Culpa de nadie

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—Hijo.

Lincoln gruñó algo incomprensible y se acurrucó aún más contra aquella cómoda almohada que lo envolvía. Sentía calidez, protección, seguridad. Estaba perdido en un mar de sensaciones placenteras, acrecentadas por la hermosa nebulosa del sueño.

—Lincoln, levántate.

Cuando una mano comenzó a moverlo suavemente por el hombro, Lincoln finalmente abrió los ojos.

Lo primero que notó fue que su padre estaba tratando de despertarlo. Inmediatamente reconoció también que no estaba en su habitación, sino acostado en el sofá. Y lo tercero que notó fue que no era una almohada lo que lo envolvía sino su hermana Luan. Las memorias de la noche anterior volvieron a él, e inconscientemente se acomodó un poco más contra ella. Tras aquella intensa charla, Luan le había pedido que durmiera allí con ella. Recordó que se habían acostado con su espalda contra ella, tomados de la mano. Durante la noche, sin embargo, Luan había cruzados sus brazos sobre el pecho de Lincoln, abrazándolo como si estuviera evitando que alguien se lo llevara.

Lo cual, de hecho, era el caso.

—Lincoln, ¿me escuchas? —Preguntó su padre, susurrando.

Lincoln se refregó el dorso de la mano sobre sus ojos y dejó escapar un gran bostezo. Cuando finalmente recuperó el uso de su garganta, respondió.

— ¿Qué hora es? —Le preguntó a su padre.

—Son las seis y veinte. Lincoln, ¿está todo bien?

— ¿A qué... a qué te refieres? —Dijo, mientras volvía a bostezar. Su padre trataba de iniciar una conversación, pero su cuerpo le pedía que volviera a dormir cuanto antes. Había tenido la mejor noche de sueño que podía recordar, y necesitaba continuar descansando.

— ¿Pasó algo a la noche? ¿Por qué Luan y tú están durmiendo aquí?

Aún en su confundido y cansado estado, comprendió la preocupación de su padre.

—Me desperté para... para ir al baño, y Luan estaba aquí.

— ¿A qué hora?

—No lo sé... ¿Medianoche? ¿Una de la mañana?

— ¿Y qué estaba...?

—Ella está bien —lo interrumpió, cerrando los ojos y colocando su mano sobre el brazo de Luan—. Sólo estaba... confundida.

Su padre no habló durante algunos segundos, cosa que él tomó como una invitación a continuar durmiendo. Estaba a punto de rendirse ante el llamado de Morfeo cuando su padre volvió a moverlo, regresándolo al aburrido mundo de la realidad.

—Lincoln, es viernes, Luan tiene que ir a la escuela.

—Ella no quiere ir —murmuró.

—Tiene que —contestó su padre, mientras delicadamente retiró los brazos de Luan de su agarre sobre su hermano menor.

Ella gruñó en disconformidad, y sus brazos trataron de cerrarse sobre él de nuevo, pero el señor Lynn tomó a su hijo en brazos y lo cargó.

— ¿Qué...? —Preguntó Lincoln, abriendo los ojos nuevamente.

—Shh... Te llevaré a tu habitación —le dijo su padre, mientras comenzaba a dirigirse hacia la escalera.

Demasiado cansado como para quejarse, sólo atinó a dirigir una última mirada a Luan. Continuaba durmiendo, pero su mano izquierda se movía lentamente sobre el espacio vacío del sofá, buscando algo que ya no estaba allí.

Réquiem por un LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora