Dudas

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P.O.V Nala

Desperté adolorida y desorientada. Miré a mi alrededor, y no encontré nada que se me hiciera familiar.

Estaba completamente desnuda, salvo por camisón de color blanco que me cubría hasta las rodillas.

Miré mi brazo. Estaba vendado, y no había ni un rastro de sangre.

Traté de incorporarme, y de inmediato, sentí un dolor en el estómago y en mi pecho; imaginó que a causa de los golpes. Volví a recostarme, el dolor era demasiado para permanecer sentada.

Mi tobillo ya no ardía, dolía un poco, pero nada más. No parecía roto, solo inflado.

Permanecí en silencio, y lo único que podía oír en aquella habitación, era mi respiración y el ruido a la distancia del pueblo.

No estaba tan lejos.

¿Quién me había llevado a aquél lugar? ¿Dónde se supone que estaba? Tal vez lo descubriría pronto.

Traté de analizar todo.

La mujer que me había atacado, era misteriosa e irreconocible. No logré verle el rostro, pues lo traía cubierto por una capucha.

Suspiré.

¿Qué quería de mí? ¿Dimero? Yo no tenía nada de eso.

En Pridelans no es común que traten de asaltarte o matarte, no... Esto tenía un motivo, algo más que robar por necesidad o matar por placer.

El sonido de la puerta rechinar, me sacó de mis pensamientos.

Rafiki, entró a la habitación y se acercó a mí, apoyado de su bastón.

Al ver que ya había despertado, sonrió de oreja a oreja.

—Vaya, pero si lady Nala ya ha despertado.

Sonreí ligeramente.

¿Lady? Mmm... eso era nuevo.

—Hola, Rafiki —musité. Vaya, al parecer, incluso estaba débil para hablar.

—Tú jovencita, deberías tener más cuidado con quedarte hasta tan tarde en las calles —me aconsejó, con un dedo acusador—. El panadero del pueblo te encontró, junto a otras mujeres del mercado. Te trajeron hasta aquí, y pues procedí a atenderte. Tienes varios moretones y rasguños, no es algo grave por supuesto. En cuanto a tu antebrazo... tuve que cerrar la herida con una sutura; tuviste suerte, un poco más al costado y te pudieron romper una vena o una arteria. Y tu tobillo, solo está inflamado, pero estarás bien —explicó.

Escuché todo con atención y asentí.

—Te lo agradezco mucho, Rafiki —murmuré, esta vez con menos dificultad.

—Solo hago mi trabajo, Nalita —respondió, para luego reír como solía hacerlo.

Reí por lo bajo.

—¿Estaré mucho tiempo aquí?

—Oh, no. Dependiendo de como te encuentres, te irás mañana en la mañana.

Asentí una vez más.

—De hecho, olvidé mencionar que tienes visitas —añadió, con una sonrisa.

—¿En serio? ¿Quienes?

—Simba, Sarabi, Zazú, Timón, Pumba, e incluso algunas cazadoras.

Estoy segura de que mi rostro se iluminó de inmediato,  porque Rafiki me miró con ternura y rió.

—¿Está bien que le diga a Simba que pase primero? Ha estado caminando como león enjaulado por toda la sala —comentó, para luego menear la cabeza.

Una pequeña sonrisa se formó en mis labios.

—Sí. Dile que pase.

Sin previó aviso, el curandero salió de la habitación.

Aproveché ese par de minutos para meditar.

Al parecer no había perdido mucha sangre, y eso me reconfortó. Aún no podía creer que estuviera viva, pensé que todo acabaría en ese momento.

Imágenes rápidas pasaron por mi mente, conteniendo la manera en la que había tratado de librarme del agarre de mi atacante, la manera en que esta me había herido, y la forma en la que logré huir.

Una vez más, el chirrido de la puerta me hizo salir de mis pensamientos. Y cuando me di cuenta, Simba ya estaba arrodillado junto a la camilla en la que me encontraba.

Por su expresión, estaba algo preocupado, y tal vez asustado.

Sonreí juguetonamente, para demostrarle que estaba bien, y que nada malo me había pasado.
Él no pudo evitar sonreírme.

—¿Cómo te sientes?

—Me duele todo —admití—. Pero me recuperaré.

Sin borrar su ligera sonrisa, apartó un par de cabellos de mi frente.

—Me tenías preocupado. Creí que te había...

—¿Perdido? —lo interrumpí—. Para nada. Aún tienes que soportarme durante mucho tiempo —bromeé.

Rió entre dientes.

—Eso es lo que quiero, de hecho —respondió, y me miró juguetonamente.

Mis mejillas ardieron casi de inmediato. ¿Escuché mal? No.... En verdad quería tener una vida a mi lado.

Sabía que al iniciar una relación con él lo nuestro no podía ser una aventura o un pasatiempo; no podía serlo aunque quisiéramos. Pero no me había llegado a plantear con seriedad la idea de... ¿casarme con él? Mi corazón latía rápidamente con solo pensarlo.

Me aclaré la garganta y cambié de tema:

—¿Quieres hablar de lo que pasó?

Me miró con expresión confundida.

—¿Qué? ¿Sobre lo que hicimos anoche?

Nuevamente me ruboricé, y cubrí mi rostro con ambas manos.

—¡No! ¡Eso no!

Él no pudo evitar reír.

—Está bien, está bien. ¿De qué quieres hablar? —preguntó, aún riendo.

Suspiré.

—Lo que pasó me inquieta. Esto es algo fuera de lo común. Me atacaron sin razón alguna. ¿Qué tal si la persona que lo hizo es la misma de las amenazas? —pregunté. Me había plateado esa idea incluso en el momento en que logré huir de mi agresora.

Simba meditó por un momento. Creo que se había dado cuenta de que podía tener razón.

—Si así fuera, no estaría de más aumentar la seguridad.

—No, Simba —negué con la cabeza—. Te cuento esto para que estés informado, no para que me tengas resguardada.

—Pero, Nala...

—No —dije con firmeza—. He luchado mucho para convertirme en lo que soy hoy en día; y créeme cuando te digo que puedo cuidarme sola.

—No tengo duda de eso, pero entiende que si tus sospechas son ciertas, esto no puede tomarse a la ligera.

Lo tomé de una mano, sin apartar mis ojos de los suyos.

—Confía en mí.

Suspiró y asintió.

No lo culpaba. Quería protegerme, pero no podía permitirlo. Era capaz de cuidar de mí, y él tenía que entenderlo.

Aunque no lo admitiera, sabía que había la posibilidad de que dudara de mí.

A partir de ese día, entendí que no podía bajar la guardia, porque la persona que quería herirme, estaba más cerca de lo que yo creía.

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Un Romance En La SabanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora