecto, y el juguito se le escapa por todas partes, ahora lo doy vuelta y espero a que se haga igual del otro lado.

En la calle pasa gente muy rara, desde cosas pequeñas que podría llamar 'duendes', hasta mujeres muy altas con orejas largas y terminadas en punta. Cada tanto, también veo pasar a algo así como centauros, y un hombre raro con armadura que le cubre todo el cuerpo, acompañado de una rubia bien buena con los ojos vendados, y vestida como una monja.

A lo lejos se llega a ver un paisaje de montañas azules y verdes, levantadas de manera intercambiada, viniendo una de cada color. En el cielo se puede observar un cielo celeste completamente despejado y con...¿qué mierda es eso? Hay uno...dos...tres...a ver...¡Diez lunas! La concha de su madre, estos si que tienen una noche bien completita.

El clima es muy agradable, no resulta ser muy caluroso ni muy frío. Me recuerda a Buenos Aires durante los primeros días de la primavera, ni helado, ni cálido, temperatura agradable y que dejaba disfrutar muy bien lo que la ciudad tenía para ofrecer. Aunque la vieja confiable para esos días era ir a tomar mate a una plaza o ver algún espectáculo teatral de Calle Corrientes...¡Ay! ¿Por qué mierda tuve que acordarme de Calle Corrientes? Todavía no supero ver a Moria Casán en conchero...eso...eso fué horripilante, no se lo recomiendo a nadie.

Acá hay de todo, me imagino como sería hacer un viaje por todo este mundo, ¿qué cosas mas espectaculares podría encontrar? La verdad, no lo sé, solamente me interesa saber que estoy acá con mi restaurante parrilla a punto de ser inaugurado, y esto es todo lo que necesito.

¿Otra vieja confiable? No tengo, lo que si tengo, era un plan que siempre se hacía en todos los días así de agradables: hacer un asado de concha de su madre para toda la familia, amigos, parientes lejanos y a veces, amantes también...y una que otra vez un perro que se afanaba algo de toda la comida. Que animal hijo de puta, casi siempre llevándose un premio de las veces que hacía asado en mi casa.

Bueno, en la Tierra viví muchas experiencias únicas, y momentos inolvidables quedaron grabados en mí. Ahora es momento de empezar a soltar un poco y que me abra a este nuevo lugar, aunque no tenga a mi familia ni mis amigos —y por suerte, tampoco a mi esposa—, si tengo la fuerza suficiente para poder continuar con mi vida aquí. Después de todo, soy un parrillero argentino que llegó otro mundo.




Continuará...

Soy un parrillero argentino que llegó a otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora