Eran alrededor de las cinco de la tarde cuando Lynn y Lincoln volvían caminando hacia la casa. Habían pasado todo el día juntos, sin nadie más que los molestara. Ella había llamado a su madre para avisarle que volvería tarde con Lincoln y que luego se pondría a su disposición, aceptando cualquier castigo que le dieran. Su madre no estaba para nada contenta al principio, pero no necesitó demasiado incentivo para permitirles pasar una tarde juntos. Almorzaron, Lincoln la llevó a jugar videojuegos al Arcade, y finalmente fueron a otro parque, donde se sentaron en un sube y baja y hablaron durante horas. Lincoln no podía estar más feliz, pues Lynn le estaba regalando lo más preciado, algo por lo que en el pasado él no se había preocupado mucho, pero que ahora entendía que era el mejor obsequio que uno puede darle a alguien.
Tiempo. Tiempo compartido. La posibilidad de hablar, de ser escuchado, de escuchar. De entender y de conocer mejor a su hermana. Se sorprendió muchísimo cuando ella comenzó a hablar y a contarle sus secretos. Todas querían a Lincoln, pero él no dejaba de ser un chico y de tener sólo once años, por lo que había muchas cosas que no podían contarle. Pero esta vez, cuando él le pidió a Lynn que le hablara de ella, la chica no se guardó nada.
Se sorprendió al enterarse que había una Lynn que él no conocía. Una Lynn a la que le gustaría saber cocinar mejor pero que nunca encontraba tiempo para practicar, una Lynn que había intentado pintarse las uñas la semana pasada pero que no sabía cómo hacerlo y no se animaba a preguntarle a sus hermanas, una Lynn que le confesó que le gustaba un chico de su clase de tenis, pero que no se animaba a hablarle porque no se consideraba tan bonita ni tan "desarrollada" —palabras textuales que fueron acompañadas por un movimiento de manos delante de su pecho— como el resto de sus hermanas. Lincoln siempre se había jactado de conocer a sus diez hermanas, pero aquella charla con Lynn le abrió la mente, le hizo descubrir que él las conocía mejor que nadie, sí, pero aún así había capas de ellas que ignoraba.
—Yo sé cocinar —dijo Lincoln, pateando el suelo para elevarse después del gran monólogo de Lynn. Mientras él subía y ella bajaba, sus miradas se cruzaron.
Él le prometió enseñarle a preparar sus muffins de fresa. Y le dijo que también sabía cómo pintar uñas, que estaría más que dispuesto a explicarle cómo hacerlo. Y mientras volvía a subir, le dijo que no se preocupara por "ese asunto" —palabras textuales mientras miraba a otro lado y señalaba con su dedo aquella zona general—, que ella era preciosa y que sólo un idiota no querría estar con ella.
Esperó pacientemente cinco minutos suspendido en el aire hasta que Lynn se recuperó y volvió a patear su lado del sube y baja.
Lincoln sabía que estas cosas que estaba prometiéndole a Lynn no estaban en su ya de por sí larga lista de objetivos, pero estaba convencido de que encontraría la manera de arreglar su calendario para que entraran. Esto era precisamente lo que él necesitaba, lo que él quería, poder pasar tiempo con sus hermanas. Si además podía hacer cosas como enseñarle a cocinar a Lynn, algo que la cambiaría y que sería parte de su legado, pues mucho mejor.
Cuando Lynn dejó de sonreír por las palabras de su hermano, ella también comenzó a hacerle preguntas. Principalmente, le preguntó qué pensaba hacer estos días. No necesitó decir que serían los últimos; sólo preguntó "estos días". No necesitó insistir demasiado para que Lincoln le revelara detalles de la Operación Despedida. Tuvieron que dejar el sube y baja, pues las piernas de Lynn de repente perdieron fuerza, y ya no podía empujarse hacia arriba. Se sentaron en una banca, y Lincoln trató de explicarle un poco acerca de lo que tenía planeado. No le dijo la motivación detrás de todo, simplemente le dijo que tenía una lista de cosas que quería hacer, y que muchas de ellas estaban relacionadas con sus hermanas. Lynn no hizo ningún comentario. Parecía querer decir algo, pero no lo hizo. Solo asintió y tomó la mano de Lincoln.
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Réquiem por un Loud
FanfictionLincoln, el único hijo varón de la familia Loud, es diagnosticado con una enfermedad terminal. Sin nada que hacer, los mejores pronósticos le dan tan sólo unas pocas semanas de vida. ¿Cómo reacciona un niño de once años al enterarse que pronto morir...