Promesas

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—Con cuidado, con cuidado; sujétate fuerte.

—No hace falta, yo...

—Sólo sujétame, ¿si? No quiero que te resbales.

Comprendiendo que no tenía poder de decisión y que estaba a la merced de su hermana, Lincoln decidió no discutir, aceptando el brazo que ella le ofrecía y aferrándose a él con las pocas fuerzas que le quedaban. Ya habían pasado la peor parte, subir la empinada y resbaladiza ladera del arroyo, pero el usualmente banal camino de regreso al auto a través del sendero se presentaba como todo un desafío.

No sabía con exactitud cuánto tiempo había llorado junto a Lori. Probablemente unos quince minutos. Tal vez veinte. No sabía si era mucho o poco (a veces sentía que podría llorar por horas sin detenerse, y otras veces las lágrimas simplemente no querían salir), pero realmente lo había ayudado a desprenderse de aquel desgarrador sentimiento de desolación que se hallaba clavado en su corazón como un filoso puñal. Por primera vez desde su charla con Clyde, Lincoln había podido ser honesto con alguien. Había podido hablar de sus miedos e inseguridades y dejar salir todos esos horribles y dolorosos sentimientos que había ocultado en su interior. Sus problemas no habían desaparecido milagrosamente una vez que los había expresado verbalmente, pero el simple hecho de poder compartirlos con alguien era catártico por naturaleza.

No todo era color de rosas, sin embargo. El haber visto a Lori llorando desconsolada debido a él hizo germinar una terrible semilla de culpa que expandía raíces en su pecho, haciéndolo sentir miserable. Su familia lo estaba buscando bajo aquella lluvia torrencial que no parecía mostrar señales de apaciguar. Sabía que tenía que volver a su casa cuanto antes y enfrentarse a ellos. Todos preocupados por su culpa. Todos creyendo que quizás ya había muerto. Todo porque había tenido un... nuevo episodio, sea lo que fuera que esas cosas eran. No sabía a qué iba a enfrentarse, y eso lo asustaba.

Quizás fue este miedo el que lo llevó a aferrarse aún más fuerte al brazo de Lori, ocasionando que su hermana voltease a verlo mientras lo guiaba bajo la lluvia a través del parque. El viento los zarandeaba de lado a lado, queriendo voltearlos y aturdiéndolos con una caótica sinfonía, y su visión quedaba reducida a unos pocos metros, pues la pantalla de agua que caía a su alrededor no le dejaba ver con claridad los árboles y senderos más adelante.

— ¿Estás bien? —Preguntó su hermana, usando su brazo libre para acomodarle la campera, asegurándose de que estuviese lo más protegido posible del frío— Ya casi llegamos. Todo va a estar bien.

—L-Lo siento —alcanzó a decir en un susurro. Su garganta dolía de tanto llorar. De tanto gritar sin que nadie lo escuchara, sus sollozos y gemidos diluyéndose hasta desaparecer bajo el ruido de la tormenta.

—No tienes por qué...

—Lo siento —repitió.

Lori permaneció en silencio durante unos segundos, tras los cuales simplemente lo apretó más fuerte.

—Todo va a estar bien.

El viento y las pesadas gotas continuaban rodeándolos, y Lincoln no pudo evitar preguntarse si no estarían en algún tipo de huracán. Recordó aquella oportunidad en la que un tornado había golpeado Royal Woods, y aunque ellos habían estado en el sótano, pudo sentir la casa temblando y el horrible ruido de los fuertes vientos golpeando las ventanas. Quizás el hecho de estar al aire libre afectaba su percepción, pero le parecía estar en medio del mayor caos que recordaba haber vivido en su corta vida.

Afortunadamente, no les llevó mucho tiempo el atravesar la plaza de juegos y llegar a la acera. Los ojos de Lincoln se posaron brevemente en el cartel publicitario de la parada de autobús.

Réquiem por un LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora