La Invitación

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Y como si el destino no quisiera estar a mi favor, ocurrió una de las cosas que más temía.

Unos pequeños golpecitos en la puerta me hicieron ponerme de pié y abrirla. Me topé con Zazú, quien me dijo que Simba me había invitado a cenar con él y Sarabi en el comedor real.

Tragué saliva, e hice un esfuerzo por no ruborizarme. Sonreí ligeramente y asentí con la cabeza, con la intención de disimular mis nervios; y así, sin más, el mayordomo se fue.

Entré de nuevo a la habitación. Mis amigas al parecer habían oído todo, pues se miraban entre ellas con malicia y expresiones divertidas en sus rostros.

Me encogí de hombros. Acepté, dije que sí iría, y soy una mujer de palabra. Pero... no tenía muchas ganas de ir.

—¿No piensas ir? —preguntó Shani, quien al parecer me había leído el pensamiento.

No respondí.

—Sino quieres ir, no vayas —sugirió Tama, con una ligera sonrisa—. Simba lo entenderá.

Medité por momento. Tal vez podía ir, pero dejarle las cosas claras por si él tenía otras intenciones conmigo; sino lo hacía, le daría esperanza. Aún no tenía claros mis sentimientos; no quería herirlo, tenía que ser sincera con él. Además, no era seguro que él sintiera algo por mí; tal vez solo me invitó a cenar para pasar tiempo conmigo, pero cómo amigos.

Tomé una bocada de aire, y me senté nuevamente cerca de las chicas.

—Voy a ir —afirmé.

Las tres intercambiaron miradas, felices de la decisión que había tomado.

Cuando faltaba una hora para la cena, decidí comenzar a arreglarme.
Obté por vestir un pantalón de Jen, una franela de color blanco, y un suéter tejido de color crema.

 Obté por vestir un pantalón de Jen, una franela de color blanco, y un suéter tejido de color crema

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No había necesidad de ir tan elegante. Ya había comido un par de veces ahí, y aunque se necesitaba el permiso de los gobernantes para entrar ahí, yo no tenía porque pedir autorización. Sarabi me había criado, por lo que en cierta forma, era considerada como un miembro de la familia.  Por otro lado, no me agradaba mucho comer ahí; prefería más el comedor común.
Esta invitación me resultó un poco extraña.

Shani me ayudó a maquillarme. Ella quería realizar algo mucho más extravagante, pero me negué rotundamente. Después de tanta insistencia de mi parte, realizó un maquillaje sencillo. No se le veía muy feliz, pero en mi defensa, no quería parecer un payaso o algo así.

Decidí dejar mi cabello suelto, pero, sin alizar las hondas de este.

Al hacerse la hora, bajé hasta el comedor real.
Los nervios se apoderaron de mi de nuevo, por lo que me rependí.

No.

No significa nada, Nala. Su madre estará ahí; seguramente solo quiere hablar contigo, traté de tranquilizarme.

Un Romance En La SabanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora