El reloj despertador comenzó a sonar a las seis en punto de la mañana del jueves. Tres segundos después, la mano de Lincoln se estiró y lo apagó, enmudeciendo su cuarto una vez más. Cinco segundos más tarde, se sentó en su cama, movió las frazadas y apoyó los pies en el suelo, aún atrapado en ese estado entre el sueño y la consciencia. Estiró sus brazos mientras bostezaba, y luego giró su cuello, tratando de desentumecerlo. A las seis cero uno de la mañana, Lincoln Loud estaba de pie en su habitación, mirándose en el espejo.
Una de las comisuras de sus labios se levantó, sonriendo irónicamente a su reflejo.
—Estoy hecho un desastre —dijo entre dientes.
De alguna forma, su rostro parecía haber envejecido en menos de una semana. Las bolsas debajo de sus ojos eran mucho más grandes de lo que él recordaba, tenía unas horribles ojeras, y su rostro parecía una imagen impresa en una fotocopiadora con los cartuchos de tinta casi vacíos. Sabía que el estrés era un factor determinante en su estado, agravado claramente por una nueva noche de sueño en el cual no había descansado. Se había despertado agitado y cubierto de sudor al menos dos veces, como venía sucediéndole estos últimos días.
A diferencia de las otras noches, sin embargo, Lincoln se despertó decidido. Tomó uno de sus marcadores y se dirigió hacia el nuevo calendario que había armado la noche previa. Había tirado el anterior, reemplazándolo con uno hecho a mano, que iniciaba desde el domingo pasado -cuando la arteria obstruida de su cabeza debía haberlo matado- y se extendía exactamente tres semanas. Los primeros tres días -domingo, lunes y martes- ya estaban tachados, y los casilleros de la tercera semana estaban coloreados en rojo. Sabía que no había forma de decir con exactitud cuándo su corazón fallaría finalmente. Podía ser en cualquier momento, quizás incluso antes de las dos semanas, pero para poder organizar mejor su plan, había designado arbitrariamente el fin de la segunda semana como la fecha límite. Existía la posibilidad de que viviera algunos días más luego de eso, pero no podía confiarse. Había decidido que tendría hasta entonces, y sólo hasta entonces, para cumplir los múltiples objetivos que estaban anotados en una hoja de papel junto al calendario.
Todos los objetivos tenían un pequeño casillero a su izquierda, de los cuales sólo uno estaba marcado con un tilde: Pensar en un nombre más corto para esta operación. El resto de los objetivos, colocados sin ningún orden de preferencia, estaban vacíos, esperando a ser cumplidos en el plazo de diez días. Algunos no parecían ser tan difíciles de cumplir: Ver un atardecer, Probar la nueva hamburguesa de Burpin' Burger, Enseñarle a Clyde los movimientos finales de Super Mega Brawlers Turbo Fighters XXIV o Plantar un árbol. Pero muchos otros, a los ojos de Lincoln, podrían ser tranquilamente reemplazados por "ganar una maratón", y la dificultad no aumentaría demasiado, como por ejemplo: Arreglar las cosas con Lynn, Escribir un último poema junto a Lucy o Besar una vez más a Ronnie Anne. Por debajo de todos, en letras grandes, estaba escrita la frase de la fotografía de Adrien: TUS ACTOS SON TUS MONUMENTOS.
—Primera mañana de la Operación Despedida —dijo Lincoln, mientras tachaba el miércoles, el día anterior, en el calendario—. Estoy a T menos diez días; no hay tiempo que perder.
Tomó su toalla, su esponja, y se dirigió al baño. Pasó por delante de las habitaciones de todas sus hermanas, pero ninguna parecía estar despierta. Sus despertadores normalmente no sonaban hasta las seis y media, cosa que Lincoln por supuesto sabía de antemano. Con cuidado de no hacer demasiado ruido, se dirigió al baño y tomó una agradable ducha de agua caliente.
Casi cincuenta minutos más tarde, varias puertas se abrieron al mismo tiempo, y el sonido de doce pares de pasos inundó la casa. La alarma de la habitación de los padres debió de haber fallado, o quizás por algún motivo tardaron mucho más de lo normal en vestirse y prepararse, pues ellos y sus diez hijas llegaron a la cocina al mismo tiempo.
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Réquiem por un Loud
FanficLincoln, el único hijo varón de la familia Loud, es diagnosticado con una enfermedad terminal. Sin nada que hacer, los mejores pronósticos le dan tan sólo unas pocas semanas de vida. ¿Cómo reacciona un niño de once años al enterarse que pronto morir...